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Hemen zaude: Hasiera Hemeroteka «Lo que más nos ilusionó fue ver la emoción de nuestras madres»

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«Lo que más nos ilusionó fue ver la emoción de nuestras madres»

Como invitada al Concierto de Año Nuevo, el arte de Lucía Lacarra fue disfrutado el lunes por millones de personas en todo el mundo. Ayer, desde Munich, nos contaba la «experiencia inolvidable»

Egilea
Ricardo Aldarondo
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Elkarrizketa
Data
2007/01/03
- ¿Qué impresión ha sacado de su participación en el Concierto de Año Nuevo, junto a Cyril Pierre?

- La impresión ha sido buenísima. Hemos hecho un trabajo que para nosotros era algo desconocido, en un sentido. Nunca habíamos bailado en televisión, en directo, para tantos millones de personas en muchísimos países. Es algo muy especial y muy importante, una experiencia inolvidable.

- ¿Qué sintió cuando le invitaron a participar en este acto tradicional tan importante?

- Nos contactaron el verano pasado. Parece ser que hacía varios años que tenían ganas de invitarnos, pero siempre es difícil compaginar nuestros calendarios para podernos reunir y hacer algo así. Cuando me lo dijeron, fue una sorpresa enorme y me hizo muchísima ilusión.

«Lo que más nos ilusionó fue ver la emoción de nuestras madres»
Lucía Lacarra y Cyril Pierre, en su
actuación. [ALI SCHAFLER / EFE]
- ¿Salió nerviosa?

- No. El Concierto de Año Nuevo es algo muy importante y son muy pocos los bailarines que tienen la oportunidad de poder participar. Es una tradición, que yo he seguido desde pequeña en televisión, y poder estar ahí ha sido maravillosa. Pero no tiene nada que ver con los nervios, estaba ilusionada, pero no nerviosa. Más que nada era algo inédito para nosotros, hacer una pieza de danza en directo, pero con la música interpretada por la orquesta en otro sitio, en la Opera, mientras nosotros estábamos en el castillo de Schönbrunn. El trabajo de coordinación que exigía eso era bastante importante. Hemos trabajado muchísimas horas y de una manera diferente a lo que estamos acostumbrados. Pero era muy interesante trabajar con las cámaras, teniendo en cuenta los ángulos de los planos, las luces, etcétera.

- Todo ese montaje técnico, ¿no coartaba su espontaneidad?

- No, el sentir la danza me lleva, ya sea en un escenario o en el salón de un castillo, cuando me pongo a bailar me siento igualmente inspirada en un sitio o en otro.

- La ocasión era aún más especial, por poder bailar en un lugar así con su marido...

- Sí, estamos acostumbrados a bailar juntos, pero me hacía especial ilusión poder compartir con él esta experiencia tan importante para un bailarín. Ha sido para los dos un principio de año maravilloso.

- De las muchas felicitaciones que debieron recibir tras la actuación, ¿cuáles destacaría?

- Sí, nos felicitaron muchísimas personas allí mismo, luego también nos reconocían en el hotel y hoy [por ayer] nos han felicitado muchas personas en Alemania. Pero pienso que la que más ilusión nos hizo fue la de nuestras madres. Mi madre estaba allí, y también la de Cyril, detrás de las cámaras, con la regidora, viendo a través de las pantallas de televisión de producción. Y lo que más ilusión nos hizo fue ver lo emocionadas que estaban ellas. La verdad es que ver aquello, con aquel vestuario y el ámbito del castillo, era bastante especial.

- ¿Cómo fue la relación con el director Zubin Mehta?

- A Zubin Mehta le conocíamos ya, porque ha sido director de la Orquesta Filarmónica de Munich durante los cuatro años que nosotros llevamos en el Ballet de la Opera de Munich. No tuvimos ocasión de trabajar con él porque él dirigía la ópera, no la danza. Así que nos hizo mucha ilusión poder trabajar por fin con él. Aunque la única conexión que tuvimos fue a través de altavoces durante el ensayo general con la Orquesta, porque ellos estaban en la ópera, y nosotros en el castillo. En estos años en Munich nos hemos conocido en varias ocasiones, hemos hablado con él, se paraba cuando nos cruzábamos en el pasillo. Es una persona encantadora, y un genio entre los directores de orquesta. Aquí la gente le quiere muchísimo. Todo el mundo estaba muy triste cuando se fue y le echan mucho de menos. No solamente tiene mucho talento, como ser humano es excepcional.

- Este año ha visitado San Sebastián, entre otras muchas ciudades, con el Pink Floyd Ballet.

- Sí, cada vez que tengo la oportunidad de acercarme a casa y poder bailar en los escenarios del País Vasco, me hace muchísima ilusión, siempre estoy dispuesta y siempre me emociona. Hago todo el esfuerzo que mi agenda me permite para poder bailar allí, porque estoy acostumbrada desde hace muchos años a bailar para un público que no conozco, y poder bailar ante la gente que quiero, me llena de algo especial.

- ¿Cuál es su reto más inmediato, ya sea para dentro de una hora, o en este año?

- Nunca me he puesto un reto, ni he soñado con algo especial. La única aspiración que tengo es tratar de hacerlo lo mejor que puedo, intentar trabajar duro y ser feliz haciendo lo que hago.

- ¿Siempre ha pensado sólo en el paso siguiente?

- Es que disfrutaba tanto haciendo clase como bailando en un escenario. Desde muy joven, por el hecho de estar trabajando en un estudio, yo ya me sentía realizada, no me ponía ni retos ni límites. Simplemente intento disfrutar de lo que estoy haciendo y hacerlo con pasión y a fondo.

- Y ahora cómo ve la trayectoria que ha desarrollado, ¿con vértigo, con sorpresa...?

- No... ni vértigo ni sorpresa. Yo he vivido mi camino en cada paso y no he llegado a ningún sitio ni por sorpresa ni por regalo, sino porque lo he sudado, lo he trabajado y me he ido ganando a pulso el puesto donde estoy. En todo caso me sorprendo a mí misma, porque nunca aspiré a ser una estrella de la danza, sólo quería bailar, así que todo lo que recibo y las experiencias maravillosas que vivo son un bonus.

- ¿Le gusta más bailar en pareja, o en otros formatos?

- Me gusta bailar, sin más límites. Pero cuando bailas con otra persona se crea algo especial. La danza es un arte en el que se tienen que exprimir y transmitir sentimientos. Y cuando tienes una persona con la que puedes intercambiar esos sentimientos y emociones, se llega a algo muy especial.

- Y más si su pareja de baile es su pareja sentimental...

- Sí, claro, yo tengo una confianza ciega en él, me puedo dejar llevar completamente y no tengo ninguna retención en ese sentido. Y pienso que cuando conoces muy bien a la persona con la que bailas se crea una fusión de los dos cuerpos, tanto física como emocionalmente, es algo muy especial que la gente puede captar.

- ¿Le parece esperanzadora la situación de la danza en el País Vasco para alguien que quiera empezar en este mundo?

- No existe una compañía, que es algo que te puede motivar mucho, cuando aspiras a entrar en ella. Pero creo que a pesar de eso el trabajo que se está haciendo en el País Vasco es muy bueno y hay cada vez más bailarines vascos triunfando en todo el mundo.

- Usted comenzó con becas de la intituciones vascas. ¿Cómo valora ese tipo de ayudas institucionales?

- Comparando con el resto de España, en el País Vasco tenemos una gran ayuda con las becas de la Diputación o del Gobierno Vasco, sin las que yo no hubiera podido estar donde estoy hoy en día. Porque todo eso de irte a Madrid o al extranjero a estudiar es algo muy caro que una familia normal no se puede permitir. Sin las becas no creo que hubiera tenido una posibilidad de lanzarme y hacer algo en el mundo de la danza. Pienso que es una ayuda enorme que tienen los bailarines vascos.

- Y desde su posición, ¿qué les recomendaría a los chavales que tienen ilusión por bailar?

- Les diría que lo primordial en la danza es querer lo que haces, amar la danza, sentir pasión y hacerlo porque te gusta. No se puede forzar a un niño o una niña a bailar, porque es un mundo muy difícil y duro, lleno de sacrificios. Pero cuando a alguno le gusta, por muy duro que pueda parecer, por mucho sacrificio que se hace, todo lo que tienes que trabajar y todo lo que tienes que esforzarte, vale la pena. Les motivo a que sigan adelante, porque algún día pueden llegar. Y entonces, todo merecerá la pena.

Un paso más en una amplia carrera de reconocimientos

Lucía Lacarra ha añadido, con esta participación en el Concierto de Año Nuevo en Viena, un reconocimiento más a su gran trayectoria internacional y a una amplia lista de galardones, que incluye el premio Nacional de Danza, el Nijinsky y el Benoit, entre otros.

Lucía nació en Zumaia en 1975. Tras su formación en el Estudio de Danza Thalia de San Sebastián, con la profesora Mentxu Medel, con la que también han trabajado otras estrellas de la danza como Tamara Rojo, Igor Yebra o María Giménez, se fue a Madrid, tras recibir una beca de la Diputación de Gipuzkoa, para trabajar con Víctor Ullate. Allí trabajó hasta 1994, cuando recibió la invitación del Ballet Nacional de Marsella de Roland Petit, en el que interpretó los papeles principales.

Tras tres años en esta formación, se consolidó como bailarina principal del Ballet de San Francisco, donde interpretó coreografías tanto clásicas como contemporáneas entre 1997 y 2002.

Desde 2002 figura como solista del Ballet de la Ópera de Munich. Entre los galardones que ha recibido, figuran el Isadora Duncan (1999), el premio Nijinsky a la mejor bailarina de Montecarlo (2002), el premio Benois entregado en Moscú en 2003, y el Sabino Arana de las Artes (2003)

Ayer nos relataba su jornada de trabajo. «He tenido la clase a las nueve y media de la mañana, y eso que el lunes, después de actuar en Viena, tuve que coger el coche y venir a Munich. He ensayado hasta la una y media de la tarde, y a las cinco empiezo otro ensayo hasta las ocho y media. Estrenamos El corsario el 26 de enero en Munich, que es uno de los espectáculos que tenemos esta temporada».

Además de su trabajo en el Ballet de la Ópera de Munich, recibe numerosas invitaciones para bailar en diversos lugares del mundo. A finales de mes estará en Berlín, luego en Nueva York y en Bilbao actuará en el Arriaga el 16 y el 17 de febrero.

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