Momix
Dirección: Moses Pendleton / Cynthia Quinn. Programa: Alice. Bailarines: Bogart, Conn, Davis, Dwyer, Elliot, Green, Hagan, Orban y Ross. Luz: M. Korsh. Música: Pendleton. Técnicos y video: M. Pinggera, E. Fulk, W. Dick. Lugar y fecha: Baluarte. 10 de diciembre de 2024. Incidencias: Lleno. (de 5 a 38 euros).
Hace 39 años, el 10 de mayo de 1985, vino por primera vez a Pamplona, al Gayarre, Mómix. Aún recuerdo la valentía y dificultades que tuvo A. Zozaya, entonces en el área de cultura del Ayuntamiento, para encajar algo tan vanguardista en el presupuesto. Casi cuarenta años después, lo seguimos disfrutando. El embrión de la compañía que hoy conocemos, se presentó en Madrid, en la sala Olimpia, en 1981, con Moses Pendleton y Allison Chase en un dúo que realizaron completamente desnudos (creo recordar), muy aplaudidos por los espectadores más jóvenes, y menos por parte del público que no entendía aquellas dislocaciones del cuerpo. La compañía se consolidó con bailarines de Pilobolus y Paul Taylor Dance, o sea la irrupción de la danza norteamericana que influyó radicalmente en la danza europea. Es emocionante ver que Moses Pendleton, ahora director, claro, siga al frente de la compañía, y cómo ha evolucionado la misma.
Para los que seguimos a Momix desde entonces, la evolución ha ido, lógicamente, con los tiempos. O sea, lo digital comiendo terreno a lo analógico, para decirlo con lenguaje de hoy. De aquel impactante espectáculo carnal, a la infinidad de capas de todo tipo que ocultan los cuerpos. Estos sirven a la estructura técnica –luz, proyecciones, vestuario, efectos especiales– ; y son, fundamentalmente, soporte de todas las brillantes diabluras que se proyectan sobre ellos. Comparten, pues, mérito a partes iguales, los bailarines, los imaginativos modistos y los que manejan el ordenador; siempre, eso sí, con una sincronización prodigiosa. Afortunadamente siguen esos detalles de tropismos vegetales y figuras zoomórficas, que la compañía borda en sus gestos (aquí, conejos, medusas, crustáceos…). Y siguen también, esos números de apariencia sencilla, (como el comienzo con la escalera, por ejemplo), con su inigualable poética. El argumento, basado en Alicia en el País de las Maravillas, está contado a base de viñetas, más que de una forma lineal.
Algunas muy cortas y que nos saben a poco, por ejemplo los tres minutos escasos de la bailarina en puntas, hoy una rareza, y que a los aficionados al ballet nos hubiera gustado más extensa. Hay detalles geniales, tanto en la danza más al descubierto, (solucionan el gusano azul con globos), como en lo de más innovación, (las puertas que se abren y cierra, en perfecta simbiosis entre proyección y bailarines). Otros, como el de los espejos, menos logrados en su factura, aunque muy originales. Pero, bueno, Momix es un espectáculo visual que fluye con la rapidez que hoy día se exige al mostrar imágenes de cualquier tipo. Impacta el vestuario que se estira y encoge, y deviene en lo que quiera el bailarín. Y el movimiento de la compañía es incansable, perpetuo, sobre carritos de ruedas, en el suelo, o por el aire. Todo en un abigarramiento barroco de proyecciones, algunas bellísimas, como las vidrieras sobre los cuerpos. Es algo para ver, difícil de contar.
De todos modos, resumo un poco la sensación del espectáculo para los que buscamos más danza, una señora que estaba a mi lado, cuando saluda la compañía, al final, con toda la luz del escenario encendida dice. “pero qué chicos tan guapos había, si no los hemos visto”. Algo de razón tiene. Pero Momix es otra cosa. Todo sale de esa magia de la penumbra (necesaria) que nos va deslumbrando.