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La danza de los zancos inauguró ayer la nueva cuesta empedrada de Anguiano

La reforma, inaugurada por el presidente Sanz y el alcalde Romero, ha costado 170.00 euros Ocho jóvenes estrenaron el nuevo pavimento que resultó más seguro

Egilea
Yolanda Ilundain
Komunikabidea
El Correo
Tokia
Anguiano
Mota
Erreportajea
Data
2005/07/22

La actuación en esta empinada y empedrada cuesta ha consistido, según explicó el alcalde de esta localidad, en el «levantamiento del empedrado existente de 375 metros cuadrados de su superficie, la colocación de una capa de cemento sobre la que se han vuelto a colocar las mismas piedras compactadas con una mezcla de arena y cemento».



El mal estado del pavimento, con numerosos baches e irregularidades, venía provocando en los danzadores en los últimos años lesiones al quedarse encajonados los zancos entre las piedras, además de caídas, aumentando la peligrosidad del recorrido. El año pasado uno de ellos sufrió rotura de ligamentos y estuvo de baja varios meses.



La actuación, completada con la renovación de las redes de distribución y saneamiento de aguas, ha supuesto una inversión de 171.063 euros, de los que 153.957 euros han sido aportados por la Administración regional y el resto por el municipio.



El presidente riojano mostró su satisfacción por haber colaborado «para facilitar un acto histórico muy enraizado en el municipio y en La Rioja, que tiene proyección nacional y que necesitaba una restauración para que la actividad que desarrollan los danzantes pueda ser realizada en las mejores condiciones de seguridad».



Sanz destacó, además, el poder de convocatoria de la danza de los zancos y el hecho de que «hoy (por ayer) seamos noticia nacional por este acontecimiento de raíces históricas en nuestra comunidad. Es importante que La Rioja sea lugar de buenas noticias y lugar de encuentro de aquellos que nos visiten»



La intervención en la calle más famosa de Anguiano, que une la entrada de la iglesia de San Andrés con la plaza Mayor, contribuirá a mantener con el menor riesgo posible la tradicional danza de los zancos, que se celebró a continuación en el primer día de las fiestas de la Magdalena.



8 jóvenes de la localidad, de entre 17 y 25 años, volvieron a asombrar al público descendiendo como peonzas por la cuesta al ritmo que marca el cachiberrio y la música de las dulzainas. Encaramados en zancos de medio metro de altura acabados en punta y fuertemente amarrados a las pantorrillas, los danzadores, con sus faldas largas de amplios vuelos estrenadas ayer y corpiños de colores, se lanzaron girando sobre si mismos a velocidad endiablada y eran frenados al final del tramo por los cientos de espectadores que se agolpaban a lo largo del angosto recorrido.



El espectáculo es un auténtico reto a las leyes de la gravedad y del equilibrio. La danza se repite hoy, día grande de las fiestas patronales, y mañana sábado y es el acto central de unos festejos que han conseguido que la imagen de Anguiano haya traspasado las fronteras riojanas gracias a un baile centenario, cuya primera prueba documental escrita data de 1603.



Satisfacción y medios de comunicación

Y. I./ANGUIANO



El alcalde de Anguiano, Ángel Romero, era ayer un hombre satisfecho «porque ya tenemos nueva cuesta que aportará seguridad a los danzadores porque ahora el zanco ya no se clava entre las piedras».



Romero subraya la gran expectación que genera la danza de los zancos. «Viene gente de todos los sitios y muchos medios de comunicación. Hace dos años incluso tuvimos un equipo de la televisión de Corea que vino hasta aquí únicamente para grabar imágenes». Este año TVE ha grabado un documental y el nuevo espacio «España en directo» también hizo ayer alguna conexión desde este rincón de La Rioja Alta.



«La danza supone todo para nosotros y por eso lo cuidamos y mimamos mucho porque es la imagen de Anguiano y de La Rioja», manifestó.



«Cuando desciendes, sólo piensas en que no se caiga nadie»

Y. ILUNDAIN/ANGUIANO



Son los auténticos protagonistas. Centenares de ojos se clavan estos días en ocho jóvenes de sayas largas y llamativos corpiños de colores y en sus movimientos, rápidos giros sobre zancos de madera de medio metro. El rito no consiste sólo en 'tirarse por la cuesta' sino en dar vueltas siguiendo el ritmo de la música.



Diego Díez Vaquero es, a sus 25 años, el veterano del grupo. Lleva 11 años participando en la danza de los zancos y recuerda que empezó con tan sólo 14 «en las fiestas de Gracias de septiembre por una lesión de un danzador». Desde entonces no se pierde una cita que tiene un significado especial para él. Aunque no es religioso, reconoce que los momentos antes de iniciarse la bajada, cuando están en la plaza junto a la iglesia con la santa Magdalena y comienza a sonar la música «se me ponen los pelos de punta porque le tengo devoción a la Virgen».



Diego asegura que no tiene miedo. Lo suyo es más bien un sentimiento de responsabilidad. «Supongo que como soy el más veterano cuando me estoy tirando por la cuesta no pienso en nada, únicamente veo ventanas y sólo pienso en que salga todo bien y en que no se caiga nadie», dice.



Aunque confiesa su nostalgia por la vieja cuesta «porque era más antigua y más entrañable» reconoce que era necesario mejorarla «porque como faltaban piedras era peligrosa y los zancos se quedaban a veces encajados». Él mismo sufrió en sus propias carnes el deterioro. «Hace tres años me caí, me dí un golpe y me tuvieron que operar del menisco».



No se ha marcado plazo para el relevo, aunque confiesa que hay «mucha cantera de jóvenes que un día bailarán».



Jesús Hernáez es uno de los últimos 'fichajes'. El año pasado ya bailó en estas fiestas, como los otros reservas, y en las de septiembre y al igual que Diego dice no experimentar miedo «si acaso nervios». «El peor momento que se pasa es cuando empieza a sonar la primera gaita porque sabes que enseguida tienes que comenzar a descender, pero cuando estás bajando no tienes miedo. Sabes que miles de ojos te están mirando pero tú no ves a la gente porque sólo miras a un punto fijo», asevera



Este joven que ayer cumplía 20 años, lleva en sus genes la afición. «Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y mi tío han sido danzadores, así que lo mío viene en la sangre, heredado de generación en generación», explica. Al igual que su compañero, comparte la devoción por la Magdalena y recuerda que se danza «por devoción a la santa»



Para él lo más importante es mantener el ritmo. «Tienes que adaptarte al ritmo de la música. No se trata de quién va más deprisa sino de hacerlo bien, siguiendo el compás».

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