Dokumentuaren akzioak
La diáspora del ballet clásico
Cuarta Gala 'los vascos y la danza', Presidente de ABBE y director artístico de las galas 'Los Vascos y la Danza'
Gerardo
Viana tiene 84 años y lleva 31 sentado en una silla de ruedas. Sin
embargo, su pasado guarda largos años de éxito como bailarín. Recortes
de periódico, fotografías y muchos recuerdos le vienen a la cabeza
cuando, desde su casa de Gasteiz, narra su historia. Urtzi Aramburu
también rememora con cierta nostalgia sus días encima de un escenario,
a pesar de que lo abandonó voluntariamente para seguir activo como
profesor y repetidor. También la bailarina Lucía Lacarra espera con
entusiasmo que llegue la hora en la que su lesión le permita volver a
recibir el calor del público. Los tres tienen algo más en común que el
hecho de que las circunstancias les mantengan alejados de los
escenarios. Son vascos y las grandes compañías se los rifan, pero lo
hacen fuera de las líneas que delimitan Euskadi. Una realidad que los
profesionales vascos de la danza tienen más que asumida: para triunfar
hay que ir al extranjero.
Gerardo Viana
De Karrantza a Rusia
Su
acento aún desvela alguna que otra nota rusa. Y es que, cuando tan sólo
era un niño, la Guerra Civil hizo que Gerardo Viana tuviera que emigrar
a Rusia. Fue allí, a su llegada a Leningrado, cuando comenzó a bailar
aunque, según confiesa, siempre le había gustado. Coreografía tras
coreografía, se fue abriendo hueco. Primero como bailarín, luego como
profesor... "Mis alumnos están repartidos por toda Rusia", afirma
orgulloso. Años más tarde, viajó a Bielorrusia y fue allí donde entró a
formar parte de una de las mejores compañías de danza. Su éxito fue tal
que no tardaron en invitarle al teatro Kirov, para que montara un
ballet. "Tuve miedo. Imagínate, ¡un niño de Karrantza en ese teatro!",
confiesa.
El montaje, Miniaturas españolas fue la mecha que prendió de éxitos su carrera. Todos los teatros de la Unión Soviética invitaban a Vladimiro,
así era como se le conocía en Rusia. En 1957 volvió a Bilbao, pero sólo
estuvo dando clases año y medio. "En Euskadi hay muy buenos
profesionales pero el problema está en que las autoridades vascas no
crean una compañía profesional", protesta. Por eso él volvió a Rusia y
viajó a Ekaterimburgo, Siberia, Nizniy Novgorod... Era su época de
esplendor. Justo entonces, un accidente de tráfico le rompió la columna
y se quedó inválido. "Me quise morir. Antes del accidente había estado
en 14 de los mejores teatros del mundo y estaba invitado a bailar en
otros 13", recuerda. Pero el optimismo del que hace alarde durante toda
la conversación le invadió y se le ocurrió la obra Gernika.
Desde su silla de ruedas ejerció de coreógrafo del espectáculo, en el
que también participaba su hijo, el bailarín Sergio Viana, y en el que
cosechó su último éxito.
Títulos como el de
Maestro Emérito de Rusia y la Medalla de las Bellas Artes de España,
acompañarán siempre a Gerardo Viana, un bailarín vasco de sobra
conocido en Rusia que ahora ayuda a su hija a coser los trajes que
utilizan para los espectáculos de danza de su hijo Sergio.
Urtzi Aranburu
De Gipuzkoa a Holanda
Comenzó,
como la mayoría, en una de las escuelas privadas de danza de Euskadi.
Primero bailes tradicionales. Después, clásico. El bailarín Ur-tzi
Aranburu tenía por aquel entonces 9 años. Muchos años separan su
primera clase de ballet de la actualidad, pero sobre todo, muchos
viajes. Primero se trasladó a Madrid y una vez allí Nacho Duato le
orientó hacia la formación holandesa NDT. "Cuando empecé a hacer ballet
clásico no sabía que me dedicaría a esto profesionalmente. Una
profesora me dijo que lo hacía bien y que tenía futuro y así poco a
poco fui de Madrid a Holanda con un contrato", resume . Se despidió de
su familia, de sus amigos, de sus rincones favoritos para luchar por su
sueño. ¿No queda más remedio que hacerlo? "Por desgracia sí. No hay
muchas opciones. Afortunadamente las cosas están mejorando en Euskadi y
espero que dentro de unos años el irte de casa sea sólo una opción y no
una obligación".
Holanda fue su casa y su lugar
de trabajo hasta el 2007, año en el que decidió retirarse. "No ha sido
una decisión tomada de la noche a la mañana, lo tenía claro. Uno sabe
cuándo tiene que dejar de bailar", asegura. Después de dos temporadas
sin subir a un escenario, Aranburu se dedica a enseñar por todo el
mundo lo que aprendió como repetidor. A pesar de no haber encontrado el
éxito en su tierra, está "muy satisfecho" con su trabajo y hay un
momento que no olvidará jamás, el de "bailar en Donostia con la
compañía".
Lucía Lacarra
De Gipuzkoa a Munich
Gipuzkoa,
Madrid, Marsella, San Francisco y Munich. Ésta ha sido la trayectoria
de la bailarina Lucía Lacarra. Una lesión, concretamente una rotura de
los ligamentos cruzados, la mantiene alejada de los escenarios, pero
ella se mantiene optimista. "Todo va muy bien. Los médicos están muy
contentos. Estamos muy expuestos a estas lesiones", asegura. Lacarra
también tuvo que abandonar Zumaia, localidad donde nació, para
conseguir bailar en grandes teatros. "Tuve que abandonar mi casa cuando
tenía 14 años. Tenía muy claro que quería dedicarme a esta profesión.
Lo tuve que dejar todo, y estar tan lejos de tu gente es algo a lo que
nunca te acostumbras", desvela la bailarina.
"Te
tienes que marcar unas metas sin saber si vas a llegar a ser alguien en
la danza", explica. Para alcanzarlas, Lacarra estudió en Madrid con
Víctor Ullate. Poco después pasó a ser la bailarina oficial del Ballet
de Marsella. De allí cruzó el Atlántico para convertirse en la estrella
principal del ballet de San Francisco y después, al Ballet de la Ópera
de Munich. La danza es su pasión. "Una pasión para la que hay que
trabajar mucho. Hay que dar lo máximo. Si quieres bailar no tienes más
remedio que marcharte de casa. Es muy duro, sobre todo porque cuando
terminas la actuación te das cuenta de que realmente estás sola".
cuarta Gala 'los vascos y la danza'
El guipuzcoano Urtzi Aranburu triunfó en la compañia Holandesa NDT hasta que se retiró en 2007 |
|
Dokumentuaren akzioak