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La devoción no entiende de crisis
Sol, calor y buen ambiente presidieron la fiesta de Arrate, patrona de Eibar, donde miles de eibarreses despidieron las vacaciones en los alrededores del Santuario
La jornada comenzó temprano para la gran mayoría de los
que decidieron hacer una visita a la 'Amatxo' de Arrate. Ya fuera por
el tradicional camino de los 'Pasos de la Virgen', por el atajo de Orbe
o por la propia carretera, este año fueron mayoría los eibarreses que
optaron por peregrinar a pie hasta el Santuario. El tiempo acompañaba.
La mañana, aunque soleada, amaneció fresca, al menos en sus primeras
horas. Otra alternativa de ascenso fueron los numerosos autobuses
habilitados para la ocasión y que siguen comiendo terreno a los coches
particulares, que en esta oportunidad fueron clara minoría.
De una manera o de otra, los peregrinos, en su inmensa
mayoría llegados desde Eibar, fueron arribando a Arrate. Durante las
primeras horas de la mañana, los más madrugadores, como manda la
tradición, coincidieron en espacio y en tiempo con aquellos que
apuraban sus últimas horas de fiesta tras una intensa noche entre las
tres txoznas que estuvieron operativas noche y día alrededor de la
campa. A decir verdad, el programa festivo no ofrecía ninguna novedad
importante. Las de Arrate son, sin duda, las fiestas más tradicionales
del calendario festivo eibarrés. Basadas fundamentalmente en la
simbología religiosa; la propia 'Amatxo, las danzas y la música más
tradicional se convierten en los principales centros de interés durante
la jornada.
Para cuando la banda de Txistularis Usartza comenzó su
particular pasacalles por la zona, el ambiente había crecido de manera
importante. A las 11:00 dio comienzo la Misa Mayor con la participación
de los txistularis y los dantzaris de Kezka, quienes ofrecieron a la
Virgen de Arrate una emotiva Ezpatadantza.
Tras la ceremonia religiosa, pasado ya el mediodía,
arrancó desde el pórtico del Santuario la tradicional procesión de la
Virgen. Escoltada por los miembros del Kezka y acompañada por
centenares de fieles, fue ascendida en procesión hasta la Cruz y
colocada mirando a la ciudad de Eibar para, un año más, llevar a cabo
la tradicional bendición.
A partir de ese momento, de nuevo los dantzaris del
Kezka, adquirieron todo el protagonismo. Para entonces, la campa de
Arrate era un auténtico hervidero y la temperatura había aumentado de
manera considerable. Allí mismo, en la campa, y durante casi una hora,
los miembros del Kezka ofrecieron a todos los presentes sus mejores
bailes. Fue una exhibición en la que, además de la ezpatadantza,
ejecutaron también piezas con brokel, trokeo- dantza, palos largos y
palos cortos.
De postre, rosquillas
Tras los bailes del Kezka les llegó el turno a los
trikitilaris y los bertsolaris. Los instrumentos de Gandiaga y Narbaiza
y las voces y el ingenio de Azpillaga, Meabebasterretxea y Narbaiza
amenizaron el poteo por la campa. Para recuperar fuerzas, el bocadillo
fue una vez más el más demandado. Algunos privilegiados, los más
madrugadores, pudieron ocupar alguna de las mesas y disfrutar de una
agradable sobremesa en familia. Para el postre, lógicamente, estaban
reservadas las tradicionales rosquillas.
Por la tarde, otra vez la música fue la gran
protagonista. Primero se disputó el clásico concurso de baile al suelto
para mayores de 15 años y, a continuación, comenzó la verbena a cargo
del grupo Drindots que congregó a un gran número de padres acompañados
de sus pequeños. Los más fiesteros tuvieron la oportunidad de seguir
bailando hasta las 23:00 horas.
Con los últimos acordes de Drindots se llegó al final de
una nueva edición de las Fiestas de Arrate, lo que supone también, para
una gran parte de los eibarreses, el final de su periodo vacacional.
Las fiestas en honor a la 'Amatxo' marcan el comienzo de un nuevo curso
escolar en la ciudad armera, un curso que para muchos jóvenes habrá
arrancado hace ya algunas horas.
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