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"Me preocupa el futuro de la danza navarra, si ya no teníamos ni lo mínimo, ahora menos"

Becky Siegel bailarina y coreógrafa

Egilea
Paula Echeverría
Komunikabidea
Noticias de Navarra
Tokia
Pamplona
Mota
Elkarrizketa
Data
2011/02/07
Lotura
Noticias de Navarra

Ha echado el resto en su útimo montaje, Yo, que ahonda en los sentimientos de la adolescencia desde la danza y la música jazz en vivo. Quizá porque teme que pueda ser el último. "Supone un esfuerzo enorme y no sé durante cuánto tiempo más me lo podré permitir", dice la coreógrafa. El próximo 11 de febrero su espectáculo, que formará parte del circuito Escena y viajará a Albacete en abril, se podrá ver en el Teatro de Ansoáin (22.00 horas), y el 12 en el Auditorio Barañáin (20.30 horas).

Llegó a Navarra en 1992, ¿cómo recuerda esos momentos en que se asienta aquí con la intención de trabajar por la danza contemporánea?

Cuando llegué recuerdo que no había nada, no se programaba nada, no traían nada... Y en ese sentido la situación sí ha ido a mejor. Programan más, tenemos un festival...

Se formó en Nueva York y luego trabajó en Barcelona, otra gran ciudad. ¿Cómo cayó en Pamplona, una localidad pequeña, un pueblo si se compara con la Gran Manzana?

Mi marido, el pintor Mikel Esparza, es de aquí. Le conocí en Nueva York, él estaba haciendo allí Bellas Artes, pero siempre me decía que a su tierra iba a volver. Yo pensaba que se le iba a pasar (sonríe), pero no. Solíamos venir los veranos, y muy bien, yo empecé a dar cursillos, a conocer esta tierra, y luego me invitaron a dar un curso en Barcelona y allá fuimos, pero él seguía con la idea de que quería probar en Pamplona. Así que al final acabamos aquí, y la verdad es que estoy encantada, estoy muy contenta.

Aquí hay más retos, al estar menos implantada la danza contemporánea...

Sí, yo estoy muy a gusto porque he encontrado una gente muy receptiva, muy interesada en lo que hago, tanto el público como alumnos y los bailarines que han querido colaborar en mis proyectos. Me ha sorprendido mucho cómo alguien de Nueva York podría conectar con gente de aquí, pero la verdad es que son lenguajes universales y nos hemos enriquecido unos a otros, el público navarro, los bailarines de aquí, y yo.

¿Cómo ve la conexión del público navarro con la danza?

Por mi experiencia responde muy bien. Es un público fantástico, que está muy abierto a ver cosas, muy receptivo. También tiene sus opiniones, quiero decir, si no le gusta lo que ve lo sabrías, pero con nosotros han sido muy receptivos y muy agradecidos.

Los navarros no somos muy dados a bailar, salvo en las bodas, sobre todo los hombres... ¿Le cuesta encontrar aquí bailarines chicos?

Sí, muchísimo. Es muy complicado. Han pasado por Tempomobile algunos que habían sido danzaris, esa tradición sí es una fuente de bailarines.

¿Desde cuándo no baila?

Desde hace seis años, el último montaje en el que bailé fue Still Moving.

¿Lo echa de menos?

El hecho de no bailar no ha sido para nada traumatico para mí. De hecho, siempre me ha sido más importante la parte creativa. Estoy donde quiero estar, y me siento muy afortunada de tener bailarines tan buenos y tan distintos para poderme expresar a través de ellos.

En 2009 fue salió a la calle en representación de la danza navarra para reivindicar en una manifestación festiva una mayor atención a la cultura. Una necesidad evidente, y más en la danza. De hecho, como ejemplo, su último montaje, "Yo", no ha contado con ningún apoyo institucional... ¿Qué necesidades tiene a día de hoy la danza navarra?

Está la cosa complicada. La situación siempre ha sido difícil y ahora más, porque hay más recortes, los ayuntamientos andan peor para programar, tienen que mirar más que sean espectáculos comerciales que llenen, que puedan cobrar... no arriesgan mucho. Me preocupa muchísimo el futuro. Ahora mismo parece que tenemos salidas, los cinco ayuntamientos que han coproducido Yo han puesto lo que no tenían para poder colaborar, pero yo sé que el futuro no pinta muy bien, que lo van a tener muy difícil para contratar, para pagar caché, para hacer lo mínimo. Si siempre hemos tenido menos que lo mínimo, pues ahora incluso menos, me temo.

En cuestión de locales de ensayo preparados para la danza, con buenas condiciones, ¿cómo está Navarra?

Hombre, lo que hay es buena voluntad por parte de las casas de cultura de ayudar a los artistas, el trato es dignísimo y apoyan todo lo que pueden. En cuanto a sitios para la danza, pues no disponemos de suelos buenos, menos en la Escuela de Danza de Navarra, pero ahí no pueden ir los grupos de danza. Eso es un problema, porque en otros países los suelos los miran mucho, y es ilegal bailar sobre los suelos sobre los que bailamos aquí, porque los bailarines se lesionan. Aquí estamos un poco atrás en muchas cosas, y ésta es de las más difíciles de solucionar, la de tener un buen suelo, que es fundamental para la danza.

Si a la hora de construir los equipamientos se hubiesen tenido en cuenta las necesidades de los bailarines en escena, no habría este problema...

Claro, en escena y en las aulas de ensayo, pero eso supone más dinero, más información, y leyes como las de otros países, que consideran ilegal bailar en ciertos suelos.

¿Qué tiene que tener un suelo digno para bailar?

Tiene que disponer de una cámara de aislamiento para que sea un poco blando y no haya un impacto fuerte en el cuerpo del bailarín.

Antes mencionaba los cachés, imagino que los de los bailarines habrán bajado en los últimos tiempos.

Claro, sobre todo ante la falta de subvención, hemos tenido que apretar aún más. El problema es que los ayuntamientos no pueden pagar más, y en otras comunidades, como los grupos disfrutan de más ayuda, pueden cobrar cachés incluso más competitivos. O sea, un grupo navarro igual tiene que cobrar lo que un grupo de fuera cobraría aquí, porque ellos sí que disfrutan de más apoyo para poder bajar el caché y ser competitivos. Entonces nosotros no somos competitivos ni aquí ni fuera, y eso te va quitando posibilidades.

¿No es optimista respecto a que la situación mejore?

No, estamos en un momento complicado, es una crisis mundial muy importante, así que lo que aguantemos... Yo antes hacía un montaje al año, luego cada dos años, ahora cada tres... El de Yo lo he hecho pensando que igual es mi último montaje, porque me supone un esfuerzo enorme y no sé durante cuánto tiempo más me lo podré permitir, porque es complicadísimo.

¿Cuándo empezó a trabajar en "Yo"?

Hace dos años. Primero estuve un año trabajando sola, tenía mucha necesidad de investigar de esa manera, sin la presión de una fecha de estreno, incluso sin la presión de los bailarines en el estudio, porque siempre estoy para los alumnos, para los bailarines, para mi familia... y me dije: ¿y para mí? Y me di el lujo de un año de trabajo sola. Ahí surgió la idea de Yo, al encontrar lenguajes que me interesaban muchísimo. El siguiente año ya empecé a trabajar con los bailarines, con el compositor Mikel Gaztelurrutia... Ha sido un año conmigo misma y otro con todos.

¿Por qué eligió la adolescencia? ¿Ha tenido estrecho contacto con ese periodo últimamente?

(Ríe) Bueno, eso sí, en casa sí. Pero fue porque en esa investigación individual me iban surgiendo temas sobre la búsqueda de nuestra identidad y el enfrentamiento con quiénes somos... muchos aspectos que me iban desvelando lo que podría ser un tema más grande, que es la adolescencia. Luego, según íbamos trabajando, me di cuenta de que no era un montaje sólo para adolescentes, en absoluto, sino que reflejaba temas que nos tocan a todos. Nuestra adolescencia a los 50... Realmente era para todos nosotros los adolescentes.

Ha creado coreografías con clarinetistas, violinistas, con el trikitilari Kepa Junkera, ahora con un trío de jazz... Le gusta experimentar musicalmente.

Sí, en mi casa mis dos hermanos son músicos, y para mí es una necesidad, tengo una relación muy fuerte... Mi manera de vivir la música es a través del cuerpo y de la coreografía. Me encanta trabajar con música en directo, aunque tenga todas sus complicaciones y encarezca el montaje; y también para los bailarines supone una dificultad enorme, en este caso sobre todo, porque el jazz tiene un gran componente de improvisación, entonces lo que suena cada noche es diferente.

¿Y lo que se baila también cambia cada noche?

Bueno, los bailarines tienen partes que son improvisadas pero tienen mucha coreografía hecha, casi toda. En este montaje me ha gustado la libertad que me ha permitido la música de Mikel, no me he sentido sujeta a la nota, porque esa nota no va a sonar. Hay una convivencia muy enriquecedora entre la música y la danza, van muy unidas pero a la vez son muy autónomas las dos. Es una relación de mucho respeto, de libertad, y a la vez de entendimiento.

¿Se puede bailar con cualquier sonido de fondo?

Poder sí. Yo he encontrado cosas que no me inspiran, he tenido a veces encargos con música que no me llega, y eso es muy difícil. Cuando la música me inspira, la coreografía fluye. Suelo decir que la música es como si tuviera una coreografía dentro, yo sólo tengo que abrir la puerta y sale, pero cuando no me dice mucho, es complicado.

¿Eso lo nota a la primera escucha?

Depende, normalmente es a la primera, es como flechazo, pero a veces cuesta. Depende también de lo que estés buscando a nivel coreográfico.

La improvisación es otro de sus métodos en danza. Imagino que se basa en mucho trabajo y mucho ensayo. Porque la palabra improvisación parece que es...

Lo que sea. Pues absolutamente no es lo que sea, tiene mucha técnica detrás. Parece una contradicción el fijar la improvisación, y es una contradicción, pero es algo que me interesa mucho como proceso, creo en eso. Para mí la improvisación funciona óptimamente cuando tiene la perfección de la coreografía fija; y a la inversa, la coreografía es lo más grande cuando parece improvisada. Son paradojas interesantes, y merece la pena luchar en ese terreno.

¿Qué es para usted la danza?

Primero, es conexión con la gente; con tu público, con tus bailarines, con tus alumnos... es un compartir de energía, una conexión a nivel quinestético más profunda que la intelectual, porque cuando bailas con otros les sientes. Y es sentir, expresar y vivir la música en tu cuerpo.

¿Qué es lo que más valora en un bailarín?

(Piensa). Su sinceridad y su entrega. Su capacidad de dar todo al movimiento.

¿Con la coordinación y el ritmo se nace o se pueden adquirir?

(Ríe). Hay cosas que se pueden enseñar, y otras que son difíciles de adquirir. La falta de ritmo es complicado, si no hay ritmo... Eso es un don. No todo el mundo va a tener las mismas facilidades.

Trabaja tanto con bailarines profesionales como, en Kon moción, con gente que viene de otros oficios pero a la que le apasiona la danza contemporánea y la expresión corporal. ¿Cómo vive esta doble conexión, con el mundo profesional y con el mundo digamos de aficionados, en el buen sentido del término, de apasionados de la danza?

A mí me encanta, el grupo Kon moción ha sido toda una sorpresa que ha superado todas mis expectativas, porque bailan de bien... Son increíbles, hacen cosas que digo: yo no podría coreografiar esto en la vida, porque es de un complejo, de un rico, de un honesto... les admiro, y me interesan muchísimo sus lenguajes, que llegan al público con mucha fuerza.

Como creadora, ¿cómo vive la polémica sobre las descargas ilegales?

La verdad es que no me gusta la piratería, a mí me da mucho pudor pensar que tú mandas una imagen o un vídeo y que los pueden utilizar... me marea mucho toda esta tecnología, el hecho de que un dato tuyo pertenezca a todo el planeta, esa falta de protección me da miedo. No hay privacidad y no hay propiedad.

¿Y cómo ve las medidas legales en torno a las descargas?

Hombre, hay leyes que son muy impopulares, pero sobre todo yo que he trabajado mucho con músicos y tengo amigos y familiares músicos, tengo claro que hay que protegerles, hay que comprarles sus discos, pagarlos y apoyar su creatividad.

El lado positivo de las nuevas tecnologías enriquece la danza...

Desde luego el vídeo es una maravilla. Grabo ensayos, los estudio, hago correcciones, puedo grabar movimientos y luego los puedo recuperar... agiliza muchísimo todos los procesos, y eso es fundamental.

Y las proyecciones se han introducido como un elemento escenográfico y como un lenguaje más.

Sí, hay muchas posibilidades. Yo soy un poco purista, no suelo usar mucho tito, porque creo que la danza ya de por sí es tan expresiva... lo tiene todo. Lo demás me sobra, no quiero llenarlo de demasiada cosa.

Hace nada que hemos entrado en un nuevo año. ¿Qué deseo pediría para la danza navarra?

(Sonríe). Que se programe. Que nos traigan espectáculos preciosos de fuera, eso es igual de las pocas cosas que echo en falta de Nueva York, una programación regular de compañías buenas, internacionales, aquí traen muy poco, muy poco. Y que nos dejen bailar más, porque yo pienso que gusta lo que hacemos, que llega a la gente. Por ejemplo, el montaje Yo lo hemos hecho para grupos de escolares de Bachiller y a los chavales les ha encantado, incluso algunos se lo recomendaban luego a sus padres. Era muy importante para mí llegar a ese público, conseguir que vayan al teatro. Pediría que nos dejen bailar, porque la gente responde.

Becky Siegel posa en el interior de la Casa de Cultura de Burlada, donde ensaya habitualmente con su compañía Tempomobile.

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