La danza contemporánea tiene el poder único de expresar lo que las palabras no alcanzan. Es un lenguaje que habla directamente al corazón, que trasciende las barreras culturales y emocionales, y que nos conecta con lo más profundo de nuestra humanidad. Martxel Rodríguez Etxabide, con su talento y sensibilidad artística, es un ejemplo vivo de cómo la danza puede ser una herramienta transformadora, no solo en los escenarios, sino también en la vida cotidiana.

Nacido en la localidad de Lesaka, rodeada de paisajes que le parecían susurrar melodías secretas, fue donde descubrió el movimiento como una forma de expresión. Desde niño, en su querida Ikastola Tantirumairu su mirada curiosa y sus pasos inquietos dejaban entrever una conexión especial con el arte.

Como las aves que migran guiadas por un campo invisible, buscando un destino que aún no conocen, pero saben que les espera, Martxel Rodriguez eligió escuchar esa especie de voz interior o hilo invisible o corazonada o instinto, que es más fuerte que la lógica, que lo conducía a la danza y el poder que ésta tiene de estimular los sentidos y conectar con las emociones más profundas de las personas.

Desde muy joven la Ezpata dantza de Lesaka lo llevó a colocarse en los pretiles de las orillas del río Onin. Graduado en Física por la Universidad del País Vasco y máster en Formación del Profesorado, compagino esta formación con la de la danza, fiel a su sueño de ser bailarín, su verdadera pasión. Con 22 años hace una figuración de ópera en Bilbao y es donde empieza a conocer el mundo de la danza profesional. En 2013, emprende su camino con Dantzaz Konpainia. En 2014, se integra en la compañía danesa Black Box Dance Company. Su formación continua en Tel Aviv y cuando regresa a su tierra, se integra en el proyecto Oskara en 2015, una colaboración entre Kukai Dantza (Premio Nacional de Danza 2017) y Marcos Morau de La Veronal (Premio Nacional de Danza 2013). Dado el éxito de este trabajo, le llega la nominación como finalista en los Premios MAX 2017, como mejor intérprete masculino de danza. En 2019 es nominado como mejor bailarín a los Premis de les Arts Esceniques de la Comunidad Valenciana, por el trabajo Canvas of Bodies de Taiat Dansa.

Desde 2016, dirige su propia compañía Led Silhouette, junto a Jon López, con sede en Lesaka, donde su trabajo se nutre de las colaboraciones con diferentes personas expertas en distintas disciplinas artísticas y consigue crear atmósferas transformadoras, donde la danza se expone de diversas maneras, cuidando todos los detalles, a nivel de escenografía, de vestuario, de música, etcétera.

En 2021 fue galardonado con el Premio Promoción Talento Artístico, de la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra, por su sólida formación y trayectoria internacional y por ser referente entre jóvenes creadores en Navarra.

Ha llevado su arte por el mundo, transmitiendo emociones universales que resuenan en quienes lo observan. Pero su historia no solo se escribe en los grandes teatros; también está profundamente arraigada en los valores que comparten las Ikastolas de Navarra. Estas comunidades educativas, que valoran la lengua, la cultura y la identidad vasca, son también un crisol donde florecen las inteligencias múltiples, un enfoque que reconoce que cada persona aprende, siente y se expresa de maneras únicas.

La danza de Martxel encuentra un eco perfecto en este enfoque educativo. A través de su movimiento, él no solo despliega una inteligencia corporal-cinestésica magistral, sino que también conecta con la inteligencia emocional, despertando en el público sentimientos de asombro, reflexión y empatía. En sus giros y saltos, vemos cómo las artes pueden enriquecer todas las dimensiones de la inteligencia humana: el cuerpo y la mente, el corazón y el espíritu. Cada interpretación suya construye un viaje capaz de transportarnos a nuestros territorios más sensibles.

Las Ikastolas, con su apuesta por la educación integral y el desarrollo de las capacidades individuales en conexión con las diferentes inteligencias que las personas poseen, comparten con la danza contemporánea la visión de una humanidad más completa. Fomentan valores como la creatividad, la cooperación y la sensibilidad cultural, pilares que también encontramos en cada coreografía de Martxel. Él encarna el compromiso con la excelencia y la autenticidad, mostrando que el arte y la educación no son caminos separados, sino senderos que se entrecruzan para construir una sociedad más rica y consciente.

Cuando Martxel baila, nos invita a reflexionar sobre quiénes somos, sobre nuestras raíces y nuestro potencial. Es un recordatorio de que, así como en las Ikastolas de Navarra, cada persona tiene la capacidad de brillar, de encontrar su voz y su movimiento único en el gran escenario de la vida.

Porque la danza, como la educación, no es solo un medio de expresión, sino una manera de transformar el mundo. Y en ese viaje, figuras como Martxel Rodríguez Etxabide nos muestran el camino, recordándonos que la belleza, el conocimiento y las emociones son fuerzas poderosas que, cuando se entrelazan, nos hacen verdaderamente humanos.

Las Ikastolas de Navarra, cooperativas de iniciativa social sin ánimo de lucro, tienen entre sus objetivos promover el euskera y la cultura vasca, en particular, y la universal en general, vinculando ambas con el desarrollo educativo y social, además de fomentar actividades artísticas y/o culturales. Con este objetivo instauraron el Premio NIE y en la edición de 2024, reconocen y agradecen la generosidad de Martxel Rodriguez, generosidad que es un don que pertenece a su alma y que no depende de lo que tiene, sino de lo que él es.

El autor es director de las ikastolas de Navarra