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La ezpata-dantza más emotiva
Con la fiesta del 3 de mayo se recuperó este antiguo baile Sustraiak y Goiz Deia homenajearon a sus maestros de dantza y de txistu
Ese aniversario, los 30
años, fue precisamente el hilo conductor de la gran fiesta que se
organizó para el día de ayer, en el que antiguos dantzaris y
txistularis de ambas agrupaciones fueron también protagonistas.
La
celebración comenzó con el baile de la ezpata-dantza, en la que se
introdujeron algunos cambios, integrando en una la coreografía de
antaño y la actual, lo que permitió que en lugar de los 3 dan- tzaris
que bailan normalmente en la fila delantera con las espadas cortas,
bailaran 12 repartidos en 4 grupos. Uno de esos dantzaris, por cierto,
era Luis Osinalde, que hacía exactamente 50 años que no bailaba la
ezpata-dantza el día de Santa Cruz. Y coronando la rosa formada por las
espadas largas, el veterano Angel Murua, que tantas veces fue alzado
cuando estuvo en activo.
También las chicas participaron en la
fiesta y lo hicieron con la soka-dantza las veteranas y con la
zinta-dantza las jovencitas.
Homenajes
El momento álgido
del espectáculo fue el de los homenajes a las familias de Nicolás
Urmeneta y Juan José Cantero, ya fallecidos, y a Jose Ignazio Elortza y
Jesús Maiztegi, todos ellos antiguos dan tzaris y txistularis.
Sustraiak y Goiz Deia les hicieron entrega de un diploma y una placa y
unos ramos de flores, en agradecimiento por la ayuda prestada para
recuperar la ezpata-dantza y por haber hecho posible que 30 años más
tarde todos se reunieran en la plaza para participar en la fiesta del 3
de mayo. Unos bertsos y un multitudinario aurresku de honor completaron
este sentido homenaje. Para finalizar, como es habitual, se interpretó
el baile de la era, en el que participó gente del público, al son de
las dulzainas del trío Ezpelur, también participante en la fiesta. Este
año la entrega del premio Olaria no se realizó en el balcón
consistorial, integrando este entrañable acto en el festejo que se
desarrolla en la plaza y acercándolo al público. La premiada, Mª
Dolores Aseginolaza, no pudo asistir, pero fueron dos hermanas suyas
las encargadas de recibir en su nombre la estatuilla de manos del
alcalde Juan Ramón Larrañaga y de trasmitir sus impresiones a los
legazpiarras. Mª Dolores agradeció el premio, que para ella tiene un
significado especial al haber sido su padre un ferrón. Hubo también
palabras en recuerdo de Legazpi, que mantiene muy vivo en su memoria, y
en torno al trabajo que desarrolla con los pobres en Colombia.
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