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La Cenicienta soñó en Versalles

La Orquesta de Euskadi y el Ballet de Biarritz vivieron un cuento de hadas en la Ópera Real del palacio. El mágico espectáculo de danza con la música de Prokofiev interpretada en directo embrujó al público parisino, que llenó el histórico teatro

Fue una noche de cuento, de príncipes, de sueños cumplidos. El estreno en Versalles de 'La Cenicienta' construida entre el Ballet Malandain de Biarritz y la Orquesta Sinfónica de Euskadi en una colaboración llena de aciertos emocionó a los 700 asistentes que en el estreno de anteanoche llenaron la Ópera Real. La aventura iniciada hace un tiempo con la creación de un proyecto artístico compartido entre la danza y la música tuvo el mismo final feliz que la protagonista de la historia a la que Prokofiev puso sonido. Y todos vieron sus sueños cumplidos: la protagonista del cuento de Perrault y los que vivieron la mágica noche del viernes.
Egilea
María José Cano
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
Versalles
Mota
Albistea
Data
2013/06/09
Lotura
Diario Vasco

Fue una jornada llena de emociones, nervios y duro trabajo. Los primeros en vivirlo fueron los encargados de preparar todo para el ensayo, que se iba a realizar el mismo día del estreno en Francia, unas horas antes. Habilitar un foso tan diminuto como el del teatro de la Ópera Real para acoger a los músicos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi no era tarea fácil. Un lugar así no estaba pensado para una orquesta como la de hoy en día, ni siquiera para una formación como la que visitaba Versalles, de algo más de cuarenta músicos. La plantilla instrumental que había estrenado el montaje el lunes en el Kursaal se tuvo que reducir en la cuerda: los cinco contrabajos se quedaron en dos, y también hubo que prescindir de algunos violonchelos y violines. Seis horas duró la ubicación de sillas, atriles e instrumentos grandes en el foso del teatro y montadores como Paco de la orquesta tuvieron que retroceder en la historia y realizar trabajos sin ayuda mecánica bajando a pulso el piano o la celesta al foso.

Arte sin fronteras

Cinco horas antes del estreno, el patio de butacas estaba vacío, pero el escenario y el backstage del teatro tenían un gran movimiento. La televisión francesa y los cámaras del documental que Oskar Tejedor está preparando sobre la OSE y el Ballet de Biarritz grababan a la orquesta y a Josep Caballé-Domenech el primer ensayo en París. Los músicos vestían de concierto, mientras que los bailarines, con ropa de faena, desglosaban concentrados los pasos creados por Thierry Malandain antes de la 'premiere'.

Y si en el cuento de 'Cenicienta' la hora más importante son las 12 de la noche, en el que se vivió en Versalles todo comenzó a las ocho. Los bailarines del Malandain no podían evitar sentir cierta tensión ante el estreno en París, ni tampoco los músicos de la orquesta, apretados en un espacio tan hermoso como mínimo. El director general de la Orquesta de Euskadi, Iñigo Alberdi, recibía en la entrada del palacio a la consejera de Cultura, Educación y Política Lingüística Cristina Uriarte, al viceconsejero de Cultura Joxean Muñoz y a la directora del Instituto Vasco Etxepare, Aizpea Goenaga. Compositores como Ramon Lazkano y Gerard Pesson también se acercaron al estreno.

El espectáculo consiguió crear una inolvidable conexión de épocas y artes. El teatro nos trasladaba a un tiempo pasado; el ballet, con su minimalista pero eficaz puesta en escena y coreografía, al momento actual, sin olvidar guiños al pasado con pasos de ballet clásico. Uno se fijaba en el techo y podía viajar a la época de Luis XVI, mirar al escenario y pensar incluso en el futuro, o cerrar los ojos y escuchar la música dejándose llevar a los años cuarenta del pasado siglo XX. Todo se unió: épocas, estéticas, disciplinas artísticas, el norte y el sur, París, Biarritz y Donostia... fue igual que si el hada madrina de Cenicienta hubiera hecho un encantamiento para que desapareciera cualquier tipo de frontera con el fin de convertir la velada en un hecho histórico.

Durante casi dos horas fue fácil dejarse llevar por cuadros de baile diseñados al servicio de la música hasta el último detalle, por la escenografía simbólica y efectista, por la ironía y el sentido del humor que Malandain imprimió a personajes como el de la madrastra y las hermanastras, o por la ardua labor llevada a cabo por los músicos de la OSE, con una partitura tan hermosa como diabólica e interpretada con rigor y amor. El maestro Josep Caballé-Domenech no dudó tampoco en dejarse la piel para que todo fluyera y el resultado se reflejó en la ovación del público, que aplaudió largamente y de una manera peculiar: con un mismo ritmo y al unísono.

Al término del espectáculo todos los asistentes al mismo estaban pletóricos. La consejera de Cultura, Educación y Política Lingüística Cristina Uriarte destacaba la «magnífica coordinación de los dos ámbitos, la música, que es espectacular, y el ballet». Asimismo, Uriarte señalaba que la colaboración entre la OSE y el ballet de Biarritz «es una maravilla, porque estamos representando a la cultura euskaldun, a una misma cultura. Este tipo de actos culturales suponen la proyección y el reconocimiento de la calidad cultural que tenemos».

La Cenicienta soñó en Versalles

Un instante de la actuación del Ballet Malandain. :: DV

La Cenicienta soñó en Versalles

El público parisino llenó la Ópera Real del palacio de Versalles. :: DV

La Cenicienta soñó en Versalles

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi acompañan desde el foso la danza del Ballet Malandain de Biarritz. :: DV

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