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La vida, un paso de baile
Los beneficios de la danza
Llega
pasadas las cuatro de la tarde y se cambia deprisa, fuera de la clase
de ensayo. La música suena mientras sus compañeros de danza dibujaban
los primeros pasos. Se ajusta el pantalón, pone recta su camiseta y
cuando está lista para entrar, justo antes de cruzar la puerta,
susurra: "El baile es nuestra vida gracias a ella". Ella es su
profesora, la coreógrafa Sarah Ramírez. Y quien lo asegura es Ana Mota,
Anita. Lleva desde los cinco años bailando ballet clásico y
tiene síndrome de Down. Igual que Urtzi, Daniel, Zaloa, Saioa, Carlos,
Alberto, Joanes, Aritz, Mikel, Unai y Ruth, sus compañeros en la
compañía de danza Despertar los sentidos. Y es que el arte es
democrático. Por eso estos doce bailarines ensayan cada viernes en el
Kultur de Leioa y suben a todos los escenarios posibles. Quieren
demostrar lo que son capaces de hacer y gritar a la sociedad que todo
es posible si se pone ilusión y, sobre todo, esfuerzo.
La
danza es para ellos algo más que unos pasos de baile. Es una mezcla de
reto e ilusión. Reto porque deben luchar día a día contra sus propios
problemas e intentar solucionarlos e ilusión porque muchos de ellos
sueñan con poder vivir de la danza. Algo que no pueden hacer hoy por
hoy ya que son muchos los teatros e instituciones que no les consideran
artistas. Aún así, no se rinden. Y no están solos en este viaje porque
Sarah Ramírez capitanea Despertar los sentidos, la única compañía para
personas con síndrome de Down y daño cerebral de Bizkaia, que soporta
multitud de dificultades para subir a un escenario. "Estamos luchando
para que nos traten como profesionales porque estos bailarines son
capaces de llevar ellos solos todo el espectáculo. Ensayamos como
profesionales, cuando actuamos fuera nos comportamos como tales",
reclama Ramírez.
Todo comenzó en 2001, cuando
esta joven bilbaina que había montado una escuela de danza en La Rioja
decidió volver a Euskadi y comenzar un curso en la Fundación Psico
Ballet de Maite León. Tras cinco años de preparación especializada en
personas con discapacidad formó Despertar los sentidos "con el objetivo
de mejorar la calidad de vida de las personas que sufren algún tipo de
discapacidad física, psíquica o sensorial. La verdad es que es lo mejor
de mi vida porque no sólo les enseño yo a ellos, sino que ellos me
enseñan a mí y al resto de la sociedad".
EL PLACER DE TRABAJAR Desde entonces, Sarah Ramírez tiene "hipnotizados"-según expresó Anita-
a sus bailarines. Son cómplices. Amigos. Camaradas. Mosqueteros. Todos,
incluida la propia directora de la compañía, han encontrado en la
música su propia terapia contra las dificultades que les pone la
sociedad. "En estas clases no sólo aprenden a bailar y a hacer teatro,
también aprenden a maquillarse, a vestirse, trabajan la memoria, la
perseverancia, la disciplina, a ser más autónomos… Aprenden capacidades
que ellos desconocían y que luego les sirven en su vida diaria: el
placer de trabajar, alcanzar metas, mejorar su autoestima y que los
demás valoren lo que hacen porque ése es el problema, que no se valora
la discapacidad", explica Ramírez.
A pesar de las
negativas que han recibido durante su vida, cuando bailan enciman del
escenario se sienten más felices que nunca. Sin embargo, han escuchado
demasiadas veces la palabra no. Han experimentado en muchas ocasiones
la discriminación. "A los discapacitados se les considera por lo que no
pueden hacer pero no por todo lo que aportan que es una mirada
totalmente distinta y una revolución en el arte de la comunicación
humana", reivindica Ramírez.
La sonrisa no se
borra de sus rostros ni siquiera después de una hora de ensayo. Desde
que comenzaron su andadura en Despertar los sentidos, estos bailarines
han representado ya dos obras diferentes y han actuado en Santurtzi,
Leioa, Donostia, en el BEC de Barakaldo y Basauri. "La danza es lo más
importante de mi vida porque siempre me ha gustado mucho bailar. Ahora,
gracias a Despertar los sentidos, se está cumpliendo mi sueño", desvela
Daniel Loredo. "El sueño de mi vida era bailar porque he nacido en este
mundo", le acompaña Anita.
diferentes historias Todos
comparten la misma ilusión, pero todos son muy diferentes, cada uno
tiene su historia. Algunas más duras que otras, como la de Carlos, un
joven actor de teatro que por un accidente sufrió un daño cerebral que
le dejó en silla de ruedas. "Había momentos en los que quería
desaparecer", confiesa. Sin embargo, Sarah Ramírez se cruzó en su vida
por casualidad y le ofreció la oportunidad de volver a subir a un
escenario. "¿Estas loca?-le dijo-. Si volviese a un escenario sería en
la situación en la que me encontraba antes, no ahora".
Finalmente, Carlos ha actuado en todos los números de la compañía, en Barreras,
el último, incluso lo hizo de pie. "Fue muy duro para mí pero Sarah me
ayudó mucho. Cuando salgo al escenario siempre estoy a punto de
llorar", explica. "Hay personas que llegan desmotivados, como le pasó a
Carlos, pero cuando sienten y ven que tienen un espacio donde
desarrollar todo lo que llevan dentro obtienen unos beneficios que
nadie es capaz de imaginar", explica Ramírez.
"Danzar
es lo contrario a la compasión, significa ofrecer protagonismo al
cuerpo, cuando el cuerpo es diferente". Ramírez siempre ha tenido
presente esta frase. "Me gusta mucho porque resume lo que somos".
Diferentes. Ellos saben que lo son, pero tienen una cosa muy clara: "No
queremos que nos miren con lástima. Queremos que las personas que
vengan a vernos bailar lo hagan porque les gusta el arte. Nosotros no
somos los raros", destaca a modo de eslogan Anita despertando un aplauso entre sus compañeros.
potencialidad Tienen
algo especial que convierte sus movimientos en un arte único. "Tienen
unos potenciales especiales, sus cuerpos, sus rostros, expresan una
plástica diferente, una capacidad teatral distinta, sus manos hablan
para el alma, los pies escriben para los sentimientos, los cuerpos
expresan nuestra libertad. No son perfectos, pero es que la perfección
no existe. A un escenario puede subir una persona gorda, una alta, una
baja… el arte es igual para todo el mundo", reivindica la directora.
Barreras
es su último montaje, un título muy significativo después de todo lo
que han tenido que luchar. Una reivindicación. Barreras psicológicas,
porque no les tratan como profesionales, porque no les toman en serio.
Sólo han obtenido una subvención por parte del Departamento de Sanidad
con la que han podido comprarse un nuevo vestuario. Sin embargo esto no
les detiene, ahora preparan un nuevo espectáculo. "Queremos demostrar
que nuestro arte va más allá de los estilos, de la modas, de las
tendencias y reivindicar el valor del cuerpo, sea como sea, y sobre
todo aceptar y valorar a las personas con discapacidad". ¿El sueño de
los bailarines? Actuar en el Euskalduna y en el Teatro Arriaga. Si
otras compañías lo han conseguido, ¿por qué ésta no si su vida es un
paso de baile?
La danza ayuda a estos bailarines a trabajar la memoria, la perseverancia, la disciplina y la autonomía
Los beneficios de la danza
En sus espectáculos, esta compañía utiliza cuerdas, palos, sillas, telas... para sensibilizar y estimular la percepción sensorial de los bailarines.
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