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La Concha se vistió de rosa
Cerca de un millar de jóvenes mostraron sus habilidades en ballet ante la mirada atónita de los paseantes
A juzgar por la cantidad de personas que se dieron
cita en las inmediaciones de La Concha, el interés por la danza sigue
en auge. 17 escuelas y academias tomaron el paseo. Con puntualidad
inglesa, las jovencitas, enfundadas en mallas de color rosa, y a ritmo
de la música de El lago de los cisnes, comenzaban sus ejercicios de
barra clásica. Encadenamientos, reverencias y coreografías que han
estado semanas ensayando. Predominaban las niñas -escasamente una
veintena de chicos se animaron a hacerlo- que crearon una curiosa
hilera que comenzaba en los aledaños del Club Náutico y concluía a la
altura del Atlético San Sebastián.
A las doce y media, los
niveles medio y avanzado relevaron a los txikis. Los trajes rosas
cedían protagonismo al elegante negro, que imperaba entre los
bailarines. Leire, Elene y Enara son ya unas veteranas, pero aún
«seguimos sintiendo vergüenza», dijeron. Llevan doce años dedicadas a
esta modalidad, pero más por diversión, porque como ellas mismas
apuntaron «es muy duro dedicarse profesionalmente».
Ellos quieren bailar
Pero
sin duda, la expectación recaía en ellos, los niños. Lander, de siete
años, con malla negra y polo blanco, se desenvolvía con soltura entre
tanta fémina. Sus padres, Isaías y Ana estaban orgullosos. «La danza me
encanta», decía el pequeño, que se había sentido un poco incómodo antes
de comenzar el ejercicio. Fue él quien se decantó por esta disciplina,
y sus padres aceptaron con gusto los deseos de su hijo. Ayer lo vieron
en escena para su gran satisfacción. Clichés y prejuicios quedaron
olvidados. Visto lo visto, estos niños no tendrían nada que envidiar al
mismísimo Billy Elliot. Los aplausos dieron fe de ello.
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