Conocer otras aulas, compartir con otras personas, aprender de otra forma, sumar otras experiencias, vivir entre otras calles. Son estancias cortas. No es, como tal un Erasmus, pero el nombre del citado programa sirve para hacerse una primera idea de la propuesta en la que está tomando parte el Conservatorio Municipal de Danza José Uruñuela.
De la mano de MobPlan, la capital alavesa es punto de partida y llegada, al mismo tiempo, de bailarines y bailarinas en proceso de formación, intérpretes que están ya en los últimos cursos de Enseñanzas Profesionales y, por lo tanto, a punto de abandonar el centro gasteiztarra o sus semejantes en otras ciudades.
A principios de febrero, una tercera compañera seguirá sus mismos pasos. Ellas vienen. Pero también desde aquí hay quien se va. En concreto, del 10 al 14 del próximo mes, Iradi Salazar, Carla Pascual, Aiala Razkin y Alain Campón devolverán, por así decirlo, la visita.
No son las únicas que van a hacer las maletas desde el José Uruñuela. En la segunda mitad de febrero, el Centro de Danca do Porto (Portugal) recibirá a Eider Espina y Raquel Escolano. Todas ellas, tanto las que vienen como las que se van, están en cada sitio entre 3 y 5 días, jornadas de intenso trabajo y de mucho aprovechamiento, tanto formativo como personal. Es el gran objetivo de una propuesta que implica también a profesorado y familias.
El MobPlan es un plan de movilidad e intercambio de estudiantes de danza que lleva años funcionando y que se originó desde el Instituto de Enseñanzas Artísticas Oriol Martorell de Barcelona.
Con este centro, el Uruñuela ha realizado ya intercambios directos en ocasiones anteriores pero en 2024 se dieron los pasos para la firma de un convenio que supusiese la entrada del espacio vitoriano en el mencionado proyecto y en la red de conservatorios –que cuenta también con centros de otros países– que participan de él.
“Para nosotros es un reto organizativo” reconoce la directora del espacio formativo y cultural gasteiztarra Ainhoa Arenaza, que destaca el trabajo que está realizando la jefa de estudios Arantzazu Susunaga para que todo salga como debe y se espera.
Iradi Salazar, Carla Pascual, Aiala Razkin y Alain Campón acudirán a Alicante, de donde han llegado ya Luna Chacón Pérez e Irene Castelló Navalón
El plan busca aportar la experiencia de conocer distintas dinámicas de trabajo, otros centros de danza, diferentes profesoras y profesores, metodologías y estilos coreográficos.
Es una “gran oportunidad para afinar sobre su orientación, puesto que la amplia red de conservatorios ofrece al alumnado diferentes registros y estilos de danza, lo que ayudará para orientar su perfil como bailarín o bailarina”.
En este sentido, la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Vitoria, Sonia Díaz de Corcuera, apunta que “es un paréntesis en la rutina diaria para aprender y adquirir nuevas perspectivas. Además, las estancias formativas en otros lugares favorecen la autonomía y responsabilidad de la persona, algo muy necesario en el mundo de la danza”.
En la segunda mitad de febrero, el Centro de Danca do Porto, en Portugal, recibirá a Eider Espina y Raquel Escolano
Hay que tener en cuenta que el alumnado que quiere participar en el programa –que es de carácter voluntario– está a punto de abandonar los conservatorios en los que se está educando en estos momentos para seguir su formación, lo que, a buen seguro, le va a llevar a otras ciudades e incluso a otros países, por no hablar de la movilidad cuando se llega al mundo profesional.
Pero llevar a cabo estas experiencias no solo implica a los y las estudiantes. Supone mucho más. Por ejemplo, para el propio profesorado de los centros participantes.
“Es una oportunidad para conocer diferentes trabajos a través del alumnado que acogemos, además de saber que los y las estudiantes propios y propias están teniendo oportunidades para ampliar sus conocimientos y crecimiento personal. También es positivo por el mero hecho de tejer redes con profesionales de otros conservatorios nacionales e internacionales”, describe Arenaza en torno a esta iniciativa.
Durante esos días en los que los y las estudiantes están o lejos de casa o siendo gasteiztarras por un tiempo limitado, las estancias se hacen en las casas familiares del alumnado implicado. Es decir, hay un intercambio, que también implica un compromiso en muchos sentidos. El coste del viaje y los traslados a otra ciudad corren a cargo de los bailarines y las bailarinas y las familias, que también se hacen cargo del sustento alimenticio.
No todo es asistir a clases de danza, claro. También está la formación reglada. Siempre y cuando sea posible, los centros que participan en el programa se comprometen a facilitar un espacio físico y los medios telemáticos necesarios para que el alumnado en itinerancia pueda continuar con su actividad académica.
Se busca así que todo en estas estancias sea favorable para quienes toman parte en ella. Sobre estos principios se asienta una propuesta que, ante todo, está en manos de sus protagonistas, de las bailarinas y los bailarines que, a título individual, quieren tomar parte.