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«Me duele no poder bailar en casa durante la capitalidad europea»
La bailarina donostiarra obtiene el 'Óscar' de la danza, ex aequo con la bailarina de la Ópera de París, Hannah O'Neill
Flotando en una nube de felicidad, Alicia Amatriain (San Sebastián, 1980) apenas pudo descansar dos horas y media ayer, tras haber recibido el martes, el Premio Benois de la Danse -máxima distinción en el mundo del ballet, equiparable al 'Óscar'-, en una ceremonia con toda la pompa que requiere el Teatro Bolshói de Moscú. Broche de oro de una temporada inolvidable para la intérprete guipuzcoana, cargada de reconocimientos, como el nombramiento como 'Kammertänzerin' -Bailarina de Cámara- del estado alemán de Baden-Württemberg y los premios der Faust y Benois de la Danse.
- ¿Cómo siente uno cuando gana el 'Oscar' de la danza?
-De repente, te encuentras en otro mundo. Creo que aún no he aterrizado. Para mí, ha sido una completa sorpresa, porque venía con la felicidad de haber sido nominada. No me lo esperaba.
- Curiosamente, ha recibido el galardón ex aequo con Hannah O`Neill, de la Ópera de París.
- Primero leyeron el nombre de Hannah y yo no pensaba que el mío iba detrás. Ha sido una sorpresa recibir el premio con alguien con quien he compartido vestuario aquí y que apenas nos conocíamos, salvo cuando bailé 'Onegin' en la Ópera de París. Hemos conectado muy bien y nos hemos alegrado la una por la otra.
- Sus palabras de agradecimiento fueron para el Stuttgart Ballet y el coreógrafo John Neumeier.
- He dado las gracias al Stuttgart Ballet porque es mi familia, he crecido con ellos y me lo han dado todo. Sin ellos, no hubiera llegado hasta aquí. Se han convertido en mi casa y en mi todo. A John Neumeier, porque me dio la oportunidad de interpretar a Blanche DuBois, este personaje tan complicado de 'Un tranvía llamado deseo' y que tanto me ha dado. Se lo hubiera agradecido igualmente sin el Benois, porque Blanche me dado mucho desde la primera vez que lo bailé.
- La ceremonia de galardones fue al principio, antes de la gala de nominados. ¿Le costó meterse en la piel de Blanche DuBois con el Benois en el camerino?
- Ha sido completamente diferente por la razón de que yo estaba en una nube. Las tres veces que he bailado en el Bolshói han tenido un aura especial. Me tenía que cambiar después de la ceremonia y sabía que no tenía tiempo suficiente para meterme en la intensidad del personaje, además en un momento clave como es el paso a dos de la violación. Me ha resultado difícil porque no podía bajarme de la nube, ya que mi cabeza estaba en lo que había ocurrido media hora antes.
- ¿Qué cambia al recibir el Benois de la Danse?
- No cambia absolutamente nada. Tengo el Benois y es algo precioso e impresionante, pero no cambiaré nunca en mi vida. Sólo cambia que he vivido un momento impresionante por haber estado en el séptimo cielo, pero nada cambia en mi manera de ser y de bailar. Sigo siendo la misma que salió de Donostia con trece años. Me he hecho mayor, he crecido y aprendido, pero no cambiaré nunca. Sigo siendo la persona que iba a la ikastola Ikasbide y que se formó como persona en San Sebastián gracias a mis padres, que me hicieron quién soy.
- ¿Siente que ha tocado la cima de su carrera?
- Me dicen que he llegado a mi cima y siempre respondo que no sé qué es la cima. Me siento en un momento perfecto y feliz, porque no le tengo miedo al escenario. Adoro llegar a escena y poder interpretar esos roles. Te responderé qué es la cima el día que empiece a bajar, porque significará que he llegado al máximo. No me siento bajando, me siento feliz.
- ¿De dónde procedieron las primeras felicitaciones?
- De casa. Las palabras del aita casi me han hecho derramar alguna lágrima. Me hubiese gustado que mi familia hubiese estado aquí conmigo, pero, de alguna forma, han estado. Todos los mensajes que he recibido de bailarines, amigos y familia desde la nominación han sido deseándome buena suerte y ahora un torrente de felicitaciones de todos los lugares del mundo. Fíjate Ángel Corella me ha felicitado y deseado que tenga suerte a la hora de facturar el trofeo (ríe). Y, por cierto, mi novio, David Moore, insiste en que tenemos que comprar una vitrina nueva para los premios.
- La temporada 2015/16 ha sido prolífica en reconocimientos para usted: Benois, der Faust y nombramiento de 'Kammertänzerin', ¿existe un antes y un después?
- Quiero verlo como un año en el que he recogido los frutos de tanto tiempo de trabajo. Lo que vendrá después, pues ya se verá, pero ahora es un momento precioso para disfrutarlo. Yo voy a seguir con mi vida, con mi carrera y al día siguiente de recoger un premio, ya estoy en clase de nuevo.
- ¿Cuáles son los retos a partir de ahora?
- Retos, no tengo ninguno; sueños, sí. Me acoplo a lo que venga ahora y si alguno de esos sueños se cumple, será un gran momento de felicidad. No es un 'challenge', pero sí me gustaría poder bailar la obra 'Manon' de Kenneth MacMillan.
- Su éxito ha tenido una gran repercusión, sobre todo, en San Sebastián.
- Siempre digo que Stuttgart es mi casa, donde vivo desde hace 22 años, pero dentro de mí, mi casa sigue siendo San Sebastián. Cada vez que recibo algo, Donostia viene conmigo. Soy consciente de que los donostiarras me apoyan. De hecho, tengo el teléfono lleno de felicitaciones de allí. Yo quiero a Donostia, pero el problema no está ahí.
- ¿Es San Sebastián justa con sus logros profesionales?
- No. No es por lo que soy, sino por quién soy: soy donostiarra, alguien que ha nacido y crecido en San Sebastián, que ha tenido que irse para dedicarme a mi profesión. No me parece correcto que no pueda bailar en San Sebastián las veces que me hubiera gustado. Cuánto deseo poder bailar en casa de nuevo. Ha habido momentos en los que me he preguntado qué pasaba para ser reconocida fuera y no en casa. Es difícil enfadarse con tu casa, un sitio que tú adoras tanto, pero me hace mucho daño no poder ir a casa a bailar este año con la Capitalidad, un momento tan importante para mi ciudad. Me duele no haber sido invitada.
- Todo comenzó en un conservatorio de la calle Easo con Peter Brown y Águeda Sarasua.
- Mis queridos profesores, Peter y Águeda. He conseguido hacerles felices y darles lo que se merecen. Ellos nos lo dieron todo e hicieron todo lo posible para que alcanzáramos nuestro sueño. Aquel conservatorio de la calle Easo tenía algo especial, era un lugar de felicidad y amistad. De ahí salí a Stuttgart junto a Jorge Nozal. Él recibió el premio Swan de Holanda el pasado año y yo este Benois. Hemos sudado, reído, llorado hasta alcanzar este punto en nuestra carrera. Sin la labor de Peter y Águeda, no hubiera sido posible llegar hasta aquí. Ha merecido la pena tanto sacrificio.
- ¿Qué le queda pendiente esta temporada?
- Tengo el estreno mundial de 'Salomé' de Demis Volpi, el coreógrafo de 'The soldier's tale', uno de los papeles por el que he estado nominada. También está pendiente el vigésimo aniversario en la dirección de Stuttgart Ballet de Reid Anderson. Van a ser dos semanas en las que todas la noches habrá algo especial. Cerramos la temporada con una gala especial para él, llena de sorpresas. Duro pero bonito.
«Me he preguntado qué pasaba para ser reconocida fuera y no en casa»
«Me hace mucho daño no poder ir a casa este año a bailar durante la Capitalidad Cultural»
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