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Los coreógrafos
Pero había tenido que volver a utilizar por las noches la
férula que le fabricó su dentista cuando lo que llamaron proceso de
paz. El anterior. Cinco años antes, seis años antes, qué más daba, no
podía recordar la fecha exacta, pero la férula parecía haber quedado
pequeña y se le hincaba en este nuevo proceso en la carne. Cada día, por
la mañana, tardaba un rato en dejar de dolerle la zona que anclaba
aquel cacharro. Empero, una férula nueva tendría que esperar. La salud
de los suyos había empeorado gravemente con el Proceso.
En el mes de junio había tenido la oportunidad de
asomarse una y otra vez a los ensayos de una coreografía de fusión con
pasos de claqué y flamenco para una guajira flamenca. Y fue como una
iluminación. Los bailarines se convertían en pura plastilina en manos
de la coreógrafa y profesora, pero cuando por fin llegó la
representación, los espectadores quedaron deslumbrados por los
bailarines que repetían -así era- los pasos imaginados y cincelados en
ellos por la coreógrafa.
La gran pregunta sobre lo que estaba pasando en el País
Vasco y Navarra consistía en saber quiénes eran los coreógrafos y
quienes eran meros bailarines o inocentes espectadores. La respuesta
-quien sabe- convertiría algún día a los vascos en estatuas de sal, pero
en aquellos tiempos la mayoría asistía deslumbrada a los pasos de los
bailarines que escenificaban cómo alcanzar, sin costes, eso decían, la
paz.
Le dolía más la boca en la mañana del último día de
septiembre. Dormir en casa de su madre no era lo mismo que hacerlo en su
propia casa. Por instinto se acercó a la biblioteca de la familia y
tropezó con Josep Plá. Abrió el libro de 1437 páginas y éste le habló:
«Si alguna vez se encuentran con un orador que les
asegura la felicidad, el bienestar, la solución de todos los problemas
gratuitamente o de balde; si alguna vez se encuentran con un cura laico
de palabrería dulce, para familias numerosas, hipócrita y falso,
créanme: abróchense la americana y váyanse a la máxima velocidad».
La campaña electoral iba a ser dura. Todo, todo serviría
en un país que se desmoronaba por la infestación de bailarines en el
papel de periódico y coreógrafos sin escrúpulos.
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