Dokumentuaren akzioak
Mascaradas suletinas llegan a Gros
Soule -Zuberoa en euskera- es el territorio más pequeño,
menos poblado y quizás, el más desconocido de todo Iparralde. Esta
sociedad rural parece no haber conocido la industrialización, un mundo
en el que la evolución temporal parece no haber hecho mella. Los verdes
parajes conviven con los caseríos, que poco tienen que ver con los que
nos son conocidos; sus tejados son grises o azules, nunca de teja roja.
La tranquilidad en la población es total. Silenciosa, espera impaciente
la llegada de los domingos de entre mediados de enero y finales de
abril, días en los que las mascaradas toman las calles. Es la particular
visión de los suletinos sobre la tradición carnavalera. Una pantomima
que viene celebrándose desde tiempos intempestivos y que hoy, da sentido
a la exposición del fotógrafo donostiarra Javier Hernández Juantegui,
que expone hasta finales de abril una veintena de instantáneas que
ahondan en la particularidad de este espectáculo tan pintoresco, y
todavía hoy, desconocido por la mayor parte de la población.
Las Mascaradas de Zuberoa son más que un baile, ya que
son los ritos del carnaval por excelencia del folklore vasco; una
peculiar combinación de danzas, música, cantos y representaciones
mediante la integración popular. Anualmente, desde finales de enero y
durante aproximadamente cuatro meses, un pueblo de Zuberoa -en esta
ocasión, Santa Grazi- prepara la Mascarada. Se crea entonces una fiesta
que permite facilitar el entendimiento entre los habitantes del pueblo y
mejorar las comunicaciones con el resto de poblaciones colindantes,
pues cada domingo, visitan uno de los pueblos suletinos. Javier
descubrió las Mascaradas casi por casualidad, trabajando en un reportaje
fotográfico para su posterior publicación en un medio de comunicación.
Maravillado comenzó a indagar, a preocuparse por lo que cada domingo
sucedía en uno de los pueblos de Zuberoa, allí por donde las Mascaradas
contagiaban a su paso su buen humor. «La estética me llamó mucho la
atención. Cuando hace unas semanas nos despedíamos del carnaval, en una
localidad cercana de Iparralde lo siguen disfrutando hasta finales de
abril. Y lo hacen de una forma muy particular. Cada personaje, sus
ropas, las leyendas que existen detrás de cada uno de los elementos que
componen sus indumentarias. este espectáculo me sedujo tanto que llevo 4
años trabajando, acercándome casi todos los domingos para retratar un
espectáculo rico y crucial para el folklore vasco», asegura Javier.
A lo largo de estos meses, cerca de 40 jóvenes
representan la pantomima divididos en dos grupos, los 'gorriak' (rojos),
de aspecto elegante y serio, de preciosas danzas frente a los 'beltzak'
(negros), ruidosos y desaliñados, que van sembrando el desorden a su
paso. Los jóvenes llegan de buena mañana a su destino y se enfundan los
trajes típicos de los personajes a los que darán vida. 'Zamalzain' es el
líder de los rojos, con su característico armazón del que sobresale un
caballo desproporcionadamente pequeño. Entre los negros, el jefe de los
gitanos se encarga de jalear a su tribu. La representación se inicia con
las barricadas, llevando el ambiente festivo a las calles. A partir de
ahí, recorrerán caserío por caserío -antiguamente por las casas de los
nobles- donde serán recibidos con comida y bebida para continuar después
con sus exquisitos y cuidados bailes haciendo partícipes a los
residentes del pueblo.
«Tengo una colección de más de 400 fotografías. Esta
veintena es sólo una pequeña muestra de lo que está siendo un trabajo
enriquecedor y cuidado. Mi objetivo, recoger en un libro buena parte de
estas imágenes acompañado de textos ilustrativos que evidencien la
importancia de este espectáculo festivo, muy nuestro, y del que todavía
existe gran desconocimiento. Es curioso ver cómo hablan euskera, de qué
forma lo hacen. Es un espectáculo», explica el fotógrafo invitando a que
se acerquen hasta el Centro Cultural Okendo.
Dokumentuaren akzioak