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Mikel Bilbao, un txistulari de aupa

Durante más de treinta años ha animado los domingos bilbainos como miembro de la banda Municipal de txistularis

A Mikel Bilbao le conoce medio botxo, y el otro medio seguro que le ha escuchado alguna vez soplando melodías por las calles, en actos oficiales, bodas, funerales, reuniones o fiestas. Han sido más de 30 años con el txistu y el tamboril a cuestas, un instrumento que aún no se ha descolgado pese a que en 2009 se jubiló de la Banda Municipal de Txistularis de Bilbao.
Egilea
Begoña Astigarraga
Komunikabidea
Deia
Mota
Elkarrizketa
Data
2014/05/19
Lotura
Deia

Sus amigos de Solokoetxe, barrio que le vio nacer en noviembre de 1944, comenzaron a llamarle el plomo cuando tenía diez u once años, un mote que se ganó a pulso, no por su peso corporal sino por su constancia en aprender a tocar un txistu de segunda mano que le regaló su aita. "Cuando salía de clase ensayaba en casa y metía unas tabarras tremendas a los vecinos" bromea.

Pero él quería ser txistulari, como los hermanos Antxia, a los que escuchaba tocar diana en las fiestas de San Juan de su barrio o en el pórtico de San Antón anunciando la entrada a misa en euskera. Entonces Mikel era un crío que andaba metido en Acción Católica, "con don Claudio", apunta. Estudió en Escolapios, desde donde bajaba a la escuela de Atxuri a estudiar música, y más tarde en los Franciscanos. "En casa no había dinero para el conservatorio, así que fui aprendiendo música aquí y allá".

Durante más de tres décadas las calles del Casco Viejo han sido testigo de los animados pasacalles de los txistularis de Boni. "Quedábamos todos los domingos en el ayuntamiento vestidos de uniforme y salíamos, a ritmo suave de zortziko, a hacer la diana por todo El Arenal hasta El Arriaga. Luego cogíamos la calle Correo hasta detrás de Santiago y, cada semana seguíamos por una calle distinta, Somera, Artekale, Tendería, Bidebarrieta, etc. hasta salir a los arcos de La Ribera. Después de hacer un ensayo en la academia del txistu -que estaba en la calle Santa María- hacíamos el pasacalles por La Esperanza, Askao y Artekale, hasta San Antón. Allí dábamos un pequeño concierto antes de la misa. Tocábamos zortziko, contrapas y un pupurrí de bailables", recuerda con frescura. "En la sacristía teníamos una maleta con cuatro atriles y los trajes de gala para ocasiones. Las partituras las llevábamos siempre en la bandolera".

Pero no solo andaban por Bilbao. "Si había fiestas de algún barrio allí nos íbamos a animar. Algunos se nos quejaban en el casco, pero los barrios también tenían derecho, no?".

En los años 70 y 80 Bilbao "era mucho más pueblo", dice con melancolía. "Nos saludábamos todos, se cantaba en los bares y bebíamos vino de pellejo. Fue una época que no volverá. Hoy es distinto, se bebe crianza porque no hay quien trague ese viña arcada que dan ahora, y la gente tiene vergüenza de cantar", bromea. Tampoco le hace mucha gracia que se haya perdido la tradición del pasacalles. "Ahora, para ver a los txistularis tienes que ir al Euskalduna. Lo de los domingos pasó a la historia y es una pena", lamenta.

En su recuerdo suenan aún las romerías de antaño. "Cuatro días antes y ocho después del Corpus tocábamos bailables por las tardes en el pórtico grande de San Antón. Nos vestíamos con el traje de gala, porque entonces se celebraban las fiestas de Bilbao en esas fechas. La Semana Grande no era nada, solo había toros y teatro", rememora.

En su trayectoria de txistulari municipal ha conocido a ocho alcaldes."He visto pasar por el Ayuntamiento a Pilar Careaga y José Luís Berasategui. Con la transición llegó Castañares -"un hombre muy elegante"- y Robles -"al que le tocaron las inundaciones"-. Luego vino Gorordo -"que empezó a bailar aurreku y nos llevaba a inaugurar todos los actos, a óperas, a la tele en Prado del Rey, y a Iparralde…-, después Duñabeitia y Ortuondo -"un alcalde muy majo y cercano"-, y me jubilé con Azkuna. Pero con el que mejor me he llevado yo ha sido con Ortuondo", confiesa.

"A veces nos llamaban de la Diputación, y tuvimos que tocar para ellos en una recepción a los reyes de España". Y es que los actos que han tenido que animar son incontables. Desde el recibimiento a los primeros vascos en el Everest, pasando por la recepción de Rocío Jurado en Sondika, la izada de la ikurriña en San Mamés, la despedida de Guerrero, la llegada de la gabarra al Ayuntamiento, la inauguración de la primera Feria de Muestras, el BEC, el Guggenheim, Termibus, Euskalduna, Zubizuri, en fin, todo el nuevo Bilbao".

De oficio fue carpintero, aprendió desde chaval en la carpintería de su aita. Después se colocó en la carpintería Etxabe de La Peña, donde estuvo ejerciendo durante 25 años. Allí perdió el anular y el meñique de la mano izquierda. Eso nunca le supuso un impedimento para seguir tocando. Y ahora, de jubilado, "toco más que nunca, porque me llaman de un montón de sitios y casi cada día tengo algo".

Mikel Bilbao posa en el portal de la Escuela de Música de Solokoetxe, donde atiende la oficina de la academia de txistularis.

Mikel Bilbao posa en el portal de la Escuela de Música de Solokoetxe, donde atiende la oficina de la academia de txistularis. (David de Haro)

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