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Los coreógrafos

Egilea
Maite Pagazaurtundúa
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Iritzia
Data
2011/10/03
Lotura
Diario Vasco
Pero había tenido que volver a utilizar por las noches la férula que le fabricó su dentista cuando lo que llamaron proceso de paz. El anterior. Cinco años antes, seis años antes, qué más daba, no podía recordar la fecha exacta, pero la férula parecía haber quedado pequeña y se le hincaba en este nuevo proceso en la carne. Cada día, por la mañana, tardaba un rato en dejar de dolerle la zona que anclaba aquel cacharro. Empero, una férula nueva tendría que esperar. La salud de los suyos había empeorado gravemente con el Proceso.

En el mes de junio había tenido la oportunidad de asomarse una y otra vez a los ensayos de una coreografía de fusión con pasos de claqué y flamenco para una guajira flamenca. Y fue como una iluminación. Los bailarines se convertían en pura plastilina en manos de la coreógrafa y profesora, pero cuando por fin llegó la representación, los espectadores quedaron deslumbrados por los bailarines que repetían -así era- los pasos imaginados y cincelados en ellos por la coreógrafa.

La gran pregunta sobre lo que estaba pasando en el País Vasco y Navarra consistía en saber quiénes eran los coreógrafos y quienes eran meros bailarines o inocentes espectadores. La respuesta -quien sabe- convertiría algún día a los vascos en estatuas de sal, pero en aquellos tiempos la mayoría asistía deslumbrada a los pasos de los bailarines que escenificaban cómo alcanzar, sin costes, eso decían, la paz.

Le dolía más la boca en la mañana del último día de septiembre. Dormir en casa de su madre no era lo mismo que hacerlo en su propia casa. Por instinto se acercó a la biblioteca de la familia y tropezó con Josep Plá. Abrió el libro de 1437 páginas y éste le habló:

«Si alguna vez se encuentran con un orador que les asegura la felicidad, el bienestar, la solución de todos los problemas gratuitamente o de balde; si alguna vez se encuentran con un cura laico de palabrería dulce, para familias numerosas, hipócrita y falso, créanme: abróchense la americana y váyanse a la máxima velocidad».
La campaña electoral iba a ser dura. Todo, todo serviría en un país que se desmoronaba por la infestación de bailarines en el papel de periódico y coreógrafos sin escrúpulos.

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