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«He ido a contracorriente, por eso mi trabajo ha tardado en ser reconocido»
Thierry Malandain. Coreógrafo y director del Ballet Biarritz
Sus nueve años al frente del Ballet Biarritz le han reportado algunas de sus mayores alegrías profesionales, desde que colgara sus zapatillas de ballet en 1986 y se convirtiera en coreógrafo, y más tarde, en director de su propia compañía, Temps Présent. Desde 1998, Thierry Malandain dirige el Ballet Biarritz, compañía gala de corte principalmente neoclásico, en la que ha demostrado su profundo amor hacia la danza. Dentro de la multitud de coreografías que ha gestado, un buen número hacen referencia a momentos históricos importantes para el ballet como su particular Homenaje a los Ballets Rusos. Porque Thierry Malandain, además de ex bailarín, coreógrafo y director, es, sobre todo, un artesano y amante del ballet. Fruto de su devoción por la danza, nació su personal visión del Cascanueces (1997), cuya principal novedad es la inclusión del cuento de La Nuez Dura. De su versión sobre el clásico navideño del ballet por excelencia, de su compañía y de su visión de la danza en España, hablamos con Thierry Malandain en vísperas de las actuaciones de la compañía francesa en el Victoria Eugenia, mañana y pasado, ante un aforo completo.
- En una primera reflexión, ¿cómo presentaría su 'Cascanueces' ?
- Se trata de una relectura personal de la obra de Marius Petipa y
Tchaïkovsky, que se inspira más en el texto inicial de E.T.A. Hoffmann
que en el argumento del ballet.
- La principal variante es la inclusión del cuento de 'La Nuez Dura', ¿cómo cree que afecta la incorporación de ese episodio?
- En la versión de Marius Petipa, el primer acto del ballet es
esencialmente narrativo, mientras que el segundo acto se centra más en
la recreación y requiere un cuerpo de ballet importante. Cuando creé la
obra, en 1997, sólo disponía de doce bailarines, por lo que introducir
el cuento de La Nuez Dura me permitió dotar al segundo acto de más
contenido narrativo. Esta idea responde también al deseo de
Tchaikovsky; fue Petipa quien no quiso introducirlo porque él, a
diferencia de mí, tenía que utilizar muchos más bailarines.
- ¿Qué es lo que le atrajo del 'Cascanueces' para decidir elaborar su propia versión?
- En primer lugar, la música de Tchaikovsky, pero también la fantasía del personaje, que refleja el espíritu de la infancia.
- Hace 10 años que estrenó su versión, ¿en qué ha evolucionado la
obra que estrenó hace una década respecto a la que representan ahora?
- Desde 1997, es la segunda producción de vestuario, siendo el
nuevo más fantasioso. Además, la colaboración con el Ballet Biarritz
Junior nos permite aumentar el número de bailarines, por ejemplo, en el
episodio de las Nieves y en el Vals de las Flores. Por otro lado, para
esta ocasión, he elaborado la coreografía de un fragmento final que
generalmente no existe.
- 'Cascanueces' es el clásico navideño por excelencia, ¿por qué
cree que se ha convertido en algo tan tradicional de las Navidades?
Para usted, ¿es sólo un ballet clásico más o admite una lectura más
profunda?
- Es el clásico de Navidad por excelencia, porque el tema del
propio ballet es esta fiesta tradicional. Sin embargo, aparte de esto,
hay una motivación más profunda. Existe una técnica de respiración
llamada Rebirthing que, en cierto modo, permite al paciente
desconectarse de la realidad y «viajar». Drosselmeyer desempeña, en mi
versión, el papel del médico y, mediante esta técnica, que en el ballet
se traduce en gestos significativos, transporta a María al país de los
sueños.
- Lleva casi diez años al frente del Ballet Biarritz, ¿cómo definiría a su compañía?
- El trabajo cotidiano del Ballet Biarritz es la danza clásica,
pero yo la transgredo en mis coreografías para proponer mi estilo
particular. Me gusta jugar con las referencias ya sean coreográficas,
históricas o de otro tipo. Por ejemplo, el personaje del Cascanueces ya
no es un soldado como en la obra de Petipa, sino un boxeador inspirado
en la película Billy Elliot. Por lo que respecta a los bailarines,
todos tienen un físico y personalidades diferentes. Por supuesto, son
bailarines pero también personas que bailan y para mí eso es muy
importante.
- Del grupo inicial hasta la compañía actual, ¿qué balance hace de la evolución de la compañía?
- Desde 1986, fecha de la creación de la compañía, hasta mi
nombramiento como director del Centre Chorégraphique National de
Biarritz en 1998, y hasta hoy, han transcurrido casi 22 años. Mi
trabajo ha tardado en ser reconocido porque he ido a contracorriente,
sin seguir la moda. He sido fiel al espíritu del ballet clásico cuando,
para ser bien considerado por las instituciones, habría tenido que
adoptar otras estrategias. O sea, ser más «contemporáneo». Lo que me ha
permitido aguantar ha sido un compromiso incondicional, la fidelidad de
mis bailarines, el reconocimiento del público y el hecho de que, desde
el principio, se me ofreció firmar ballets para otras compañías, cosa
bastante rara entre los coreógrafos franceses. La consecuencia de todo
esto es que, hoy por hoy, soy uno de los pocos franceses que trabajan
así, y que el Ballet Biarritz es una de las pocas compañías francesas
«neoclásicas» dirigidas por un coreógrafo.
- ¿Cuáles son los logros más interesantes de su etapa de Ballet Biarritz? ¿Quizás la nominación al Premio Benois de la Danse?
- Las dos nominaciones consecutivas a los premios Benois de la
Danza me animaron mucho y fueron una forma de reconocimiento. Sin
embargo, el mayor éxito del Ballet Biarritz es el hecho de que exista,
de poder vivir de la danza, algo que, en los tiempos que corren, no
tiene precio.
- ¿Cuáles son los objetivos próximos del Ballet Biarritz o sus objetivos como director y coreógrafo del mismo?
- Ahora mismo, estamos preparando un nuevo programa. Saldrá a la
luz en Luxemburgo, en marzo. Se compondrá de un ballet inédito de
Maurice Ravel, Le Portrait de l'infante (el retrato de la infanta) cuyo
decorado correrá a cargo de Manolo Valdés, escultor y pintor español.
También incluirá El Amor Brujo de Manuel de Falla. Cuando esté
finalizado, este programa se presentará por ejemplo en la Exposición
Internacional de Zaragoza, en Madrid y en Nueva York.
- Hace unos años que trabajan también a este lado de la frontera
-en Donostia-, a través de la asociación Dantzan. Con la perspectiva
que le da trabajar aquí, ¿cómo ve la situación de la danza en España?
- Admiro el talento y la calidad de los bailarines españoles,
especialmente los que conozco, procedentes el Conservatorio de Madrid o
de la Escuela de Maria de Ávila. Pero también admiro el trabajo
realizado por Nacho Duato, Victor Ullate y otros artistas como el joven
coreógrafo Thomas Noone que trabaja en Barcelona. Dicho esto, creo que
es una pena que en España haya tan pocas compañías y que algunos
bailarines estén obligados a exiliarse para encontrar trabajo. Al mismo
tiempo, no cabe duda de que esto ayuda a dar a conocer vuestro país en
todo el mundo. Y, además, ya sabe que la situación no es mejor en
Francia. Aunque es ciento que en mi país hay una verdadera política
para favorecer la danza, también tiene sus fallos.
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