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La danza de la vida

Testimonios de inmigrantes

Aítor, un dantzari alavés inspirado por pasiones
Egilea
Victoria Hermelo
Komunikabidea
Periódico Migraciones
Mota
Albistea
Data
2015/01/16

2015-01-X_Periodico-Migraciones_Aitor-Alava-03
Con sólo 11 años comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo de las danzas vascas. En 2003 decidió estudiar euskera, su segundo idioma. Lo que no sabía 
es que estudiar lo llevaría no sólo a conocer al amor de su vida, sino también a radicarse en la Argentina. Hoy, Aitor, Marina (su esposa argentina) y su hija Maialen, viven en Buenos Aires, en la localidad de Lavallol.

Aítor Alava nació en Zuhatza, un pequeño pueblo de Araba, territorio histórico de España, situado en la comunidad autónoma del País Vasco. De pequeño se sumergió en el mundo de las danzas vascas. “En mi casa, de una manera muy natural, todos se dedicaban a bailar. Somos 5 hermanos, mis padres nos
plantearon que estudiemos danza”, cuenta. Así fue que en enero de 1984, junto con ellos, crearon el grupo Aiara Dantza Taldea: “Allí empezamos en un principio los tres hermanos mayores, Edurne, Aitziber y yo; luego los dos pequeños, Maider e Iñakitxu. La danza, desde muy chico, es lo que me da de comer, pero también me hace estar vivo”.
Para 2003 siguió dedicándose al baile vasco. Confiesa que intentó buscar otros trabajos, pero se decidió finalmente por estudiar euskera: “No hablaba bien el idioma vasco, así que en octubre empecé un intensivo de seis meses. Eso me puso en contacto con mucha gente de otros países”, entre ellos conoció a Marina,
una argentina que estudiaba en España.

Con respecto a la llegada a Buenos Aires, cuenta que siempre quiso probar suerte en otro país, y la Argentina fue su primera opción. Pero el amor fue lo que terminó de convencerlo: “Con Marina estudiábamos juntos. Un viernes nos despedimos, ella se iba el lunes para la Argentina. Ese sábado nos juntamos con cinco amigos y les conté que me había quedado con las ganas de decirle lo que sentía. No sabía nada de ella, tenía el dato de que estaba en un pueblo, pero no tenía ni su teléfono. El domingo por la mañana decidí ir en su búsqueda. Salí al medio día y la encontré a las 10 de la noche. Desde ese momento no nos separamos más”. Y agrega, entre sonrisas: “Si faltaba algo para decidir irme, era ella, que tenía que volver a su país”.

                                               2015-01-X_Periodico-Migraciones_Aitor-Alava-02

Llegaron a Buenos Aires en julio de 2004. Si bien confiesa que no le gusta comparar a su pueblo con la Argentina, notó grandes diferencias respecto a la cultura y el trato hacia los extranjeros: “Me sorprendió el nivel cultural de la ciudad. Que un taxista te pueda hablar de casi todo era muy raro. Te puede gustar o no de lo que hablan, pero saben, entonces me di cuenta que aquí pasaba algo. Allá los taxistas no saben hablar”. Y agrega: “Hay una buena conciencia con el extranjero, aquí tratan muy bien a la gente. Lamentablemente en Europa se lo trata muy mal al argentino”.

2015-01-X_Periodico-Migraciones_Aitor-Alava-01A su llegada visitó alrededor de 25 centros vascos y eso le dio un panorama de cómo se desarrollaba su cultura en nuestro país. Mientras tanto, trabajaba en depósitos como cadete y fue extra de televisión para poder sustentarse. En verano volvía a su país de origen para trabajar en la empresa de su hermano y poder traer algo de dinero. Pero su objetivo era encontrar un lugar que le permita desarrollar su máxima pasión: la danza. 

Luego de un arduo camino de búsqueda y proyectos consiguió establecerse en el mundo del baile. Da clases de cultura y danza vasca, y folklore argentino en el colegio EuskalEchea de Llavallol. Además, este año comenzó el profesorado de danza y de tango: “Nunca se acaba de aprender, es interminable. El espectáculo se da cuando uno puede demostrar más de lo que ya hace. El tango siempre me generó intriga y no me animaba. Hasta que probé y me di cuenta de que ese ritmo llena el alma”. 
Con respecto a su visión de la Argentina expresa que: “Este país tiene memoria. Hay gente a la que no le gusta esta palabra. La memoria hace que el país sea bueno. De dónde venimos, a dónde vamos, qué hicimos, qué queremos hacer, qué nos hicieron. España no tiene memoria. Europa en general no tiene memoria. Siempre hay que tirar para adelante sabiendo lo que ha pasado. Hay cosas que no se deben volver a repetir”.
Aítor ya lleva 8 años en Buenos Aires, y si bien extraña a sus afectos, logró formar una familia y poder vivir de la danza. A la hora de definir nuestro país afirma: “La Argentina es el país de los tamaños, aquí todo es grande.”

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