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"La base del espectáculo 'Axeri Boda' es una antiquísima leyenda que une Vasconia y Japón"

Juan Antonio Urbeltz, Antropólogo y director de Argia dantzari taldea

Egilea
Sandra Atutxa
Komunikabidea
Deia
Tokia
Bilbao
Mota
Elkarrizketa
Data
2008/02/25

Juan Antonio Urbeltz (1940, Iruñea), investigador insaciable del folclore vasco, tenía 18 años cuando empezó a bailar danzas tradicionales. Pero quiso ir más allá de lo físico o lo puramente estético para hacer arqueología cultural, profundizar en los movimientos que adornan los tan diferentes bailes vascos. Desde entonces ha estudiado antropología, mitología, lingüística y otras disciplinas para descubrir todo aquello que se esconde tras el gesto y el movimiento. Inquieto y culto, Juan Antonio Urbeltz se ha embarcado en otra aventura a la que ha bautizado Axeri boda. "Todavía recuerdo que, cuando yo tenía cinco años, ante una situación de lluvia y sol, mi madre, que era de San Martín de Unx, me decía: Hijo entra en casa. A esto se le llamaba tradicionalmente el sol de los zorros, porque, con ese tiempo los zorros celebran sus bodas y no les gusta que nadie les vea. Mi padre, de Lintzoain, añadía: Nosotros, azeri boda". Tras esto se esconde una metáfora antiquísima que Urbeltz ha recuperado y convertido en un montaje de danza.

Axeri boda es su nueva creación, ¿cuál es el punto de inicio de esta nueva aventura?

El proceso de elaboración de este espectáculo se inicia hace unos dos años, cuando decido poner en marcha una serie de ideas que estaban materializándose en un ensayo sobre el sentido metafórico del dicho axeri boda.

Cuando llueve los zorros celebran sus bodas y no les gusta ser vistos. Una metáfora.

Así es. Es una climatología especial de sol y lluvia que se da en primavera y verano y que es rematada con espectaculares arco iris. Por eso decimos eguzki eta euria axeriko ezteiak (con sol y lluvia, boda de zorros) o también eguzki ta euria erromako zubia (con sol y lluvia, el arco iris). Pero esta antigua sentencia también se encuentra en Japón. Akira Kurosawa, en la película Los Sueños, la coloca como primera narración. De ahí que hayamos tenido en cuenta la importancia real de un aforismo así, en función del amplio territorio que abarca, los dos extremos de Eurasia: Vasconia y Japón.

¿Poner en marcha este espectáculo le ha planteado muchas dificultades?

La primera que he tenido que resolver ha sido conmigo mismo. Todo proceso creativo requiere estar atento a las distintas sugerencias que nacen de emociones y vivencias unidas a la aventura del proyecto. No hay que forzar la máquina. Si las ideas tienen algún valor, ellas se ordenarán solas. Luego está la colaboración de personas de valía inestimable. Sin ellas no se puede llevar adelante un proyecto de esta envergadura.

¿Las melodías son tradicionales?

Toda la música es tradicional, con dos formas de orquesta. Por un lado, un acordeón, tres violines, un arpa veracruzana y percusión. Por otro, una banda de dulzaineros de Iruñea: Ezpelur Gaiteroak.

¿Un arpa veracruzana?

Sí. Entre los ritmos hay dos habaneras y el arpa contribuye a dar a esa música un color criollo.

¿Y la habanera?

Bueno. La habanera como canto se extiende por una amplia geografía, pero como forma coreográfica prácticamente no existe. En el siglo XIX y como danza de salón se bailó durante un periodo muy corto de tiempo, poco más de treinta años. Con los pocos documentos hallados creo que hemos realizado una interesante recuperación.

¿Cuántos bailarines participan en Axeri boda?

Entre músicos y bailarines somos unas sesenta personas. Además de Argia participan los grupos Duguna de Iruñea, Haritz de Elgoibar y Kezka de Eibar. Todos, además de ser excelentes dantzaris, han abordado el proyecto con gran entusiasmo.

¿Qué viene a suponer Axeri boda en su trabajo creativo?

Estoy convencido de que en la escena del Arriaga dejaremos al juicio particular de los espectadores un interesante modelo, con ingredientes suficientes para entender cómo se puede revitalizar nuestro viejo patrimonio coreográfico.

¿Podría hacer un pequeño balance?

Desde hace más de cuarenta años, mi mujer y yo hemos dedicado nuestro tiempo a esta actividad. Ha sido un gran esfuerzo, sobre todo por parte de ella, porque además de tocar el acordeón ha criado y educado a nuestros tres hijos. El resultado es que hemos puesto en circulación varios cientos de melodías tradicionales y trajes populares, y socializado una manera de entender la danza y representarla; hemos escrito libros y editado discos, dictado conferencias y ayudado a todo aquel que se ha acercado a nosotros. Pese a la cantidad de energía que ha exigido esta ingente tarea, para mi mujer y para mí ha sido una interesante aventura.

Usted era dantzari y, como tal, volcó su interés por los símbolos en el mundo de la danza. Si no hubiese sido dantzari, ¿lo habría volcado igualmente sobre otra disciplina?

Lo es. La danza, como cualquier otra disciplina, es una vía de conocimiento. Yo siempre he tratado de aunar teoría y práctica. He bailado y sigo bailando, pero también he querido buscar el sentido profundo de lo bailado, convencido de que así de que estoy abriendo una vía para la pervivencia de nuestro patrimonio cultural.

Usted es autor de letras de canciones, alguna tan exitosa como Baldorba. ¿Una faceta menor de su actividad?

Sin duda. No soy poeta ni nada por el estilo. Lo que pasa es que, como cualquiera, puedo tener un golpe intuitivo y que salga algo emotivo, como Baldorba, parte de mi familia procede de allí. Benito Lertxundi, con quien mi mujer ha tocado el acordeón durante años, me pidió esa y alguna letra más y terminó poniéndoles música. El mérito del éxito es todo suyo, sin duda.

 

Juan Antonio Urbeltz regresa al Arriaga con el espectáculo de danza 'Axeri Boda'. Foto: deia

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