Romper con las costumbres no siempre es fácil y, menos, en un pueblo. Sin embargo, el carnaval txiki de Lantz tuvo este domingo a la primera mujer Ziripot, Maialen Irurita, de toda su historia. La primera desde 1931, en que se tiene registro de esta legendaria tradición, que casi un siglo después continúa celebrándose con la misma fantasía e ilusión.

Ziripot, la típica figura que toda persona querría tener a su lado. Todos menos Miel Otxin. Con su carácter bonachón y tranquilo, Ziripot, personaje popular en la cultura del norte de la Comunidad Foral, descubrió, según cuanta la leyenda, dónde vivía el Zaldiko -este era la mascota del gigante, mitad caballo, mitad humano- y por tanto, dónde vivía su amo, el ladrón de Lantz. Ziripot, con la ayuda del pueblo -hoy esta redada se representa con las figuras de txatxos-, capturó al gigante Miel Otxin, que fue quemado en la plaza del pueblo como castigo por su injusticia y vandalismo.

Este personaje amigable y de gran tamaño ha pasado a formar parte de toda una tradición que hoy “se sigue viviendo como siempre”, aseguró Isabel Baleztena, alcaldesa de Lantz. “Este año, la única diferencia, que no es poca, es que tenemos Ziropot chica”, añadió. Durante el casi centenar de años que se celebra este festejo, Ziripot ha sido siempre encarnado por hombres. Pero este domingo, la mujer protagonizó un relevo que marca un antes y un después. “Estaría bien coger más los primeros personajes principales y tomar, poco a poco, los sitios que tienen los hombres”, expresó Maialen Irurita, Ziripot este domingo.   

Maialen es vecina de Lantz “de toda la vida”, por lo que ha vivido los carnavales desde siempre. Su recorrido en las kalejiras, su pasión por estos días, le han llevado a incubar una ilusión que, después de mucho reposar, este domingo se hizo realidad. “Es una idea que tenía mucho en la cabeza. Este año he tenido las fuerzas y la valentía y me he animado. Me hace ilusión ser la primera”, confesó Maialen. Para ella el carnaval “es una tradición que recibes desde casa, está muy arraigada en el pueblo y a la familia; usas ropas de tus abuelos y disfrutas mucho de las comidas. Está muy guay”, explicó.

La posada del pueblo abrió este domingo la ganbara a las 12.00 horas. Entre polvo, bajo una luz tenue y ante las miradas de las figuras de Miel Otxin -el normal y el txiki- Maialen comenzó a transformarse en Ziripot. Dani, Mertxe, Oier, Itxaso y Luis, amigos y familiares de la protagonista, ayudaron a la joven a coger unos kilos de más. Casi diez de helecho y heno de hierbas secas llenaron las telas del traje. “Pero no son tantos, es más volumen lo que parece”, aclaró Luis Mariñelarena, vecino y ayudante de vestimenta. La expresión de Maialen reflejó la emoción que este ritual le suscitó. “Estoy cagada. He dormido muy poco, estoy muy nerviosa, pero con muchas ganas”, declaró.

A pesar de que Maialen no se “imaginaba de ninguna manera” el proceso le resultó “aguantable”, reveló. Sin embargo, la protagonista previó que las kalejiras le iban a hacer sufrir. “Es duro, parece más fácil de lo que es, pero es una paliza. Tienes que andar con todo el peso, te tiran al suelo y son un par de vueltas. Tiene mucha tela”, reconoció Itxaso Sarasibar, amiga de Maialen y del pueblo. Sin embargo, la nueva Ziripot contó con los consejos de los expertos del carnaval. “Le he adelantado que al caer la carga se cede y se queda floja. Esa es la parte mala. Ella tiene que aprender a adaptarse. La espalda se le caerá, pero se tiene que apoyar con el palo y aguantar”, explicó Luis.

Maialen Irurita se enfunda el traje de Ziripot.

Maialen Irurita se enfunda el traje de Ziripot. Unai Beroiz

Maialen pronto dejó de ser ella y rápido cogió la forma de su personaje. Una vez rellenadas las telas quedaba coser las partes para evitar pérdidas en la kalejira. Con un empujón cariñoso, Ziripot cayó al suelo protegido por los restos de hierbas, y los ayudantes cosieron los últimos detalles. “Soy veterinario y estas son las agujas salmeras, las que usamos nosotros en el oficio”, aclaró Luis. Unas herramientas que tras ser usadas volvieron a su lugar “sagrado”, una caja de turrón oxidada que lleva almacenando estos utensilios desde hace décadas.

Ziripot, todavía tumbado en la posada mientras recibía las últimas puntadas, dejó ver a lo poco que su personaje no se había comido de Maialen. Entre kilos de helechos se observó un rostro honesto y muy personal -quizá la faceta de humanidad y emoción que más unió este domingo a la figura de Ziripot y a su representante de carne y hueso- que rompió a llorar de felicidad. Itxaso, siempre atenta y dispuesta en el ritual, tomó las manos de su amiga y con una mirada cómplice levantó a Ziripot, que se tapó la cara con la mantilla y se colocó el gorro. El carnaval estaba a punto de despegar.

Tras recorrer las calles de su pueblo natal, Maialen confesó que estuvo “súper emocionada todo el rato; me lo esperaba peor”. También declaró que “ lo peor es cuando te tiran y te da el cuello para atrás”. Sin embargo, el cariño de sus txatxos le hicieron vivir una experiencia única que, si tiene oportunidad, la primera mujer Ziripot repetirá.