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"La base del espectáculo 'Axeri Boda' es una antiquísima leyenda que une Vasconia y Japón"
Juan Antonio Urbeltz, Antropólogo y director de Argia dantzari taldea
Juan Antonio Urbeltz (1940, Iruñea), investigador
insaciable del folclore vasco, tenía 18 años cuando empezó a bailar
danzas tradicionales. Pero quiso ir más allá de lo físico o lo
puramente estético para hacer arqueología cultural, profundizar en los
movimientos que adornan los tan diferentes bailes vascos. Desde
entonces ha estudiado antropología, mitología, lingüística y otras
disciplinas para descubrir todo aquello que se esconde tras el gesto y
el movimiento. Inquieto y culto, Juan Antonio Urbeltz se ha embarcado
en otra aventura a la que ha bautizado Axeri boda. "Todavía
recuerdo que, cuando yo tenía cinco años, ante una situación de lluvia
y sol, mi madre, que era de San Martín de Unx, me decía: Hijo entra en casa.
A esto se le llamaba tradicionalmente el sol de los zorros, porque, con
ese tiempo los zorros celebran sus bodas y no les gusta que nadie les
vea. Mi padre, de Lintzoain, añadía: Nosotros, azeri boda". Tras esto se esconde una metáfora antiquísima que Urbeltz ha recuperado y convertido en un montaje de danza.
Axeri boda es su nueva creación, ¿cuál es el punto de inicio de esta nueva aventura?
El
proceso de elaboración de este espectáculo se inicia hace unos dos
años, cuando decido poner en marcha una serie de ideas que estaban
materializándose en un ensayo sobre el sentido metafórico del dicho
axeri boda.
Cuando llueve los zorros celebran sus bodas y no les gusta ser vistos. Una metáfora.
Así
es. Es una climatología especial de sol y lluvia que se da en primavera
y verano y que es rematada con espectaculares arco iris. Por eso
decimos eguzki eta euria axeriko ezteiak (con sol y lluvia, boda de zorros) o también eguzki ta euria erromako zubia (con sol y lluvia, el arco iris). Pero esta antigua sentencia también se encuentra en Japón. Akira Kurosawa, en la película Los Sueños,
la coloca como primera narración. De ahí que hayamos tenido en cuenta
la importancia real de un aforismo así, en función del amplio
territorio que abarca, los dos extremos de Eurasia: Vasconia y Japón.
¿Poner en marcha este espectáculo le ha planteado muchas dificultades?
La
primera que he tenido que resolver ha sido conmigo mismo. Todo proceso
creativo requiere estar atento a las distintas sugerencias que nacen de
emociones y vivencias unidas a la aventura del proyecto. No hay que
forzar la máquina. Si las ideas tienen algún valor, ellas se ordenarán
solas. Luego está la colaboración de personas de valía inestimable. Sin
ellas no se puede llevar adelante un proyecto de esta envergadura.
¿Las melodías son tradicionales?
Toda
la música es tradicional, con dos formas de orquesta. Por un lado, un
acordeón, tres violines, un arpa veracruzana y percusión. Por otro, una
banda de dulzaineros de Iruñea: Ezpelur Gaiteroak.
¿Un arpa veracruzana?
Sí. Entre los ritmos hay dos habaneras y el arpa contribuye a dar a esa música un color criollo.
¿Y la habanera?
Bueno.
La habanera como canto se extiende por una amplia geografía, pero como
forma coreográfica prácticamente no existe. En el siglo XIX y como
danza de salón se bailó durante un periodo muy corto de tiempo, poco
más de treinta años. Con los pocos documentos hallados creo que hemos
realizado una interesante recuperación.
¿Cuántos bailarines participan en Axeri boda?
Entre
músicos y bailarines somos unas sesenta personas. Además de Argia
participan los grupos Duguna de Iruñea, Haritz de Elgoibar y Kezka de
Eibar. Todos, además de ser excelentes dantzaris, han abordado el
proyecto con gran entusiasmo.
¿Qué viene a suponer Axeri boda en su trabajo creativo?
Estoy
convencido de que en la escena del Arriaga dejaremos al juicio
particular de los espectadores un interesante modelo, con ingredientes
suficientes para entender cómo se puede revitalizar nuestro viejo
patrimonio coreográfico.
¿Podría hacer un pequeño balance?
Desde
hace más de cuarenta años, mi mujer y yo hemos dedicado nuestro tiempo
a esta actividad. Ha sido un gran esfuerzo, sobre todo por parte de
ella, porque además de tocar el acordeón ha criado y educado a nuestros
tres hijos. El resultado es que hemos puesto en circulación varios
cientos de melodías tradicionales y trajes populares, y socializado una
manera de entender la danza y representarla; hemos escrito libros y
editado discos, dictado conferencias y ayudado a todo aquel que se ha
acercado a nosotros. Pese a la cantidad de energía que ha exigido esta
ingente tarea, para mi mujer y para mí ha sido una interesante
aventura.
Usted era dantzari y, como tal,
volcó su interés por los símbolos en el mundo de la danza. Si no
hubiese sido dantzari, ¿lo habría volcado igualmente sobre otra
disciplina?
Lo es. La danza, como cualquier
otra disciplina, es una vía de conocimiento. Yo siempre he tratado de
aunar teoría y práctica. He bailado y sigo bailando, pero también he
querido buscar el sentido profundo de lo bailado, convencido de que así
de que estoy abriendo una vía para la pervivencia de nuestro patrimonio
cultural.
Usted es autor de letras de canciones, alguna tan exitosa como Baldorba. ¿Una faceta menor de su actividad?
Sin
duda. No soy poeta ni nada por el estilo. Lo que pasa es que, como
cualquiera, puedo tener un golpe intuitivo y que salga algo emotivo,
como Baldorba, parte de mi familia procede de allí. Benito
Lertxundi, con quien mi mujer ha tocado el acordeón durante años, me
pidió esa y alguna letra más y terminó poniéndoles música. El mérito
del éxito es todo suyo, sin duda.
Juan Antonio Urbeltz regresa al Arriaga con el espectáculo de danza 'Axeri Boda'. Foto: deia
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