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Marina Alcalde acaba de ser finalista en el Mundial de tango de Buenos Aires
Comenzó su carrera en 2004 y en octubre abrirá su propia academia de baile en Urduliz
“No iba buscando la clasificación, sino disfrutar la experiencia. Recuerdo que tenía muchos nervios pero el apoyo de toda la hinchada de aquí -familiares, amigos y alumnos- me ayudó mucho”, agradece.
Convertirse en finalista de un mundial en un disciplina dominada, como no puede ser de otra manera, por los argentinos -“allí están todos los maestros, aclara-, supone un hito para esta maestra y bailarina de tango que el próximo mes verá cumplido otro de sus sueños: abrir su propia academia. “Hasta ahora he dado clases en centros y diversos gimnasios porque siempre había estado buscando el lugar idóneo pero no aparecía. Ahora ya lo tengo”, indica entusiasmada.
Actualmente cuenta con alrededor de sesenta alumnos que han seguido con gran interés su participación en el Mundial al otro lado del charco. “Lo veían por Internet y me animaban mucho, y eso que la diferencia horaria les obligaba a estar despiertos de madrugada”, explica.
Precisamente, esa barrera geográfica que separa Euskadi de la cuna del tango, Argentina, es la que ha querido derribar al embarcarse en el proyecto de abrir su propio centro. “Siempre he querido traer el tango a mi lugar, a Euskadi, porque he tenido que viajar tanto para aprender y con tantas dificultades, que ahora quiero ayudar a otras personas para que lo tengan más fácil”, señala.
En este sentido, estrechamente ligado a su carrera como bailarina profesional surgió su labor como docente. En concreto, en 2005, cuando se inició como profesora asistente. “Amo dar clases”, destaca. Fruto de esta pasión por la enseñanza ha conseguido una legión de fieles alumnos, que se muestran entusiasmados por los progresos de su maestra y su estilo a la hora de bailar el tango. Un estilo propio que ha ido cultivando a lo largo de estos años, a caballo entre Euskadi y Argentina. “Empecé en Bilbao y luego fui por Euskadi siguiendo a mis profesores. Después completé mi formación en Buenos Aires”, recuerda Marina sobre sus inicios.
Inseguridades Sobre esta línea, gran parte de la personalidad docente de Marina actualmente se explica conociendo sus inicios. “Desde pequeña siempre he estado bailando, pero me costaba mucho expresarme. Era más bien vergonzosa y si en algo me ha ayudado el tango es a mejorar mi expresión. El tango cura las inseguridades y ayuda a exteriorizar los sentimientos”, desvela sobre una de las cuestiones en las que siempre incide a sus alumnos. “Trabajo mucho con ellos la expresión corporal para que puedan superar sus miedos como me sucedió a mí”, sostiene. Ahora ya no queda nada de aquella joven tímida. Su figura sigue con armonía y fidelidad el compás de la música mientras su rostro dibuja las emociones y tristezas, el amor y el paso del tiempo, en definitiva, todos aquellos sentimientos que promulga el tango, una disciplina que no entiende de guiones. “No hay una forma exacta de bailarlo, pero sí de apreciarlo”, subraya Diego Quispe, compañero de Marina en la cita mundialista que cuenta en su currículum con notables actuaciones. “Siempre ha llegado a la final”, destaca Marina, que en diciembre del año pasado se convirtió en su pareja precisamente en una milonga en Buenos Aires. “Él trabajaba en el café Tortoni, uno de los más antiguos de Buenos Aires, y me propuso que bailáramos juntos. Desde el principio tuvimos mucha química y me animó para que fuéramos al Mundial. Tuvo mucha fe en mí”, recuerda.
Actualmente, han emprendido una carrera juntos que, en ocasiones, les lleva a recorrer Europa participando en diferentes festivales de tango. Por supuesto, después del éxito de este año, tienen la cita mundialista en el horizonte. “Volveremos”, concluyen.
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