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«Le Basque», danzas de Euskal Herria en Versalles

Komunikabidea
Gara
Tokia
Donostia
Mota
Albistea
Data
2006/05/30

“Le Basque” se estrenó el año pasado en Musikaste, pero no ha sido sino hasta ahora cuando ha iniciado su recorrido por diversos escenarios. Recientemente pudo verse en Ablitas y Antsoain, dentro del festival Escena, y próximamente se representará en el renovado Leidor de Tolosa, en el marco de la Quincena Musical y el 750 aniversario de la fundación de la villa papelera. Paralelamente, los componentes del Enssemble Diatessaron, que dirige Elena Martínez de Murguía, ultiman la grabación de un disco con la música del espectáculo.


En “Le Basque” intervienen los seis músicos de Diatessaron, que utilizan instrumentos de época, incluido el «txistu barroco» ­con una afinación más baja que la normal y tocado en un temperamento diferente­, y tres bailarines de Erregelak, encabezados por Peio Otano. Unos y otros interpretan piezas que abarcan desde los primeros pasos del barroco hasta la reforma ilustrada de las danzas vascas propuesta por el zaldibitarra Juan Ignacio Iztueta, pero se centran sobre todo en «lo que pasaba» en Versalles en la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII. Y «lo que pasaba» es que las melodías y las danzas de la corte de Luis XIII y Luis XIV estaban íntimamente ligadas a las melodías y las danzas tradicionales vascas.

Elena Martínez de Murguía, una apasionada de la viola de gamba, se desplazó a Toulouse para estudiar a fondo todo lo relacionado con este instrumento, que conoció su época dorada durante el barroco francés. Pronto se dio cuenta de que muchas de las piezas para baile compuestas por grandes músicos del momento, como Marin Marais, tenían títulos como “Le Basque” o “La Biscayenne”. Empezó entonces a indagar, con la complicidad del bailarín y coreógrafo Peio Otano, y constataron que existía una gran conexión entre las melodías y las danzas tradicionales vascas y las de Versalles.

La conexión vasco-versallesca

La historia de cómo se estableció exactamente esa conexión está por escribir, pero cabe pensar que en ella tuvo mucho que ver el hecho de que el rey Enrique de Navarra llegara al trono de Francia. Y también que durante el barroco se impusiera en la corte cierta moda pastoril. «En todo caso ­subraya Elena Martínez de Murguía­, los vascos estaban considerados como muy rápidos y resistentes. ‘Correr como un vasco’, por ejemplo, era una expresión en boga. Esas facultades se reflejaban también en la danza, y los bailarines vascos tenían reputación de ágiles y virtuosos. De hecho, en el ballet clásico, que empezó a fraguarse en esa época, existe el famoso pas de basque».

El interés de Elena Martínez de Murguía y Peio Otano por la conexión vasco-versallesca desembocó en la creación del espectáculo “Le Basque”. En él se dan cita músicas francesas de época ­algunas de las cuales cabe identificar directamente con melodías tradicionales vascas­ con otras de este lado de la frontera, como una partitura para arpa escrita en 1700 por Zala y Galdeano en Iruñea. También las coreografías ­minués, zarabandas, follías, fandangos y zortzikos­ son de época, con excepción de las expre- samente creadas para la ocasión por Otano.

El Ensemble Diatessaron y Erregelak acaban de iniciar un recorrido por diversos escenarios vascos que esperan que no tarde en llevarles también fuera de Euskal Herria. Paralelamente, ultiman la próxima grabación de un disco que conten- drá la parte instrumental del espectáculo.




«Creo que la música antigua tiene másmarcha y más swing que la académica»
Elena MARTINEZ DE MURGUIA | Directora de Ensemble Diatessaron

Elena Martínez de Murguía toca la viola de brazo en la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pero su pasión es la viola de gamba, por la que siente auténtica pasión. «Es casi algo biológico», afirma. «El instrumento me gusta ­explica­ porque tiene un sonido increíble, y te engancha. Pero, además, cuenta con un repertorio, música antigua, que me hace sentir con mucha más libertad que la música académica, con mucha más que en una orquesta, por ejemplo».

Y es que, asegura, la música antigua se presta mucho más a la interpretación. «En la académica todo o casi todo está atado, pero en la antigua cuentas con unos esquemas, un esqueleto al que hay que dotar de cuerpo. Y es ahí donde cabe la libertad a la hora de interpretar, porque no sabemos exactamente cómo lo hacían, aunque sí sabemos que tenía mucho más que ver con la música popular que con la académica. Porque la música culta de entonces, y quizá particularmente en el caso de las danzas, tiene más que ver con el folklore de lo que se nos hace ver. Y no sólo la música antigua, sino la de Mozart, Beethoven o Bach, que también iban a las tabernas y muchas veces se inspiraban en melodías y danzas populares».

La gambista no sólo se siente más libre con la música antigua, sino que considera que, «por encima de tópicos y malentendidos, tiene más capacidad de conexión, marcha y swing que la académica».

Refuerza sus argumentos poniendo como ejemplo no ya el caso de la música antigua, sino el de la medieval, que cuenta con la dificultad añadida de ser interpretada con instrumentos que incluso se han perdido. «Ahora, por ejemplo, en Iruñea están reproduciendo los instrumentos labrados en piedra en la catedral, y yo misma tocaré en setiembre uno de ellos, una especie de viola de brazo. Pero una cosa es que el organero haya reproducido el instrumento con la máxima fidelidad al modelo de piedra y otra es averiguar cómo lo tocaban. Y eso te lleva a acercarte a la música tradicional árabe o a la india. Del mismo modo que cabe pensar que el violín irlandés o el de algunos países americanos a los que lo llevaron los jesuitas está más cerca del violín barroco que el clásico. Así es que hemos vuelto a encontrarnos con el folklore. En realidad, todo está mucho más interconectado de lo que pa- rece», subraya. -

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