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La danza primigenia
Crítica, Compañía de Danza Aukeran
EL trabajo del grupo Aukeran es una panorámica de los tipos de danza más habituales del folklore vasco servida con una pulcritud técnica, una belleza de vestuario y luces, y una fluidez escénica admirables. Muruamendiaraz es sumamente honrado al abordar todas las danzas con una pureza exquisita desde su raíz; pero, además, las va insertando en una corriente de modernidad; o, mejor, de actualidad, que las hace cotidianas y expresivas de sentimientos festivos, de rivalidad, amorosos, heroicos... a través de sus peculiares estéticas. Los ocho bailarines se presentan con un dominio total de la simetría, una belleza en origen basada en la fortaleza y el hieratismo propio de nuestra danza autóctona. Pero también enseñan su soltura y su dialéctica hacia otros bailes, como el tango, el claqué o el pop. Predomina, absolutamente, el baile de pies, y aquí demuestran un virtuosismo casi exhibicionista, sobre todo al final, cuando el espectáculo deriva en la frenética demostración de taconeo en la danza.
La espata-dantza, el aurresku, los paloteados, etcétera, resultan impecables en estos bailarines que han mamado la tradición, y especialmente bellos en su esencia, al llevarlos al escenario desprovistos de su entorno habitual, incluso, en algún momento de música, dentro de un vestuario austero, atemporal, elegante y que da mucho juego, y con luces llenas de sugerencia. Surge así la danza desmenuzada y excelentemente ejecutada.
Asumen los bailarines el riesgo del propio baile -danza sobre el vaso de vino, danza sobre las andas...-, pero sobre todo asimilan totalmente el estilo para sobrepasarlo y explayarse ya en coreografías más contemporáneas. No falta tampoco el sentido del humor que se hace especialmente patente en la variación del zampanzar y el juego -absolutamente jocoso- del baile con los cencerros.
Dos elementos ayudan sobremanera al éxito del espectáculo. En primer lugar, la música en directo servida por un grupo en el que la percusión -sobre todo la txalaparta- juega un importante papel; por cierto, a mi juicio, y como sucede en todos los espectáculos, amplificada en exceso. Y, por otra parte, las luces, fundamentales para enmarcar a los bailarines, y con detalles muy logrados, como esos pequeños focos que parecían arrastrar a los protagonistas fuera de la escena.
El público, absolutamente complacido de haber asistido a una puesta en escena y a un repaso precioso a las danzas que conoce, obsequió a los bailarines y músicos con una ovación de gala, contagiados todos de la danza. No había forma de mantener los pies quietos.
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