Mirando al cielo han transcurrido las primeras horas del domingo, clamando por que la inoportuna lluvia no obligara a repetir el paseo a cubierto en la parroquia, y en versión muy reducida, que el año pasado tuvo que vivir el ritual del Corpus Christi de Oñati. Pero tras la misa, cuando tocaba echarse a la calle, y con el volteo de las campanas como telón de fondo, el cielo se ha despejado y el sol ha hecho acto de presencia. “Menos mal que el tiempo se ha portado”, se congratulaban entre el público.

Los santos han vuelto a cobrar vida en la procesión, y su espectacular desfile ha sido seguido por numerosos espectadores que han abarrotado las calles alfombradas de juncos. Había muchas ganas de disfrutar de este rito preservado de generación en generación, que fusiona tradición, religiosidad y folclore. La jornada ha vuelto a ser tan especial, que hasta el obispo de Donostia, Fernando Prado, que ha oficiado la misa mayor, se ha marcado unos bertsos en la bendición de la plaza.

Los apóstoles personificados, perfectamente engalanados con sus capas, pelucas y máscaras, y el personaje de San Miguel, que con su porte marcial y la característica indumentaria guerrera ha encarnado Julen Kortabarria, han sido el centro de atención. Las y los incansables nueve dantzaris, con Axier Uriarte como capitán (función que también ha desempeñado estos días Ane Irazabal), han marcado el compás con el inconfundible claqueteo de sus castañuelas.

Imágenes de una quincena de cofradías y hermandades, los niños y niñas que han hecho la comunión, angelitos portando calas y pétalos de rosa, los miembros del Apostolado y de la Adoración Nocturna, y la custodia del Santísimo bajo palio, seguida de las y los concejales del PNV, completan la comitiva, al son de la banda de música y la de txistularis.