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"La danza no me parece un sacrificio, sino un privilegio"

Itziar Mendizabal bailarina, nueva solista del Royal Ballet de Londres

Egilea
Ainhoa Castells
Komunikabidea
El Pais
Tokia
San Sebastián
Mota
Elkarrizketa
Data
2010/03/07

Itziar Mendizabal se prepara para dar un gran salto en su carrera. En agosto próximo, entrará a formar parte, como solista primera, de una de las cinco compañías de danza clásica más importantes del mundo: el Royal Ballet de Londres. Mendizabal subirá a las puntas junto a estrellas internacionales como Tamara Rojo. Es una oportunidad con la que ni siquiera había soñado esta joven inquieta que quedó finalista en los premios Besoin 2009, considerados los oscars de la danza.

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"A los bailarines ya no se nos exige una delgadez extrema"

Pregunta. ¿Cómo ha llegado ha llegado al Royal Ballet?

Respuesta. A partir de la próxima temporada, el Ballet de Leizpig sólo va a trabajar danza contemporánea y a mi no me interesa dejar el clásico. Había decidido cambiar de compañía, pero no tenía expectativas de entrar el Royal Ballet, ni siquiera de presentarme a una audición. Me parecía imposible. Fue una maestra de baile que también trabaja con el Royal quien me pidió que le diese un video de promoción. A las dos semanas, la directora del ballet, Monica Mason, me dijo que fuera a Londres a participar en una clase con la compañía y me propuso el contrato de primera solista, la segunda categoría más importante tras la bailarina principal.

P. ¿Qué vieron en usted?

R. Necesitaban una bailarina versátil y a mi me pueden meter en clásico, en contemporáneo o neoclásico. Me han dicho que me interpretaré roles solistas y, de vez en cuando, principales.

P. En la clase coincidió con Tamara Rojo que, junto a Laura Morera, son las únicas bailarinas españolas de la compañía.

R. Sí, y Tamara fue encantadora; me presentó a la profesora. En la clase vi a otras bailarinas maravillosas como Marianela Nuñez. Y cómo bailaban....

P. ¿Está viviendo un sueño?

R. Totalmente. Me ha llegado sin que lo esperara, aunque nunca ha sido mi meta triunfar o ser conocida, sino disfrutar. A la hora de tomar decisiones, me guío por mi felicidad y no tanto por ir a una compañía u otra. Y lo he sido tanto de bailarina principal en Leizpig como de figurante en el Quijote de Victor Ullate.

P. ¿Cómo surgió esa pasión por la danza?

R. Desde siempre lo he tenido claro. Con cuatro años le dije a mi madre que iba a ser bailarina y me apuntó a la academia de Elvira Ubierna en Hondarribia. A los 14 años empecé en la escuela de Víctor Ullate, en Madrid. Con él aprendí mucha disciplina y, sobre todo, que las cosas se consiguen con trabajo, trabajo y trabajo. A los 16 entré a formar parte de su compañía y a los 21, fui al Ballet de Zúrich, donde permanecí tres años, hasta que cambié a Leipzig.

P. ¿La danza clásica es sinónimo de sacrificio?

R. La danza es dura es y te exige mucha autodisciplina, pero no me parece un sacrificio, sino un privilegio, dedicarme a lo que me gusta. Y también me gusta todo lo que conlleva estar en una compañía: las giras, convivir con gente de todos los países, hablar varios idiomas, vivir en Alemania, en Suiza y ahora en Londres.

P. ¿No le da vértigo cambiar de nuevo de vida?

R. Me apetece un montón. Cuatro años han sido suficientes y estoy abierta a una nueva experiencia. Una de las espinas que más me va a doler es perder a mi partenaire de baile, Jean-Sébastién Colau.

P. ¿Cómo es, en estos momentos, un día normal en la vida de Itziar Mendizábal?

R. Me levanto a las ocho de la mañana, hacia las nueve voy a la ópera y salgo sobre las seis. Ensayamos durante todo el día. Los fines de semana, si no tenemos actuación, a veces salimos por ahí, tomamos algo... porque yo me tomo mis cervezas tranquilamente y si tengo que tomar un cubata también, pero siendo responsable.

P. ¿Tiene que cuidar mucho su alimentación?

R. No tengo problemas con el exceso de peso, al contrario. En la primera obra que la compañía estrenó siendo yo primera bailarina, entre los ensayos y los nervios me quedé hecha un espárrago y me dieron un toque. Fui al Burger King un par de veces a ver si se pegaba algo (risas). A los bailarines clásicos ya no se les exige esa delgadez extrema. Debes estar fuerte, con tono muscular. Hay chicas que tienen un poco más de forma y no pasa nada.

P. Los bailarines clásicos tienen pocas oportunidades profesionales en España.

R. Es tremendo que no haya una compañía clásica estatal y no creo que sea por falta de público o de bailarines. En Alemania, incluso en las ciudades más pequeñas tienen su ballet, aunque sea con 20 bailarines.

P. ¿Qué vieron en usted?

R. Necesitaban una bailarina versátil y a mi me pueden meter en clásico, en contemporáneo o neoclásico. Me han dicho que me interpretaré roles solistas y, de vez en cuando, principales.

P. En la clase coincidió con Tamara Rojo que, junto a Laura Morera, son las únicas bailarinas españolas de la compañía.

R. Sí, y Tamara fue encantadora; me presentó a la profesora. En la clase vi a otras bailarinas maravillosas como Marianela Nuñez. Y cómo bailaban....

P. ¿Está viviendo un sueño?

R. Totalmente. Me ha llegado sin que lo esperara, aunque nunca ha sido mi meta triunfar o ser conocida, sino disfrutar. A la hora de tomar decisiones, me guío por mi felicidad y no tanto por ir a una compañía u otra. Y lo he sido tanto de bailarina principal en Leizpig como de figurante en el Quijote de Victor Ullate.

P. ¿Cómo surgió esa pasión por la danza?

R. Desde siempre lo he tenido claro. Con cuatro años le dije a mi madre que iba a ser bailarina y me apuntó a la academia de Elvira Ubierna en Hondarribia. A los 14 años empecé en la escuela de Víctor Ullate, en Madrid. Con él aprendí mucha disciplina y, sobre todo, que las cosas se consiguen con trabajo, trabajo y trabajo. A los 16 entré a formar parte de su compañía y a los 21, fui al Ballet de Zúrich, donde permanecí tres años, hasta que cambié a Leipzig.

P. ¿La danza clásica es sinónimo de sacrificio?

R. La danza es dura es y te exige mucha autodisciplina, pero no me parece un sacrificio, sino un privilegio, dedicarme a lo que me gusta. Y también me gusta todo lo que conlleva estar en una compañía: las giras, convivir con gente de todos los países, hablar varios idiomas, vivir en Alemania, en Suiza y ahora en Londres.

P. ¿No le da vértigo cambiar de nuevo de vida?

R. Me apetece un montón. Cuatro años han sido suficientes y estoy abierta a una nueva experiencia. Una de las espinas que más me va a doler es perder a mi partenaire de baile, Jean-Sébastién Colau.

P. ¿Cómo es, en estos momentos, un día normal en la vida de Itziar Mendizábal?

R. Me levanto a las ocho de la mañana, hacia las nueve voy a la ópera y salgo sobre las seis. Ensayamos durante todo el día. Los fines de semana, si no tenemos actuación, a veces salimos por ahí, tomamos algo... porque yo me tomo mis cervezas tranquilamente y si tengo que tomar un cubata también, pero siendo responsable.

P. ¿Tiene que cuidar mucho su alimentación?

R. No tengo problemas con el exceso de peso, al contrario. En la primera obra que la compañía estrenó siendo yo primera bailarina, entre los ensayos y los nervios me quedé hecha un espárrago y me dieron un toque. Fui al Burger King un par de veces a ver si se pegaba algo (risas). A los bailarines clásicos ya no se les exige esa delgadez extrema. Debes estar fuerte, con tono muscular. Hay chicas que tienen un poco más de forma y no pasa nada.

P. Los bailarines clásicos tienen pocas oportunidades profesionales en España.

R. Es tremendo que no haya una compañía clásica estatal y no creo que sea por falta de público o de bailarines. En Alemania, incluso en las ciudades más pequeñas tienen su ballet, aunque sea con 20 bailarines.

 
 
Itziar Mendizábal

Itziar Mendizábal-  Jesús Uriarte

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