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La Ezpatadantza experimenta su relevo generacional

Este tradicional baile, que sólo se puede disfrutar el día de San Tiburcio , congregó a cientos de vecinos y visitantes

Komunikabidea
Diario de Noticias
Tokia
Leitza
Mota
Albistea
Data
2005/08/12

leitza. La plaza del Ayuntamiento de Leitza congregó en el día del patrón de la localidad a más de medio millar de personas para asistir a la tradicional Ezpatadantza que, junto con la misa en honor del patrón, fueron los dos actos más importantes. Además, este año la plantilla de los dantzaris ha cambiado mucho por el hecho de que los veteranos han pasado el relevo a los más jóvenes.



Los dantzaris compusieron una corona de espadas bajo la que se introdujeron en el recinto religioso tanto la Corporación municipal como la coral Jeiki. Tras ellos, los vecinos de la villa accedieron a la iglesia y comenzó la misa cantada en honor a San Tiburcio.



El coro, dirigido por Pontxio Irurtia, fue uno de las protagonistas de la ceremonia, gracias a las magníficas obras que deleitaron a los asistentes. La plaza principal se fue llenando a medida que se acercaban las doce del mediodía para poder disfrutar de la Ezpatadantza, un baile tradicional que sólo se representa una vez al año, en el día de San Tiburcio.



Además, este año los leitzarras tuvieron más curiosidad que nunca ya que de los ocho dantzaris que representan la Ezpatadantza, cuatro actuaban por primera vez.



Andoni Zabaleta, Sergio Merino, Beñat Zabaleta, Iker Urkiola, Joseba Sagastibeltza, Oian Alduntzin, Miguel Olano y Mikel Azpiroz ofrecieron un espectáculo maravilloso con el que superaron con facilidad las expectativas de los leitzarras.



momentos de emoción Siguiendo con la costumbre, comenzaron a las doce en punto ante la mirada de más de quinientas personas, entre las que destacaban el párroco de la localidad y la Corporación municipal. Los muchachos comenzaron con una makila y una espada en cada mano y se separaron en dos hileras de a cuatro. El que venía último ondeó la ikurriña mientras que lanzaba a lo alto su boina. Los demás se arrodillaron y el portador de la bandera comenzó a hacer círculos con ella por encima de las cabezas de los siete restantes. Este saludo a la bandera es para muchos uno de los momentos más emotivos de la danza. Luego, los chicos ofrecieron más de veinte minutos de zortzikos, makildantzas, txankarrakuas, previos a la tan esperada Ezpatadantza. Este año fue Andoni Zabaleta el muchacho alzado a hombros de sus compañeros en el baile.



La Ezpatadantza llegó desde Vizcaya en los años previos a la Guerra Civil, hacia 1933. A día de hoy, sigue más viva que nunca porque se ha convertido en un acto propio, que remarca la identidad de los leitzarras. Por todo ello, es casi imposible encontrar un sitio para sentarse en la plaza el día de San Tiburcio.

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