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Las soledades de Cortés
Con quince años, debutó en el Ballet Nacional de España,
donde alcanzó la categoría de solista. En 1992 creó su propia compañía,
el Joaquín Cortés Ballet Flamenco, con el que visitó Donostia por
primera vez en 1994, presentado su ópera prima Cibayí
(1992), dentro de la 55ª Quincena Musical. Un abarrotado Victoria
Eugenia se rindió a los pies de un apasionado Cortés de veinticinco
años, que cuestionaba los pilares del flamenco. Con Merche Esmeralda
como artista invitada, Cortés recibió elogios por su «duende, genio y
garra», titular de la crítica publicada por DV (22-08-1994).
Ya convertido en un icono con gran proyección mediática, el bailaor cordobés regresó en 1997, para presentar su obra Pasión gitana
(1995), en el Velódromo de Anoeta. El rápido éxito le había embriagado,
especialmente, la humildad, protagonizando momentos de gran narcisismo
escénico, pero que conseguían movilizar a las masas. A partir de ahí,
más de lo mismo en sus siguientes visitas donostiarras, pero con
escenario nuevo: el Auditorio del Kursaal. En 1999, recaló con Soul, una propuesta de mestizaje entre gospel, ritmos cubanos y soul, con su materia prima de flamenco; en 2002, volvió con Live, una jam session
de dos horas de duración, en la que repasaba varios palos flamencos,
asumiendo la interpretación en solitario, aunque con mayor mesura.
Convertido en un producto de marketing, la danza del
cordobés siguió una progresión inversamente proporcional a su fama:
cuanto más renombre universal, menos entrega en el escenario. Sin
embargo, el público, árbitro soberano, siempre ha ratificado con su
asistencia y caluroso aplauso sus actuaciones. Muchas veces, el
personaje de Cortés ha fagocitado al artista que se subía a un
escenario. Las consecuencias: el poco aprecio por parte de la prensa
especializada y de la crítica, y su imagen de incomprendido enfant terrible.
A seis meses de entrar en los 40, Cortés y su vanidad
tienen una cita el próximo 31 de julio en la Plaza de toros de Ilunbe.
Y es que las soledades de Cortés serán menos soledades si, por fin,
consigue el reconocimiento del público y de la crítica al unísono, en
su madurez como intérprete.
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