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Mikel, el 'Billy Elliot' bilbaíno que hace bailar al mundo
Mikel del Valle no olvida la primera vez que vio la película 'Dirty Dancing' en la televisión. Tenía siete años. «Me acuerdo perfectamente de la coreografía final. Me impactó». Tanto que a los diez eligió danza en las extraescolares del colegio. Su espíritu curioso y vitalista fue marcando sus pasos. En la adolescencia empezó las clases de ballet moderno en la escuela La Bisagra de Bilbao y tuvo la oportunidad de asistir al Teatro Arriaga con unas compañeras para ver la Compañía Nacional de Danza dirigida por Nacho Duato. Aquelló reafirmó su pasión. «Salí maravillado. Me inspiró y me di cuenta de que quería dedicarme a esta profesión», reconoce.
No es casualidad que desde entonces el Arriaga se haya convertido en su refugio creativo. Fue ahí donde decidió dar vida y forma al sueño que tuvo desde que era un niño. De hecho, lo lleva en los genes. «A lo largo de los años me he ido dando cuenta de que cada vez que mi madre y mis tías bailaban, eran felices. Cuando lo vives de pequeño, eso te toca». Mikel desprende pasión por la vida y por su profesión. Es sensible, transmite delicadeza cuando habla de la danza y aprecia lo sutil, tanto en la vida como en el baile. Lleva la frase 'La sutileza puede sublimar a lo banal' por bandera. Y transmite esa esencia en el escenario, cuando a través de los movimientos corporales, crea arte e inspira a quien le rodea.
El bilbaíno comenzó haciendo kárate cuando era pequeño, pero siempre supo que su pasión era el baile. Su madre lo vio claro, así que le animó a iniciar su trayectoria profesional en el mundo de la danza. Mikel se ha formado con profesionales como Ion Beitia y Carmen Roche. Su sensibilidad por la cultura también le llevó a hacer un máster de gestión cultural especializado en teatro, danza y música. «Me encanta la cultura porque es capaz de romper con las normas establecidas. Lo he mamado desde que era pequeño», asegura.
Su profesión le ha brindado la oportunidad de viajar y descubrir nuevos horizontes. A través del baile, ha recorrido lugares como Barcelona, Madrid, Sevilla, Mallorca, Valencia y Francia, y algunos de ellos, con reconocimiento incluido. En 2015 recibió el galardón al Mejor bailarín del Certamen Coreográfico de Alcobendas y también le otorgaron el premio a la Mejor coreografía en el Certamen Coreográfico de Andalucía.
La danza como herramienta de visibilización
Su inquietud creativa no tiene límites. En 2016 decidió crear su propia compañía de danza, 'MDV', en la que fusiona diferentes estilos: clásico, neoclásico, danza española… «Vivimos en la era de la fusión de las artes y me gusta mezclar». Además de hacer «arquitectura en el aire a través del baile», siempre intenta transmitir, inspirar y emocionar, y en este caso, lo hace a través de temas sociales. Entre sus obras, destacan algunas como 'Agate Deuna', con la que visibiliza el cáncer de mama; 'Un vasco en sevilla', que trata las diferentes culturas; y 'Arquitectos del aire', una obra que muestra la evolución y la historia de diferentes edificios, como La Alhóndiga.
Mikel también ha explorado el mundo de las plataformas digitales. El emprendedor ha trabajado como coreógrafo en dos series de Netflix: 'Berlín' y 'Sky Rojo', donde ha compartido buenos momentos con Asier Etxeandia, a quien admira. «Han sido experiencias maravillosas», asegura. Además de bailarín, también es profesor de yoga en el gimnasio Metropolitan de Bilbao. «Esta disciplina me ha facilitado una vida más plena. Me ha dado un poder interno que no había experimentado anteriormente, y eso ha hecho que quiera cuidarme más física y emocionalmente», admite.
«Lo que siento bailando no lo siento con nada en el mundo», se sincera Mikel. Es una sensación indescriptible. La danza le ha regalado grandes momentos a lo largo de su vida. Por mucho tiempo que pase, sigue teniendo los nervios a flor de piel antes de salir al escenario. Sobre todo, cuando se acerca el regidor y dice: «Mikel, faltan tres minutos» y escucha el bullicio del patio de butacas. Pero esos nervios siempre merecen la pena. Tiene grabado el momento en el que, después de finalizar una de sus obras, se acercó a su equipo y estaban todos llorando, emocionados.
La pasión le ha llevado a seguir trabajando con el mismo tesón todos los días: «El amor a tu profesión lo puede todo». Es cercano, cariñoso, le encanta estar con su gente y tiene un toque bromista, pero también exhibe carácter. «Sino no podría haber hecho todo esto», ríe. A Mikel se le ilumina la mirada al mencionar sus nuevos proyectos y metas por cumplir. El próximo año trabajará en la escuela TAI Arts de Madrid como profesor de danza. «Voy a aprender mucho de los alumnos y de los compañeros, y eso me gusta, me hace sentir vivo», reconoce. Su carrera ha sido dura, pero siempre ha tirado hacia delante, valiente y perseverante. Se lo ponen fácil las personas que han compartido parte de su trayectoria con él, pero hay una que, de manera inevitable, ha sido incondicional desde el primer momento. «Mi madre. Ella es la persona que más ha apostado por mí siempre, y sigue haciéndolo».
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