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La música rompió todas las barreras idiomáticas
Entender checo es complicado, y saber que dicen los
turcos no resulta muy sencillo. Y, aunque los unos y los otros
intentaban hacerse comprender con el ingles, lo cierto es que no
acababan de encontrar demasiados receptores para su conversación.
Así las cosas podía pensarse que la mañana se iba a
complicar, pero nada más lejos de la realidad porque ellos, al igual que
los componentes de los grupos argentino y colombiano, participantes en
el Festival Folclórico Jacinto Sarmiento, emplean un idioma universal,
el de la música.
Cada uno con su acento, lógico, pero todos con la misma
intensidad; y algo todavía más importante, unas inmensas ganas de
ofrecer «un poco de la alegría que tienen nuestras danzas», como
apuntaba el colombiano Enrique Núñez, después de bailar con el resto de
sus compañeros del grupo Otrora «un corro de la zona atlántica de
nuestro país».
Él y sus compañeros disfrutaron porque, además de
participar en el festival y ofrecer sus danzas sobre un escenario «la
iniciativa de estar en la calle es muy bonita porque la gente participa
de modo muy activo. Eso a nosotros nos gusta mucho».
De la misma opinión era Rodolfo Rebollo, responsable del
grupo argentino Huayra Muyoj, que ya el jueves actuó en el Antonio
Machado; casi una hora después de lo previsto porque la lluvia obligó a
retrasar su participación y la de la formación checa.
«Bailar con la gente es muy atractivo porque te permite
ir un poco más allá de lo que uno puede mostrar en el escenario. La
música nos une y yo creo que más lindo que ver un espectáculo es poder
participar directamente».
Sorprendieron los argentino porque sus danzas se alejaron
del estereotipo; algo lógico dado que el grupo trajo el folclore de la
zona limítrofe con Bolivia y Chile. «Con nosotros pasa como con España,
que muchos creen que aquí todo es flamenco; en Argentina no todo es
tango».
Y quedó claro cuando lo que sonaron fueron sus
instrumentos de carácter andino; con un sonido muy distinto del aportado
por los turcos de Harman, o los checos de Ayfas que con música de
violines animaban a que el público, de todas las edades, moviera los
pies y danzara.
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