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Lantz quema a su asaltador de los caminos
La lluvia no impidió el ajusticiamiento del bandido miel otxin y los vecinos, vestidos de txatxus, lo celebraron con su zortziko
El pajar de la Posada, en el tercer piso, se convirtió ayer de nuevo en un desván mágico de transformación de vecinos del pueblo en personajes de leyenda. Ziripot, en carnado por Joseba Aríztegui, se introducía en su tradicional traje de sacos rellenos de helechos, ayudado por Luis Mariñelarena y Jesús Mari Esáin, desde casi una hora antes de salir a la calle. Aríztegui, que se convierte en esta figura bonachona, oronda y torpe desde hace algo más de diez años, explicó que antaño se mezclaban también, entre los harapos, "hierbas secas" para amortiguar los golpes al caerse, pero que "con solo helecho se hace mejor" porque cogía más volumen y era más ligero.
Sin embargo, aunque fuera menos pesado, una de las características de este personaje fue que cuando cayó al suelo durante la animada kalejira previa a la quema del gigante Miel Otxin, necesitó de la ayuda de los txatxos (txatxus en Lantz) para levantarse de la tierra. Zaldiko, otro de los personajes clave de este carnaval, fue revivido en esta ocasión por Mariñelarena. Se trata de un bravío caballo que arremetió contra Ziripot hasta tirarlo en repetidas ocasiones durante el pasacalles, a quien los arotzak o herreros herraron por dos veces, consiguiendo así que se amansara antes del baile del zortziko.
martes, día grande El día anterior al miércoles de ceniza es el culmen de la fiesta en Lantz. A pesar de la lluvia, multitud de curiosos, vecinos del valle y de la capital navarra, se acercaron ataviados con ropa de abrigo y paraguas a disfrutar de la celebración rural (pasacalles y quema de Miel Otxin tras el ocaso) y, algunos, de la juerga y gaupasa posteriores en la Posada.
El domingo fue de los txikis, ellos se disfrazaron de txatxus, portaron a un pequeño Miel Otxin y molestaron con sus escobas a los presentes al son de dos acordeones. El lunes, con desfile solo por la mañana, se recreó la animación del singular Carnaval pero sin la quema del bandido. Y ayer, día marcado por los vecinos del pueblo, llegó el día grande: almuerzo por la mañana, kalejira (disfrazados de sus mágicas y pintorescas figuras), una animada comida (y mejor ronda copera por las casas) y, al oscurecerse el cielo, entre las siete y ocho de la tarde, la última vuelta al pueblo con Ziripot y Zaldiko y la hoguera del ladrón ajusticiado.
No daban las nueve de la noche y los gritos guturales de los txatxus llegaban a la plaza. Allí, según versiones, el asaltador de caminos o fantasma del hambre y de las plagas simbolizado en figura de tres metros de paja y tela hecha por los vecinos, ardió entre las llamas después de haberle disparado. Alrededor de la hoguera se creó un círculo formado por los coloridos personajes con la cara cubierta que representan al pueblo. Y estos, en rededor, danzaron su zortziko, el zortziko de Lantz, hasta que el fuego desapareció.
La figura de tres metros del bandido apresado es paseada por las calles del pueblo.
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