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La pasión se hace ballet con 'Anna Karenina'
El ruso Boris Eifman trae en octubre a Donostia su alabada coreografía Mezcla el baile clásico con el moderno
Desde la organización del teatro donostiarra se
muestran emocionados con este espectáculo. El responsable de Artes
Escénicas de Donostia Kultura, Norka Chiapuso asegura «que es el mejor
montaje de danza que hemos traído desde la reapertura del Victoria
Eugenia». Por su parte, Sorín Melinte, productor de la gira de este
montaje en España, comentó que «sería una pena que el público no
acudiese en masa a ver la representación porque es sin duda una de las
mejores creaciones artísticas de danza que en este momento se pueden
ver en todo el mundo. De Eifman lo que hay que decir con rotundidad es
que es un genio, ni más ni menos».
Los integrantes de este ballet, que tiene su sede en San
Petersburgo, cuentan no sólo con una gran valía artística, «sino que
también deben mostrar una importante capacidad atlética para poder
resistir lo que Eifman les exige en sus trabajos», dice Melinte.
Bailarines y actores
Para este coreógrafo sus bailarines deben ser también
actores. Su compañía no es una formación de estrellas, «son grandes
solistas que a su vez forman un grupo a la medida de su creador porque
su director prefiere tener un equipo». Son sesenta bailarines y cuentan
con un centro coreográfico montado por el gobierno ruso y la ciudad de
San Petesburgo. «Los únicos en Rusia con capacidad para montar una o
dos producciones al año a pesar de las dificultades económicas del
país».
El espectáculo Anna Karenina fue
estrenado hace tres años y es fiel a la línea de trabajo de Eifman, «en
la que se vale no sólo del virtuosismo tan reconocido históricamente en
el ballet ruso, sino que potencia especialmente la capacidad de
expresión», asegura Melinte. Basada en la novela de Tolstoi, la Anna Karenina
de Boris Eifman se centra «en las tribulaciones de una mujer que se
debate entre el deber y la pasión, expresado en escena no únicamente
con belleza, también con sentimiento».
El baile que propone el maestro ruso con Anna Karenina
y con el resto de su obra es «una mezcla de estilos, desde lo clásico
hasta lo más inverosímil de lo contemporáneo, se podría decir que es un
estilo neoclásico». Otra de las características de las creaciones de
Eifman «es que no parte de una historia, sino de la música, él tiene
una buena formación musical». En opinión de Melinte, «el fin primordial
de sus coreografías es el de emocionar al público».
Así lo viene haciendo desde 1977, cuando creó su propio
ballet «rompiendo con las estrictas reglas del academicismo ruso,
resistiendo a las corrientes y a las modas para buscar su propio
camino». Su gran éxito le llega en 1997, cuando el teatro Bolshoi de
Moscú le abrió las puertas y allí presenta tres de sus obras: Tchaikovsky,Gisselle roja y Hamlet ruso. Un año más tarde triunfa en Nueva York, ciudad que pasa desde entonces a ser habitual en sus giras por todo el mundo.
La obra de Eifman se basa generalmente en textos
dramáticos, pero también realizó un incursión en la comedia,
concretamente con una coreografía sobre la película de Billy Wilder, Con faldas y a lo loco. Otras producciones suyas son un Réquiem de Mozart que montó coincidiendo con el golpe de Estado de 1991 en Rusia, Los hermanos Karamazov o un Don Quijote alejado del clásico ruso.
ANNA KARENINA
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