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La interminable coreografía de la vida sigue en casa
Vayan estas líneas dirigidas a todas las amantes de la danza: los y las compañeras de baile, profesoras, alumnas, profesionales y amateurs. El Día Internacional de la Danza será el próximo 29 de abril y no sabemos cómo vamos a poder celebrar ese día. Lo mismo ocurrió el 31 de marzo, que fue el día del teatro sin teatro.
Dicen que dijo el juglar, que también pudo ser filosofo, que el movimiento se demuestra andando. Y ese pisar sobre tierra, acompañado y acompasado, se tornó una vez en danza. Aquella danza primigenia fue un arma cargada de futuro, sanadora de almas y tejedora de lazos.
Y así pasaron mil lunas, y otras tantas romerías, y tuvo a bien venir el notario a certificar lo más mundano: que el nuestro es un pueblo que baila y canta a los dos lados del Pirineo. Aunque un salto no muy aéreo, sin acrobacias, nos permite ver que a las faldas del Atlas, del Ararat o de los Andes siguen los pueblos en constante movimiento.
Y sin embargo hoy, con las plazas vacías, los escenarios sin luz y las academias paradas, cuando parece que las fuerzas de la naturaleza nos tienen a todas atenazadas, como si el invierno no diese paso a la primavera, sin embargo, hoy nuestra pasión por la danza fluye.
Fluye la danza en múltiples modalidades: en la cocina de casa, en esa improvisada academia telefónica de Ballets Olaeta, en ese canal youtube de la comisión de fiestas, o en los balcones de Euskal Herria entera. Es como si el manantial hubiera cambiado su discurrir hacia todo recoveco, por la necesidad inherente que tenemos de fluir, de seguir activos los amantes de la danza, del ballet, del agarrao y del suelto.
La danza es disciplina, y la disciplina se está demostrando como actitud necesaria para hacer frente al envite del COVID19. La danza también es trabajo, trabajo en equipo; apoyarte en la compañera para poder hacer esa pirueta o ese paso a dos que para el público parece imposible. La danza es, por tanto, compañerismo, aprendizaje y esfuerzo; esfuerzo diario para avanzar. Son los ingredientes que ahora necesitamos más que nunca para no perder el paso y que este pueblo siga en movimiento.
No sabemos cuándo ni cómo podremos volver a disfrutar de la danza en comunidad, pero lo que sí sabemos es que lo haremos de nuevo. Por ello seguimos on-line, y seguimos preparándonos, repasando nuestras u otras coreografías e improvisando nuevos movimientos. Por placer y por necesidad vital, y la necesidad agudiza el ingenio.
Os proponemos un reto: bailemos desde casa superando el confinamiento, sacudiendo cuerpo y mente, para hacer realidad las palabras de Sidi Lordi Cherkaoui, «llevar adelante con la danza la interminable coreografía de la vida».
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