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«La diversidad es lo más bonito que tenemos; hay que cuidarla y mimarla»
Desde niña quiso bailar Isabel Verdini. El movimiento era algo innato en ella. Pero pronto descubrió que, además de bailar, quería ser profesora. Así que hizo las maletas y se fue a Barcelona, donde estudió en el Instituto de Teatro y Danza. El nacimiento de su sobrina Haizea con síndrome de Down marcó un giro en su vida.
Desde ese momento, Verdini enfocó su actividad profesional en la formación e investigación de la danza con personas con discapacidad para lograr su inclusión. Así, en 1993, creó el Proyecto Verdini y su propio método de enseñanza. En el año 2000 dio un paso más al convertirse en la compañía de danza Verdini Dantza Taldea.
Este Día de San Sebastián recogerá el Tambor de Oro, un reconocimiento a treinta décadas de trabajo intenso en pro de la inclusión.
¿Cómo afronta este 20 de enero siendo Tambor de Oro?
Con mucha emoción; me estoy dejando llevar por todo lo que está pasando. Me siento muy feliz. Y lo más importante es que vamos a dar mayor visibilidad a Verdini Dantza Taldea. Estoy aprovechando cada momento, cada entrevista para mostrar lo que somos. Esto no es un premio para mí, sino para mis bailarines.
Cuando el alcalde, Eneko Goia, la llamó para comunicarle que le habían concedido el Tambor de Oro por unanimidad no le creyó. La primera reacción de su marido, Jesús Murua, alma también de la compañía, fue decir que sería una broma de alguien al coincidir la llamada con su cumpleaños. ¿Cómo fueron esos primeros momentos?
Muy emocionantes. Eneko Goia me llamó para decirme que, por unanimidad, habían decidido concederme el Tambor de Oro 2024. Empecé a llorar sin parar; no podía ni darle las gracias. Eneko me dijo: ‘Veo que estás muy nerviosa, prométeme que el día 20 vas a estar con nosotros’.
Inmediatamente, le llamé a mi marido Jesús. Me dijo que sería una inocentada de alguien porque ese 5 de diciembre justo era mi cumpleaños, y que ya iba a mirar si había salido en los medios. Le comenté que para ser una broma se parecía mucho a la voz de Goia.
«Lo primero que hago al entrar en clase es observar con qué estado de ánimo vienen y a partir de esa observación canalizar esa energía. El Método Verdini antepone el individuo»
Enseguida empezaron a llamar los concejales y entonces quien comenzó a llorar fue él. Desde ese día, estoy en una nube.
Paseo por la ciudad y me entra un cosquilleo en el estómago que empiezo a llorar de emoción.
¿Cómo han recibido sus alumnos este Tambor de Oro?
Están encantados. ‘Eres la mejor’, ‘cuánto te quiero’, me decían llorando. Nos abrazamos entre lloros, risas y gritos. Está siendo una experiencia muy bonita y enriquecedora. Además, estamos ensayando para el 21 de enero, que es nuestro 30 aniversario y con este Tambor de Oro se crecen aún más.
Es, sin duda, una oportunidad para dar visibilidad a las personas con discapacidad. ¿Qué significa para usted el término inclusión?
Es la palabra más bonita y este, sin duda, es el Tambor de Oro de la inclusión. Eso es precisamente en lo que trabajamos en Verdini, que se vea que puede haber inclusión con un trabajo bien hecho, con cariño, con dedicación y creyendo en las personas.
Hay que creer en las capacidades que tienen las personas; nadie tiene una discapacidad, todos tenemos capacidades. Y ellos tienen muchas capacidades que nosotros no tenemos. Voy a abrazar este Tambor de Oro muy orgullosa por lo que hemos conseguido.
¿Cómo es el trabajo con ellos?
Mágico. Una vez que entras en la sala, cada momento con ellos, cada cruce de miradas es diferente. Hacen que la vida sea mágica; hay más ilusión, cariño, superación. Se levantan del suelo cuando no pueden hacerlo, se agachan, repiten el paso hasta que sale. Para hacer un paso igual estamos diez minutos, pero no les importa.
«Sí que me he encontrado con dificultades, pero creo que se deben al desconocimiento sobre la discapacidad»
Es destacable su constancia y capacidad de trabajo. Son mi vida. Yo aprendo más de ellos que ellos de mí.
¿Cómo se adapta la danza a personas con discapacidad?
La nuestra es una clase normal de danza, pero adaptada a su mundo, a su historia. Aprendes a ser más paciente con el alumno y a valorar otras cosas; mirar a una persona a los ojos y saber cómo está es muy importante para un profesor.
Si está triste, le das un abrazo y le dedicas un poco más de tiempo. Seguramente, ese día no voy a crear lo que tenías en mente, pero es importante que esa persona que llega a clase, me da igual si es o no síndrome de Down, se sienta bien, porque si no se siente bien, no va a poder bailar bien.
«Es el Tambor de Oro de la inclusión. Eso es en lo que trabajamos en Verdini, que se vea que puede haber inclusión con un trabajo bien hecho y creyendo en las personas»
Aunque se requiere técnica, elasticidad, fluidez y coordinación, la danza es emoción. Si emocionalmente estás mal o muy nervioso, no se puede hacer nada. Lo primero que hago al entrar en clase es observar con qué estado de ánimo vienen y a partir de ahí canalizar esa energía.
El Método Verdini antepone el individuo y en base a esa persona creamos todo el contenido.
¿En qué consiste?
El Método Verdini se basa en la observación, en investigar el movimiento que les viene mejor, en formar a cada bailarín uno a uno, en adecuar la danza a su cuerpo y en cuidar mucho las emociones. También hay técnica, horas de trabajo en barra, en suelo, diagonales…
Lo que nos diferencia, es que sabemos llegar a la emoción del bailarín, que antes de levantar una pierna, saca esa emoción.
La familia de los alumnos también desempeña un papel muy importante.
Hay algunos que no saben expresarse bien. Cuando los veo tristes o nerviosos, pregunto a los padres si les ha pasado algo. Si los padres están bien, su hijo o hija estarán bien y al revés. Los niños son un reflejo de lo que ven y viven en casa, por eso para mí es muy importante el trabajo con las familias.
Desde niña quiso ser bailarina. ¿Qué le aporta la danza?
Me encantaba moverme. En casa estaba todo el día bailando, pasillo arriba, pasillo abajo. ‘Ya te pararás quieta’, me decía mi madre.
Empecé a dar clases de jazz con Amaia Garmendia. Me di cuenta de que, además de ser bailarina, lo que me gustaba era dar clase. Así que me matriculé en el Instituto de Teatro y Danza de Barcelona.
Me formé, estuve bailando dos años, pero nació mi sobrina Haizea con síndrome de Down y quería volver a Donostia. Me enfoqué en investigar la danza y la discapacidad, y a ver qué podía aportar yo a la familia para que Haizea tuviera mis mismas oportunidades.
Yo no sabía qué significaba ser síndrome de Down, solo sabía que era la niña más guapa que había visto en mi vida –redondita, con los ojos azules-. Mi hermana estaba mal y le prometí que Haizea sería bailarina como yo y así nació el proyecto Verdini en 1993. Y aquí estoy.
Hace tres décadas, la palabra inclusión apenas se escuchaba en la sociedad. ¿Cómo fue enfrentarse a esa realidad y qué evolución ha observado?
La noticia de que Haizea era síndrome de Down me la tomé con alegría y esperanza. Nunca pensé que no iba a poder bailar, por ejemplo. Si yo bailo, ¿por qué ella no? Cuando empecé a investigar y a querer formar una compañía de baile con personas con síndrome de Down, me decían que estaba loca.
«Me enfoqué en investigar la danza y la discapacidad, y a ver qué podía aportar yo a la familia para que Haizea tuviera las mismas oportunidades»
¿Cómo iba a subirlos a un escenario cuando la danza es tan perfecta? Si ellos son perfectos, respondía. Sí que me he encontrado con dificultades, pero creo que se deben al desconocimiento sobre la discapacidad.
Ahora hay compañías que trabajan con personas ciegas, en silla de ruedas… creo que una parte de ello es por las puertas que Verdini ha ido tocando y que se nos han ido abriendo.
¿Ve más abierto el mundo de la danza a la discapacidad?
La danza se tiene que abrir todavía más. Creo que debe evolucionar al igual que lo ha hecho la sociedad. En este aspecto se ha quedado un poco atrás. Con esto no quiero ofender a nadie, es tan solo mi manera de pensar.
¿Qué le diría a alguien que no se atreve a bailar por miedo a no hacerlo bien?
Les diría que el movimiento siempre es vida. Moverse bien no quiere decir que tengas coordinación ni elasticidad o que sigas una coreografía.
Cuando te apuntas a una clase de danza, no tienes que ir pensando si lo vas a hacer bien o mal, solo debes sentir la danza, y poco a poco irás aprendiendo los movimientos… todo es un aprendizaje. Nadie nace aprendido. La danza es buena para todo el cuerpo, para prevenir el alzheimer, sacar emociones...
Cierra los ojos y métete en la música... da igual que solo muevas los brazos o te balancees, porque el cuerpo ya está recibiendo una energía que te ayuda a exteriorizar las emociones negativas, las preocupaciones… Es una actividad muy global.
Verdini Dantza Taldea celebra este domingo su 30 aniversario con un espectáculo en el Teatro Victoria Eugenia. ¿Qué significa esta cita?
Voy a ir más convencida de que el trabajo está muy bien hecho. La voy a disfrutar, porque a mis 52 años lo que me sigue gustando es bailar con ellos.
Lo que voy a ofrecer este día 21 va a ser el corazón de Verdini entero. Como yo, lo hacemos todos los que estamos en la compañía. Va a ser un momento mágico. Voy a estar o llorando o con una sonrisa de emoción, y orgullosa de mis bailarines y de mi compañía. Siempre lo he estado, pero ahora me siento más apoyada por la sociedad.
¿Qué mensaje le gustaría trasladar a la sociedad?
Que la diversidad es lo más bonito que tenemos en la sociedad y que debemos cuidarla y mimarla.
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