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La tradición se renueva en Lantz
La fiesta ya se empezaba a intuir en torno a las dos de la tarde en el granero de La Posada de Lantz donde David, Josemari y Julián ayudaban a Mikel Ziga a convertirse por quinto año consecutivo en Ziripot , uno de los personajes más emblemáticos de la fiesta. Para ello, se afanaban en rellenar con helechos secos unos sacos vacíos en torno a la figura de Ziga, quien comentaba resignado tras el trapo que le cubría la cara: "da un poco de calor, pero se aguanta sin problemas". Alrededor de la grotesca figura del Ziripot , los chiquillos disfrazados de txatxos alborotaban, se revolcaban por el suelo y se perseguían escobas en mano, esperando su turno para zurrar y asustar al público. Uno de estos pequeños participantes, A.O. de 12 años de edad, confesaba que, aprovechando el anonimato que le confería su cara tapada se dedicaba a "ir a por los profesores".
No tan entusiasmada se mostraba la pequeña Anne, de dos años, que lloraba desconsolada, aturdida por el alboroto. Su padre, Iñaki Mariezcurrena, se disfrazaba en otra esquina del pajar, ya que sería uno de los encargados de llevar a cuestas al malhechor Miel Otxin , un muñeco fabricado a base de coloridos harapos, que esperaba apoyado en un rincón del granero.
"Hay que seguir inculcando esta tradición a los críos, es la única forma de mantenerla", aseguraba este lantzarra. una extraña comitiva Entretanto, bajo un cielo plomizo y tristón, el público aguardaba expectante a la puerta de La Posada , cámaras en mano, a que saliese la ruidosa comitiva para dar la vuelta al pueblo.
Y el momento llegó. El cortejo hizo su aparición, encabezado por los pequeños y pícaros txatxos, que daban vueltas sembrando la confusión. Continuaba el llamado Zaldiko , un joven disfrazado de caballo que tiene por misión perseguir al Ziripot y arrojarlo al suelo. El gordinflón Ziripot avanzaba apoyado en una larga vara de avellano pero entre los correteos y los empujones a duras penas conseguía mantener el equilibrio. Teóricamente, la misión de los txatxos consistía en ayudar al Ziripot a levantarse, pero algunos de los pequeños se dedicaban a jalear al Zaldiko para que empujara al torpe gordinflón, que avanzaba dando tumbos. Por su parte, los personajes de los herreros, con sus yunques y martillos, esperaban en una esquina de la calle para atrapar al Zaldiko y herrarlo, aunque éste se revolvía nervioso, tratando de impedir su labor.
Todo un hervidero de personajes y gritos que, pese a la confusión, tienen clara su tarea. el final del bandido Los pequeños disfrazados acabaron su recorrido en el frontón del pueblo, donde colocaron a Miel Otxin en el centro de la plaza. Acto seguido los niños, con sus trajes de colores, bailaron alrededor del monigote. Por la tarde, Miel Otxin corrió peor suerte, ya que fue arrojado a un fuego purificador para simbolizar el triunfo del bien sobre el mal. Fue el punto final de una jornada en la que los más pequeños disfrutaron de un carnaval a su medida. Pero la fiesta no acaba aquí. Mañana se celebrará el día grande en Lantz y será el momento en que los mayores disfruten y también jueguen, a su manera.
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