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Manuela Carrasco critica que en el flamenco importe más la escenografía que el arte

La bailaora sevillana lleva hoy su espectáculo 'romali' a los veranos de la villa de madrid

Egilea
Almudena González
Komunikabidea
Diario Noticias de Álava
Tokia
Madrid
Mota
Albistea
Data
2008/08/16

"Vivo para el flamenco, pero no voy a ver nada porque no hay nada que me motive. Llevo luchando para mantener el flamenco 30 años. Qué Dios me dé salud y fuerza, porque lo que hay son locuras; a cuál más loco; a ver quién hace más disparates. El flamenco es el arte, una luz y un mantón", explica la artista.

Nacida en el barrio sevillano de Triana en 1958, la bailaora -que reconoce que su palo favorito es la soleá- lamenta que se estén "buscando maneras modernas que no llevan a ninguna parte". "Yo valoro todo lo que dé grandeza al flamenco y que evolucione, lo que no me gusta es la revolución. Piensan que nosotros estamos anticuados. Quedamos muy pocos", insiste una mujer que ve el futuro en tres jóvenes artistas: Farruquito, su hermano Farru y Rafael del Carmen. "Ahí está el flamenco ahora", subraya. Carrasco obtuvo en 2007 el Premio Nacional de Danza por "su aportación al baile flamenco y por haber hecho desde la profundidad de este arte un lugar de encuentro con otras culturas". Ante esto, recalca: "me fui a la India a buscar las raíces de nuestros antepasados; nuestra música viene de allí", matiza una mujer que se afirma "gitana por los cuatro costados".

De este viaje surgió Romali , el espectáculo que baila hoy en los Jardines de Sabatini para cerrar el ciclo flamenco que organiza el festival veraniego de los Veranos de la Villa. "Le debo mucho a Madrid -declara-. Cuando me contrataron en el tablao Los Canasteros, yo era la mayor de seis hermanos, la más chica tenía cuatro años. Me los tuve que traer a todos, a mi padre, a mi madre y a los cinco, durante ocho meses. Yo era la que mantenía mi casa", recuerda Carrasco, quien después de la actuación de hoy afrontará cinco galas en Andalucía y otras once en varios países europeos. 

"Vivo para el flamenco, pero no voy a ver nada porque no hay nada que me motive. Llevo luchando para mantener el flamenco 30 años. Qué Dios me dé salud y fuerza, porque lo que hay son locuras; a cuál más loco; a ver quién hace más disparates. El flamenco es el arte, una luz y un mantón", explica la artista.

Nacida en el barrio sevillano de Triana en 1958, la bailaora -que reconoce que su palo favorito es la soleá- lamenta que se estén "buscando maneras modernas que no llevan a ninguna parte". "Yo valoro todo lo que dé grandeza al flamenco y que evolucione, lo que no me gusta es la revolución. Piensan que nosotros estamos anticuados. Quedamos muy pocos", insiste una mujer que ve el futuro en tres jóvenes artistas: Farruquito, su hermano Farru y Rafael del Carmen. "Ahí está el flamenco ahora", subraya. Carrasco obtuvo en 2007 el Premio Nacional de Danza por "su aportación al baile flamenco y por haber hecho desde la profundidad de este arte un lugar de encuentro con otras culturas". Ante esto, recalca: "me fui a la India a buscar las raíces de nuestros antepasados; nuestra música viene de allí", matiza una mujer que se afirma "gitana por los cuatro costados".

De este viaje surgió Romali , el espectáculo que baila hoy en los Jardines de Sabatini para cerrar el ciclo flamenco que organiza el festival veraniego de los Veranos de la Villa. "Le debo mucho a Madrid -declara-. Cuando me contrataron en el tablao Los Canasteros, yo era la mayor de seis hermanos, la más chica tenía cuatro años. Me los tuve que traer a todos, a mi padre, a mi madre y a los cinco, durante ocho meses. Yo era la que mantenía mi casa", recuerda Carrasco, quien después de la actuación de hoy afrontará cinco galas en Andalucía y otras once en varios países europeos. 


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