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La vida de los 'babyballet'
Docenas de niños -que pagan unos dos dólares al mes- mantienen la tradición de la escuela cubana de danza clásica, una de las más prestigiosas del mundo
La escuela tiene un prestigioso centro en el barrio habanero del Vedado y otro en Marianao, un barrio popular donde pocos confiaban en el triunfo del proyecto. ProDanza ha habilitado una antigua fábrica de tabaco para sus clases en Marianao, donde más de quinientos niños y jóvenes aprenden ballet clásico y danza contemporánea. «Enseñar es muy gratificante, sobre todo a niños tan pequeños, aunque hay que esforzarse por saber llegar a ellos y lograr las cosas sin presionarlos», explica Carmen Quesada, profesora de ballet clásico infantil. «La danza les ayuda a mejorar su desarrollo físico, su tono muscular, les enseña a concentrarse y a coordinar sus movimientos», asegura.
Pese a la popularidad de otras disciplinas, como la danza española o la contemporánea, Carmen cree que el ballet «sigue siendo la estrella» y que su éxito está garantizado durante generaciones.
La bailarina Rosa Elena Alvarez encontró en la enseñanza infantil una estupenda alternativa cuando abandonó los escenarios, y ahora dirige un taller de ballet para niños en el Teatro Nacional de Cuba al que asisten trescientos alumnos de entre cuatro y once años.
Los montajes infantiles «son muy agradecidos», aunque «hay que buscar la fórmula para no aburrirles», explica Rosa Elena, que utiliza juegos para hacer amena la clase, sin dejar de lado el rigor y la disciplina. Lo más difícil, reconoce, es lograr que sean disciplinados en sus ensayos.
Las clases cuestan entre 35 y sesenta pesos cubanos al mes (entre 1,5 y 2,5 dólares), una cifra nada despreciable en un país donde el salario medio oficial es de unos quince dólares mensuales. «Lo más difícil es conseguir la ropa adecuada y las zapatillas. Algunas madres cosen y se ponen de acuerdo para conseguir lo necesario. Aunque no es fácil, siempre acaban por encontrar una solución y resolver», señala Rosa Elena. Ni siquiera las dificultades del periodo especial, cuando la economía cubana se desplomó tras la caída del bloque socialista, en la década de los 90, consiguió apagar la afición por la danza. Las autoridades presumen de que ni en los peores momentos llegó a cerrarse una sola escuela de arte en el país. El objetivo, todavía difícil de alcanzar, es que cada provincia cuente con su compañía.
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