La ascensión de San Roke

Un nutrido grupo de debarras, desafiando las pronunciadas pendientes , acompañó a la imagen del santo en la procesión anual a la ermita de San Roke pronunciadas

Poco antes de las nueve y media dela mañana, el nerviosismo se apoderó de los reunidos en la Plaza Zaharra ante el temor de que la lluvia pudiera hacer acto de presencia. En los alrededores de la iglesia, se entremezclaban los feligreses de impoluto blanco, dispuestos a afrontar la procesión, con los no tan relucientes jóvenes que aun mantenían vivas las luces de la víspera.



No se conoce con exactitud cuándo se realizó la subida a la ermita por primera vez, pero en la cultura popular reside la creencia de que la ascensión nace en Artzabal. Aquella primera vez, los jóvenes del barrio debarra prometieron a San Roke, santo al que se le atribuye el poder de curar la peste, que llevarían su imagen en procesión hasta el templo si lograba combatir la epidemia. Actualmente, son baserritarras de ese barrio los que portan la efigie de madera de la iglesia hasta la ermita. El honor de cargar con el patrón es un legado que tan solo puede ser transmitido entre lazos familiares.



Antes de comenzar la procesión, los dantzaris del grupo Gure Kai bailaron el San Roke dantza , o Debako Ezpatadantza , ante la imagen del santo, como saludo del pueblo de Deba al santo patrón, baile éste que ejecutarían en cada parada. Cabe destacar la labor de recuperación de los bailes tradicionales de Deba llevada a cabo por el grupo Gure Kai. La misma Debako ezpatadantza es fruto de la investigación en los archivos municipales. «No sabemos cuando nace la Debako ezpatadantza , pero con ayuda de Juan Antonio Urbeltz rescatamos el baile actual. El resto, la indumentaria también es resultado de la investigación», explicaba Andoni Iriondo, coordinador de Gure Kai.



Hacia la ermita



Una vez abandonada la Plaza Zaharra, la comitiva se encaminó hacia la Ermita de la Cruz antes de comenzar la ascensión. Al frente, cuatro hombres llevaban a hombros la figura de madera maciza, de unos 150 kilos según los porteadores. Detrás, los fieles que empezaban a otear la pronunciada pendiente.



El primer tramo de la ascensión presenta una superficie de piedra, que un tanto humedecida por las gotas caídas al amanecer, obligó a muchos a utilizar los paraguas como improvisadas cachavas . El segundo tramo hizo relucir las primeras frentes de los feligreses. Para entonces las manos ya se habían posado en los riñones de la mayoría, quizá los pecados por purgar resultaran muy pesados.



El atisbar la ermita pareció avivar la marcha de la comitiva. «¿Hala, que ya estamos!», animaba una veterana debarra a su marido. Llegados a la ermita, cambió el gesto del rostro de los porteadores. Mientras, a la cola, no cesaba el goteo de gente. José Agustín Oñederra lleva más de veinte años subiendo la figura y al pie del templo admite que «se hace muy duro». Oñederra no sabe explicar si lo hace por tradición, por obligación o por devoción. «Por las tres cosas», afirma con rotundidad.



Concluida la misa, los allí reunidos abandonaron el templo portando una ramita de albahaca. Planta que una baserritarra de las cercanías deja cada año en el interior de la ermita para que sea bendita el día de San Roke.



Tras otra Debako ezpatadantza los cuatro porteadores iniciaron el camino de vuelta hacia el casco urbano. Como todos los años a la altura del caserío Aldatz Goi los cuatro sufridos dieron buena cuenta del vino, rosado en el día de ayer, ofrecido por la etxekoandre de la casa.



La ejecución de otra ezpatadantza a la par de la Ermita de la Cruz anunció que la procesión se adentraba de nuevo en las calles de Deba. Parte de la comitiva se quedó en la calle San Roke seducida por el caldo y el chorizo que se repartió. Otros todavía acompañaron al santo hasta la Plaza Zaharra, donde ya descansa hasta el próximo 16 de agosto.