Dokumentuaren akzioak
Medalla de Oro para un maestro
Esta vez a Ansorena le tocó estar sentado en primera fila, y tuvo que conformarse con marcar con el pie el ritmo mientras sus compañeros le obsequiaban con uno de los mejores regalos: el sonido del txistu y el tamboril.
A los sones de una biribilketa se inició el acto en el abarrotado salón de actos del consistorio donostiarra. Arropado por familiares y amigos, José Ignacio Ansorena siguió con emoción el homenaje que con tanto secretismo habían preparado sus compañeros. Txomin Agirregomezkorta y Amaia Iza, miembros de la asociación de txistularis, fueron los primeros encargados en glosar la labor de Ansorena en la recuperación del txistu. La creación de la primera cátedra de txistu, las gestiones para oficializar los estudios de este instrumento, la investigación y difusión de obras y la dirección de la revista Txistulari son algunos de los logros que destacaron de Ansorena, quien ha conseguido dar un toque vanguardista a un instrumento tan antiguo. «Es, sin duda, una persona clave en la historia del txistu», concluyeron. Y sonó el txistu. Garikoitz Mendizabal, vencedor de los dos últimos campeonatos de txistu del País Vasco, interpretó Aguraingoa, cuya música escribió Ansorena en 1976.
Otro txapeldun, Andoni Egaña, resumió en varios bertsos todas las facetas del homenajeado: músico, payaso, escritor y showman. «Zure ikasle honek maisu bat izan du» y «zure lagunak izatez gain, zure miresleak gara». Egaña cantó lo que otros muchos comentaron: que además de un amigo, Ansorena ha sido y es un gran maestro.
Un profesor que continuó con la labor de Juan Ignazio Iztueta en la interpretación de obras antiguas que culminó con la grabación de piezas del siglo XVIII. Una de estas partituras, San Sebastián soinu zaharra, fue interpretada al txistu por Aitor Arozena mientras bailaba el dantzari Jon Maya.
Fue la antesala de una de las alocuciones más emotivas, la de José Luis Ansorena, capellán de la Asociación de Txistularis y tío de José Ignacio. Ansorena repasó la tradición txistulari de la familia y se refirió a su padre, Isidro: «Fue el padrino de José Ignacio. Cuando le bautizaron, en 1953, su abuelo le transmitió una buena carga de magnetismo txistulari. Con José Ignacio la tradición ha quedado sellada.» Precisamente, el homenajeado dedicó a su abuelo Pastelero gaixoa, obra que sus compañeros de la Banda de Txistularis de San Sebastián tocaron antes de la entrega de la medalla. La vicepresidenta de la Asociación de Txistularis, Amaia Domeña, y el secretario, José Ignacio Sarasua, le impusieron la máxima distinción.
«Zer esango dizuet ba. Eskerrik asko», dijo el galardonado, abrumado por tanta «lujuria. Es que aquí hay gente de lujo», bromeó. Ansorena, medio en euskera medio en castellano, aseguró que siempre se ha sentido reconocido: «No hacía falta tanta pompa». Confesó que últimamente le hacen mucho la pelota y le llaman jaun agurgarria. «Yo no soy un estimado señor. Soy, sobre todo, txistulari y payaso».
Ansorena sacó su vena de showman al recordar varias anécdotas. Por ejemplo, cuando en Nanclares de Oca le preguntaron cuántos watios necesitaba para tocar el txistu. «Es que no hace falta, les dije, y me espondieron: ¡Pues vaya mierda de músicos!».
Ansorena también se puso serio para defender la tradición «porque en el nombre de la tradición se han hecho muchas barbaridades. La tradición es memoria, y hay que respetarla».
Dokumentuaren akzioak