La niña de Cádiz y compañía

Crítica, Sara Baras

El conjunto del espectáculo, que en años va presentando Sara Baras, crece y refleja la proyección de una artista, que, a su vez, hace artistas a todos los que se acercan a su vera. Así, los dos artistas invitados, José Serrano y Luis Ortega, brindaron unos solos elaborados de variedad artística encomiable, donde tocaron crótalos, palmearon y zapatearon con soltura rítmica y gracia artística de solera.

Los nueve que componen el cuerpo de baile merecen los aplausos del respetable interpretando los distintos cuadros, con una simétrica coreografía, baile ajustado y aire jaleoso y lleno de gracia.

Sigue aclarando el programa de mano: «Sabores recorre en la larga hora y media de duración distintas sensaciones flamencas, intentando dar su carácter a cada número. En ellos se citan Tangos, Seguiriya, Zambras, Alegrías, Taranto, Tamgillos, Jaleos y Bulerías... En una paleta de colores».

Y en el centro del sarao, ella, Sara Baras, dueña de sus actuaciones, expresión cuidada y natural, señora del espectáculo flamenco, adueñada de las puntas y el taconeo expresivo sin igual, siempre comunicativa.

Merece resaltar con especial atención la cuidada armonía que presenta el vestuario en cada uno de los cuadros, de corte totalmente actualizado.

Músicos de altura, con la colaboración especial de José Carlos Gómez y dirigidos por José María Bandera, sin olvidar dos cantaores expresivos de talante y un cajón percutido especial.

Sara Baras nunca cansa, se renueva, imanta y el público lo demostró llenando los tres días de actuación en Bilbo.