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"Más que ejecutar pasos, los bailarines somos transmisores de emociones"
Leyre Castresana bailarina principal del ballet de víctor ullate
A los siete años le comentó a su madre que ella quería bailar de puntas. En los últimos años, esta bilbaina ha triunfado en los escenarios de medio mundo como Figura Principal del Ballet de Víctor Ullate. El sábado, a partir de las 20.00 horas, tendrá la oportunidad bailar "en su casa" con una historia que sumerge al público en el complejo mundo de la mente. Ullate sitúa al espectador dentro de un psiquiátrico para mostrar, con toda la delicadeza de la danza, la vida de las personas allí ingresadas: sus miedos, pero también sus alegrías.
Interpreta a Marisol. Pero ¿quién es Marisol?
Es la hermana de Víctor (Ullate). De pequeña tuvo meningitis y ya nunca fue la misma. Ahora está a punto de cumplir 70 años y sigue siendo como una niña, aunque se da cuenta de todo. Es un personaje dramático, divertido... El papel más interesante e intenso que he interpretado en mi vida.
¿La conoce personalmente?
Sí, el otro día la fui a ver al psiquiátrico y rompí a llorar. Me tocó el alma. Ves todo lo que la rodea, gente enferma, pero que resulta muy lúcida. Víctor me había dado unas pautas para bailar, pero después de verla allí, cambió por completo mi perspectiva del personaje.
¿Cómo definiría la obra?
En realidad, Wonderland busca eliminar los tabúes y librarse de todo prejuicio a la hora de abordar un mundo complejo como es el de la mente humana. Pero no es una obra triste, el público se da cuenta de que aquellos a los que se consideran locos muchas veces, muestran una cordura y una lucidez sorprendentes.
¿Y cómo se transmiten esas emociones sobre el escenario?
Resulta muy difícil, pero ahí está el reto. Es una obra de muchas emociones, podría decirse que es danza-teatro. Más que ejecutar una sucesión de pasos, tenemos que ser transmisores de emociones. Al espectador se le traslada a un estado emocional continuo, tanto por el personaje de Marisol como por el resto de los demás pacientes. Este personaje me tenía que venir ahora, cuando ya llevo una trayectoria artística a mis espaldas. Es muy maduro, muy emocional.
'Wonderland' llega avalada con un gran éxito y con el Premio Max al Mejor Espectáculo de Danza.
Sinceramente, al público le va a sorprender. La obra está teniendo una gran acogida en todos los sitios a los que estamos acudiendo. Además, me hace mucha ilusión actuar en casa.
¿No hay muchas posibilidades de bailar en Euskadi?
Afortunadamente, yo lo he hecho en bastantes ocasiones porque Víctor Ullate tiene una relación muy especial con Bilbao. Aquí ha estrenado varias de sus obras. Pero es cierto que la danza está muy mal en general, los bailarines vascos estamos actuando por escenarios de todo el mundo y sin embargo, muchos todavía no lo han podido hacer en su tierra. De ahí la importancia que tiene la labor que está realizando la Bilbao Ballet Elkartea. La Gala Los Vascos y la Danza se ha convertido en un oasis dentro del panorama de la danza, una de las pocas posibilidades para que los bailarines vascos, que triunfan con compañías extranjeras, pueden actuar delante de su público
Una buena cantera que tiene dificultades para mostrar su talento aquí...
¿Sabes que algunos ni siquiera se conocían y han actuado juntos por primera vez en estas galas? Yo participé el año pasado. Fue una experiencia increíble. Ya conocía a Lucía Lacarra, primera figura del ballet de Múnich, porque también estuve como figura invitada de esta compañía, pero me hizo mucha ilusión compartir cartel con otros artistas reconocidos como Oihane Herrero, Elvis Val...
El 29 de octubre se celebrará la 7ª Gala de 'Los vascos y la danza' con la participación de Itziar Mendizabal y Javier Amo, Primer Solista del Ballet de la Ópera de Múnich. ¿También va a actuar Leyre Castresana?
No, en esta ocasión, no. Se trata de que todos puedan participar y se conozca toda la cantera maravillosa de bailarines que hay en Euskadi.
Todos se quejan de que tuvieron que dejar su casa para formarse...
En mi caso, tuve más suerte. A los siete años le dije a mi madre que quería bailar, que quería ponerme puntas. Así que comencé mis estudios en la escuela Aikoa de Santurtzi, donde vivía y después, conseguí una beca del Gobierno vasco para acceder a la escuela del Ballet de Euskadi en 1988, y de ahí, a la compañía un año después. En 2006 entré a formar parte del Ballet de Víctor Ullate. Pero echo en falta una compañía de ballet de Euskadi, como la que antes había.
¿No hay afición en Euskadi?
Es un círculo vicioso. Antes estaba el Joven Ballet, una compañía vasca... En todo el Estado hay un auténtico vacío en el mundo de la danza. Es una profesión dura. Se ensayan de seis a diez horas diarias. Pero lo que te da la danza, no te lo da nada. Es una forma de vida.
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