HIJA de actor, el ritmo y la pasión por todo lo que rodea a las artes escénicas han formado parte de la vida de Maitane Zalduegi. Maitane estudió danza en Bilbao, Barcelona, Madrid, Londres y Estados Unidos. También se formó en danza contemporánea con base de danza clásica, y se especializó en danza jazz, en danza del género musical, teatro musical y coreografía. Mujer inquieta, para ella la danza es sinónimo de disfrute. Pero, según cuenta lo que más le gusta es la coreografía; dirigir montajes, estar fuera de los focos, en el lado oscuro como ella lo define. Esa pasión no solo le ha llevado a dirigir versiones de cuentos universales en formato musical como Alicia en el País de las Maravillas, Pinocho o Cenicienta, sino que además ha promovido iniciativas para el fomento de la danza en el País Vasco con Bizkaiko Dantza Txokoa- (Teatro Musical e investigación en escena) y StaffBilbao (acercamiento de la cultura escénica a la cultura popular).
Zart enciende los focos de una sala de ensayo para profesionales del teatro en Bilbao
Maitane también ha formado parte de programas impulsados por el Ayuntamiento de Bilbao para dar clases de danza en BilboEszena donde se apuntaban alrededor de un centenar de personas, la mayoría mujeres a las que el mundo de las artes escénicas “les fascina”. “En Bilbao hay mucha afición y mucho nivel. Entre mis alumnas tengo a enfermeras, médicas, profesoras, abogadas, comerciantes... Son todas unas verdaderas artistas que no solo disfrutan con lo que hacen sino que además son consumidoras de espectáculos”, explica. Pilar Bermúdez es una de sus alumnas veteranas. Conoció a Maitane cuando ella apenas tenía 18 años y desde entonces –con algunas pausas– ha reservado horas de su tiempo para perfeccionar la técnica en la que ella confiesa como su profesión frustrada. “Me habría encantado dedicarme al mundo del baile, pero no pudo ser”, lamenta.
A Pilar no le quedó más remedio que coger las riendas de la empresa familiar que se dedicaba al mundo de los electrodomésticos. Sin embargo, su pasión y su afición desde niña le llevó hasta la coreógrafa Zalduegi que por aquel entonces trabajaba en musicales en Madrid. “Me encantaba bailar y no lo quería dejar. Me hablaron de ella, de su nivel profesional, personal y esperé que regresara a Bilbao. No me equivoqué. Gracias a ella he aprendido mucho y sigo junto a ella treinta años después”, cuenta emocionada. A Pilar bailar le da vida. “Me hace feliz”, apunta. Cuando suena la música esta mujer asegura ser ella misma desde el minuto uno. “Tengo un amigo que me dice que tendría que dar el paso al mundo profesional, nunca se sabe. La vida puede dar muchas vueltas”, comenta con una sonrisa.