Krea dibuja su segunda luna creciente

Hubo para todos. Actuaciones callejeras para los txikis, performances espectaculares para los más visuales, partituras clásicas para los de oído más fino, música negra, bertsolaris o proposiciones más poéticas que sumergían a los espectadores en viajes hacia tierras lejanas. Un cúmulo de sensaciones y sabores que dejaron a los espectadores perdidos en la inmensidad del evento y sin saber muy bien hacia dónde dirigirse.

Como si de un cielo estrellado se tratara, cada pocos metros sorprendía una actuación de gran nivel. Las hubo cortas -las de la tarde en la plaza de Los Fueros duraron alrededor de 15 minutos- y las hubo más largas -como el cabaret audiovisual propuesto por la Escuela de Artes y Oficios- pero, en cualquier caso, los asistentes quedaron muy satisfechos con lo visto y lo sentido.

Sin duda alguna, la recta de Postas, entre la Virgen Blanca, la calle Dato y la plaza de Los Fueros, fue la más concurrida y la que más curiosos atrajo. En esos escasos metros, varias actividades bombardearon a los viandantes. A las 18.00 horas, Ertza desembarcó con su propuesta, un puente entre el ayer y el hoy, una mirada al pasado a través de la danza. A dicho grupo le siguieron más danzas, la de Jorge Jáuregui con Y del resto no se nada y Cuadra-T, de Natxo Moreno. Cerca de dos centenares de personas se agolparon alrededor de lo bailarines.

No todos pudieron sentarse en primera fila pero Javier Gascó, un jóven con enormes patillas, fue uno de los afortunados -sonríe al reconocer que llegó a tiempo-. "Me enteré de casualidad que hoy había todas estas actividades y casi-casi he preferido no mirar el programa para que me sorprendiese un poco". El espectáculo le sorprendió "muy gratamente" con la combinación de la música con el baile, que "ha sido espectacular".

Javier ya tenía elegido el concierto de la noche, "el de Bizardunak para ver qué es eso del folk radical vasco". Éste, que se celebró en la sala de Errota, Jimmy Jazz, fue uno de los que más curiosidad despertó. La cantidad de personas que componen el grupo -alcanzan la decena- y su música -influenciada, entre otros por grupos como The Dubliners- hicieron las delicias de los que se acercaron hasta la sala. Y precisamente, nacidos en Dublin eran los Jaded Sun que, cuando la luna brillaba en el cielo y el día cambiaba en el calendario, comenzaron con su concierto en el Hell Dorado.

Durante las cerca de 10 horas que duró la Luna Krea vitoriana las pequeñas estrellas que la convirtieron en constelación se abrieron a toda la ciudad. En Zabalgana, por ejemplo, Los Cainibales, el cuarteto de rock vitoriano, arrasó con el blues y el hard rock setentero. Tampoco faltaron los ritmos sureños interpretados, sobretodo, por los siempre algodoneros Tobacco Road ni otras propuestas como la pasarela organizada por Udalaitz, Plaza y Thé Company -con dos enormes alfombras rojas- en la milla de oro vitoriana donde dieron forma al "sueño de toda mujer". El que se limitó a un té, peluquería, compras y una fiesta no gustó a todas y, por ejemplo, Zuriñe Rodríguez, una simpática joven que presenció la representación, no dudó en calificarlo como "un sueño muy limitado de algunas mujeres". Nunca llueve al gusto de todos. Por suerte hubo muchas estrellas donde elegir.

El teatro y el cirdo se dieron la mano en la Plaza Nueva.Fotos: jaizki fontaneda