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Juventud y calidad

Crítica, Carmen Roche

Egilea
Ana Remiro
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Albistea
Data
2003/11/16

El joven Ballet de Carmen Roche ofreció una velada de danza variada y de calidad en una sala rebosante de público y espectación. En el escenario predominó el lenguaje dancístico contemporáneo y neoclásico aunque tampoco faltó el clásico, aspecto que reivindica la filosofía de esta agrupación. Cinco piezas de danza fueron representadas por un joven elenco que demostró un gran nivel técnico y aciertos interpretativos. La noche comenzó con Buenas noches, Chavo, un trabajo lleno de colorido, ligero, desenfadado y juguetón que dejó una amable impresión, y que dio paso a un dúo lírico, Eternity and a day, un bellísimo y espléndido paso a dos repleto de poesía y magníficamente ejecutado e interpretado por Blanca Alvarez y Alberto Pineda.

Ambas piezas pertenecen a Ángel Rodríguez, ayudante de dirección de la compañía, y que revela en estas obras un gran talento coreográfico. Sus trabajos están dotados de enorme creatividad, sensibilidad y sobre todo gran coherencia coreográfica que hace de cada uno de ellos un trabajo redondo, sin fisuras, bien terminado; algo compacto, legible, emocionalmente directo y muy estético.

Madame de... correspondía a otro dúo, coreografía de Tony Fabre, formalmente bien ejecutado pero falto de intención. Por el contrario, Tres pasos de cereza fue una interesante propuesta de Mario Zambrano en la que los bailarines se integran plenamente. Instala un bello clima desde el principio y un sugerente diálogo entre la coreografía y un sencillo juego con globos. Esta obra, sin embargo, no encuentra evolución, se estanca en una excesiva repetición de la propuesta y no resuelve bien su final. Tarantela de Balanchine es la única pieza clásica que ofrecía el programa y que proporcionó a sus intérpretes, Carla López y el donostiarra Jon Vallejo, la oportunidad de mostrar su excelente calidad técnica y su dominio en el virtuosismo clásico a pesar de su juventud.

El plato fuerte de la soirée estaba reservado para el final. Una pieza densa y dramática firmada también por Ángel Rodríguez y titulada El llanto de Teresa. Ángel Rodríguez vuelve a sorprender con un trabajo bien hecho, en el que se lee perfectamente su estilo y lenguaje personal y se aprecian igualmente sus cualidades coreográficas ya mencionadas: solidez, coherencia, estética y sensibilidad.

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