Con la mirada puesta en el cielo arrancaba la jornada de ayer en Oñati. Cada detalle estaba perfectamente organizado; con mucho mimo. Las calles alfombradas con juncos y las imágenes ya trasladadas a la parroquia, antes de que la misa mayor diera comienzo al son de once campanadas. Todos los elementos que dan cuerpo a la cita procesional del Corpus Christi estaban listos para revivir un auto sacramental único.
Pero fue en el crucial momento de echarse a la calle cuando descargó un fuerte aguacero que obligó a decidir un plan b. El Arcángel San Miguel, patrón de la villa, el Cristo y los doce apóstoles, que completan la galería de santos vivientes, se dirigieron directamente desde Santa Ana hasta el claustro de la parroquia, donde se vivió una versión reducida y diferente de la procesión. Sin imágenes en andas, pero sí con el inconfundible repique de las castañuelas de las y los dantzaris, que hace más singular si cabe la ancestral celebración oñatiarra, los apóstoles personificados y el personado de San Miguel, los miembros de la Cofradía, las niñas y los niños que han hecho la Primera Comunión, la banda de txistularis y la de música.
Con solemnidad y devoción a partes iguales, la procesión se realizó entre cuatro paredes. No salió a la calle, algo que no sucedía desde 1997. Dieciséis años más tarde, en 2013, el desfile también estuvo marcado por la lluvia, con un recorrido más corto que concluyó en el claustro.
Ibon Martín de visita
Entre el público presente se encontraba el escritor Ibon Martín, que ha contribuido a popularizar aún más el Corpus de Oñati con su superventas El ladrón de rostros. “A pesar de que la creación de la novela ha sido in situ, no ha coincidido con la época de esta festividad, que se vio afectada por la pandemia. Es mi primera visita; el colofón perfecto a la gira de firmas del libro que terminamos ayer –por el sábado–”, manifestaba el autor donostiarra, acompañado de su familia.
Tras desfilar por la parroquia el ritual procesional recalaba frente al imponente retablo mayor, donde nueve dantzaris, capitaneados por Mikel Biain, interpretaron el Zortziko de San Miguel. Tradición, folclore y fiesta, aunque bajo techo, se fundieron en Oñati.