El Carnaval está en pleno apogeo en las diferentes localidades que conforman la Lautada. Después de una intensa noche de fiesta el cielo azul y las buenas temperaturas animaron a más de uno a salir a disfrutar de una nueva jornada carnavalera, esta vez con el Carnaval Rural como protagonista.
La llegada de la Cuaresma viene precedida por la celebración del Carnaval, fiesta que aúna magia, danza y color. En las diferentes localidades que conforman la comarca se dio rienda suelta a la fiesta tras máscaras y ropajes de toda índole.
Zalduondo revivió ayer fiel la tradicional quema de Markitos, símbolo de todo lo malo en los carnavales de la localidad, mientras que en Agurain curiosos personajes inundaron de color y misterio sus calles en su decimoquinto aniversario.
Agurain y su particular Carnaval
Los primeros en celebrarlo fueron los y las vecinas de Agurain que se enfundaron las pieles, los sacos y viejos ropajes para tomar parte en el Carnaval Rural. Después de dos días en los que personajes como payasos, superhéroes, la familia Adams, los políticos famosos de turno, sevillanas, cazafantasmas, alienígenas, indios o vaqueros inundaron las calles ayer los trapos viejos, los sacos o las máscaras se adueñaron del carnaval aguraindarra.
La plaza Euskal Herria se convirtió en centro de reunión de extrañas criaturas ataviadas con pieles, sangre brotando por los cuatro costados y puntiagudos tridentes bajo el embrujo de lamúsica. La fiesta de los carnavales en Agurain goza de una gran tradición. De ella se tienen noticias al menos desde 1678.
Un año más, y ya van dieciséis, la representación sirvió para rememorar los tiempos antiguos donde todos vivían el Carnaval con gran ilusión, sobre todo los jóvenes, que eran los actores principales de la misma.
Astas, rudimentarias armas, cencerros, caretas o sombreros con pañuelos que tapaban completamente la cara sirvieron a los participantes en el espectáculo para dar mayor dramatismo al momento. La música animó a los presentes a participar en el desfile por las principales calles del Casco Histórico de la localidad acompañados por un sol radiante.
Un trágico final para Markitos
A escasos kilómetros de allí, en Zalduondo, cuando el reloj marcaba la una en punto del mediodía, Markitos, trajeado, con txapela a la cabeza y trece cáscaras de huevo pintadas de rojo, verde y blanco por color, salió por la puerta del palacio de los Lazarraga para convertirse, para su desgracia y alegría de los zalduondarras, en protagonista del carnaval rural de la localidad, uno de los más antiguos del territorio.
Su final está escrito. Acabar en la hoguera. Antes y desde la mañana el mítico personaje zalduondarra, sufrió el escarnio de sus paisanos. Primero lo pasearon a lomos de un burro ante la algarabía general, después lo empalaron en la “lata” –una estaca de unos seis metros de alto- ante la sorna del nutrido grupo de hombres, mujeres, niños y niñas que danzaron a su alrededor durante unos minutos ante la atenta mirada de Markitos desde las alturas.
Allí continuó hasta que a eso de las cinco de la tarde volvió a recibir las iras de sus vecinos y vecinas, esta vez acompañado de una cohorte de variopintos personajes como sus padres, el viejo y la vieja, el predicador, el cenicero, el barrendero, el pastor y las ovejas o los porreros, entre otros. Un paseo hasta el frontón donde tuvo lugar el enjuiciamiento.
El predicador leyó el discurso que sirvió de razonamiento jurídico para dar buena cuenta de Markitos. El sermón del predicador es nuevo cada año y culpa a Markitos sobre los distintos males que ha sufrido el pueblo a lo largo del año.
Las muertes de los vecinos, la crisis, la pandemia, los incendios, la sequía, las enfermedades, la subida de los precios, las desigualdades, el pinchazo de las ruedas, el mal tiempo o las riñas vecinales, entre otras, fueron algunas de las razones que han llevado a lo largo de los años a la hoguera. Su vida ha sido fugaz, como el carnaval.
Tradición y misterio del Carnaval Rural
El Carnaval Rural de Zalduondo es mucho más que una fiesta popular. Tras él se mueven fuerzas rituales ancestrales que deambulan entre la evidencia y el misterio. Es uno de los más antiguos del territorio desde su recuperación hace más de cuarenta años por Blas Arratibel y Martiniano Martínez de Ordoñana con la ayuda de Joaquin Jiménez.
Máscaras, música y danzas se dan cita en los pueblos alaveses, sobre todo en Zalduondo, envolviendo el ambiente en una magia seductora. Un año más, los bailes, la magia y el colorido protagonizaron el carnaval rural de la Llanada.