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La gran coreografía de Gipuzkoa
Gala del Día de la Danza
"Durante la mayor parte de la Historia de la Humanidad, la danza se desarrollaba al aire libre. Las personas se reunían en claros del bosque, eras, plazas de los pueblos, cementerios, para disfrutar bailando durante horas y horas. Hoy en día, la danza, en su mayoría, tiene lugar en salones de baile, discotecas, estadios, teatros, pasillos de la escuela o academias". El inicio del mensaje oficial del Día Mundial de la Danza que redactó Alkis Raftis, presidente del consejo internacional de esta disciplina en la Unesco, reivindica que se socialice el baile al aire libre. Es difícil aventurar si la propuesta de Raftis para "alegrar el corazón de los transeúntes" tendrá éxito, pero en Gipuzkoa, a la Asociación de Profesionales de la Danza no le hace falta salir a la calle: no hay recinto cerrado que se le resista.
No al menos en la celebración de su gala anual, que va por su decimoquinta edición. La agrupación había prometido variedad, y en ello se afanaron las siete compañías y los siete solistas que se deslizaron anoche por el escenario del Teatro Victoria Eugenia. En ese exquisito equilibrio caben la relectura de las danzas tradicionales de Aukeran, que estira las costuras del folclore hasta romper la burbuja, y la alegría talentosa de Kukai, dos de las propuestas más aplaudidas de la noche. Pero también el desparpajo contemporáneo de Dantzaz, musicado por Laurie Anderson, y la frágil fortaleza del ballet clásico defendido por Allister Madin. Madin, ya casi donostiarra de adopción, vino acompañada de sus compañeras Léonore Baulac -a la que el público perdonó sin esfuerzo su tembloroso anhelo de perfección- y a Sarah Kora Dayanova, también solista del Ballet de la Ópera de París, que encarnó a una sensual Shérezade.
Imparable Al eclecticismo se sumó también el trabajo serio de Jordi Ros, engarzado a una maravillosa composición de Händel, y la sutileza de la compañía comandada por ese explorador infatigable que es Juan Carlos Santamaría. No puede faltar nunca la reivindicación preciosa -e imparable- de Verdini Dantza Taldea, ni la plasticidad del Malandain Ballet Biarritz, esta vez con Alborada del gracioso, una coreografía deliciosamente cómica.
El mosaico creativo del baile guipuzcoano no estaría completo sin el exotismo de las seis acróbatas de Acroindar, que conquistaron al público con su ejercicio de alta exigencia física, pero tampoco sin el claqué de Tapeplas: Sharon Lavi le otorgó una nueva dimensión a la Primavera de Vivaldi.
Con el mismo criterio que la organización, dejamos para el final a Asier Edeso (Donostia, 1986) -rubricó la primera y la segunda parte de la gala-, el más aclamado en una noche plagada de ovaciones. Compenetrado con su compañera de los Ballets de Monte-Carlo, la también solista Anjara Ballesteros, primero abordaron con una interpretación formidable el amor del mito griego de Dafnis y Cloe. Para sellar el encuentro escogieron una coreografía inquietante, El espectro de la rosa. Sencillamente espectacular.
Conviene repetirlo: a los alérgicos a la danza y a los dubitativos, esta ceremonia anual de síntesis se ha convertido en un gran antídoto. Elija plaza, bosque o teatro del siglo XIX, pero asómese.
Los cinco bailarines de la compañía Aukeran, durante la propuesta 'Atxiki', que dio inicio a la cita. (Iker Azurmendi)
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