Una estudiante excepcional Julia Fernández Zabaleta nació en Pamplona el 9 de octubre de 1898. Su padre, Valentín Fernández García, era natural de Mendigorría, y trabajaba como organista de la catedral, razón por la cual residían en una vivienda propiedad de la Iglesia, en la calle Dormitalería. En cuanto a la madre, Concepción Zabaleta Apesteguía, nació en la localidad de Mañeru, y además de Julia tuvo un hijo, llamado Valentín, nacido en 1901 y abogado de profesión, que moriría exiliado en Méjico. No conocemos detalles de la infancia de Julia, pero sabemos que fue una estudiante excepcional. Así se desprende del rastro que en la prensa de la época dejó su paso por la Escuela de Maestras de la plaza de San José, donde estuvo matriculada entre 1912 y 1916. Consiguió el primer premio en el curso de Ingreso, y Matrícula de Honor en 2º, 3º y 4º cursos. En 2º curso, por ejemplo, obtuvo sobresaliente en Derecho Usual y Legislación Escolar, Pedagogía y Ciencias Físicas, tal y como se recoge en la prensa de la época, (La Tradición Navarra, días 5,7,10,19 y 28 de junio de 1913), y obtuvo el Premio Extraordinario de carrera en 1916.
Maestra innovadora
Al terminar la carrera de Magisterio, y a sugerencia de la directora de la Escuela de Maestras, María Ana Sanz, solicita al Ayuntamiento de Pamplona una beca para asistir al Curso Internacional de Pedagogía de Barcelona. Dicho curso iba a ser impartido por la prestigiosa pedagoga italiana Maria Montessori, que con sus innovadoras técnicas estaba revolucionando los métodos de enseñanza. El acta municipal del 19 de febrero de 1916 recoge la concesión de dicha ayuda, que consistió en una beca de 300 pesetas para residir entre febrero y mayo en la capital catalana. A su regreso Julia, que cuenta 18 años, redacta un completo informe, explicando el método de trabajo para su implantación en las escuelas municipales (Diario de Navarra, 11-11-1916). Al año siguiente aprueba la oposición a la vacante de maestra, donde encontrará la oportunidad para desarrollar lo aprendido. Según parece, el método Montessori aplicado por Julia incorporaba salidas, los sentidos, juegos y canciones. Y llegó a pedir a su padre, que como se ha dicho era organista de la catedral, que tocara el piano en sus clases. Como era de esperar en la pacata sociedad pamplonesa de la época, los métodos de Julia despertaron reticencias entre los responsables educativos, entre compañeras y entre padres y madres.
Feminista y nacionalista
En el terreno de lo social y político Julia Fernández fue una persona inquieta e inconformista. Consciente de la importancia del asociacionismo, en enero de 1921 participa en la fundación de la Asociación de Antiguas Alumnas de la Escuela Normal de Pamplona, de la cual era bibliotecaria en 1924 (La Voz de Navarra, 5-1-1924), y al año siguiente se matricula en una de las cátedras instituidas por la Diputación Foral de Navarra para el aprendizaje del euskara, idioma que domina en tan solo un año. Por aquel tiempo la prensa se hace eco de sus dotes para el teatro, a raíz de su participación en la obra “Canción de Cuna” (María Lejarraga, 1911), en una gala organizada en beneficio de las Cantinas Escolares. Un crítico llegó a decir que Julia era una “actriz de excepcionales condiciones” (Diario de Navarra 13-5-1925). Algunos años más tarde, en 1928, colabora con la Asociación Euskeraren Adiskideak junto con sus amigas Katalina Alastuey y Maritxu Viscarret.
En el terreno político participó en la asociación cultural Euskal Esnalea, con la cual llegó a dar una conferencia sobre “El feminismo de la mujer vasca” en el Teatro Novedades de Donostia (La Voz de Navarra, 4-12-1924). Colabora así mismo con Euskaltzaindia, dando una conferencia en euskara durante los Eusko Egunak de 1923 en Doneztebe, y en 1926 participa como ponente en el Congreso de Estudios Vascos celebrado en Vitoria (Diario de Navarra, 3-8-1926). Cada vez más implicada en cuestiones relacionadas con el empoderamiento de la mujer, toma parte en 1927 en la denominada “Escuela del Hogar” de la Escuela de Maestras, impartiendo conferencias sobre cultura general a las mujeres. Del carácter de sus ideas da también cuenta su participación en cuestaciones de homenaje al histórico intelectual napartarra Arturo Campión (1929) y a la antigua directora de la Escuela Normal, María Ana Sanz (1931). A partir de 1931 será además presidenta en Navarra de la organización femenina nacionalista Emakume Abertzale Batza, siendo vicepresidenta su compañera Katalina Alastuey Garaikoetxea. Aquel mismo año, por último, funda la primera Escuela Vasca de Iruñea, donde trabajará como maestra. Su compromiso con el feminismo iba incluso más allá de su militancia política, y llegó a criticar el escaso peso que las mujeres tenían en el reparto de responsabilidades en los entornos nacionalistas. “A las mujeres no les vale con esperar al matrimonio” llegó a afirmar en una de sus conferencias.
La hora de los fascistas
Como es sabido, una de las primeras medidas tomadas por los golpistas de 1936 fue la purga de los maestros y maestras de Navarra, dándose por bueno el dato de que, de un total de 1087 maestros, no menos de 258 recibieron castigos, certificándose el asesinato de una treintena de ellos. El 18 de julio pilló a Julia Fernández y a su hermano Valentín fuera de Navarra, y ello tal vez les libró de la muerte, aunque no les libraría de las represalias. Julia se encuentra en Donostia, desde donde probablemente se habría enterado de que el alcalde de Pamplona, Tomás Mata Lizaso, les ha impuesto el castigo de medio año sin sueldo a ella y a su amiga Katalina Alastuey (acta municipal del 11-9-1936). Meses después, y ante la negativa de Julia a regresar a una Pamplona bajo dominio golpista, el mismo alcalde firma, el 15 de enero de 1937, la definitiva suspensión de empleo y sueldo.
Mientras tanto Julia ha pasado a Bilbao, huyendo del avance fascista, y el Gobierno Vasco le comisiona para estudiar las bases de una futura Universidad Vasca. Los proyectos se desvanecen sin embargo muy pronto y, ante el avance de sus paisanos requetés, Julia se embarca rumbo al exilio. Recala en la localidad bajonavarra de Donibane Garazi, en cuya “colonia Citadelle” trabajará como profesora hasta el final de la guerra. En 1941 regresa por fin a Pamplona. Su madre acaba de morir y ella vive en la casa de Dormitalería, propiedad de la Iglesia, en compañía de su padre Valentín Fernández, el organista catedralicio. No tiene trabajo, y sobrevive dando clases particulares a los hijos de algunos amigos de filiación nacionalista. En 1948 muere el padre, y es entonces cuando recibe un furibundo ataque del vicario Pablo Gúrpide Beope, que para mayor inri era navarro y euskaldun de Otsagabia. El eclesiástico intentó expulsarla de la casa donde había habitado toda su vida y, ante su negativa, promovió su excomunión. Tan solo la presión de otras personas y la intercesión del arzobispo de Dax consiguieron disuadirle de sus pretensiones.
Muerte y reconocimiento final
Julia Fernández fue finalmente restituida en su puesto de trabajo en el año 1958, veintidós años después de su inhabilitación. Trabajó en las escuelas Vázquez de Mella de Pamplona, junto a su amiga y compañera de militancia Katalina Alastuey, pero lamentablemente y de forma inesperada falleció tres años después, el 16 de febrero de 1961, sin haber cumplido los 63 años. Tras décadas de olvido y ostracismo su figura será recuperada y reivindicada por investigadoras relacionadas con la memoria histórica y, finalmente, el 4 de mayo de 2024 se estrena la pastoral “Julia Fernández Zabaleta”, con textos de Mikel Taberna Irazoki. Cuantos asistimos a aquella representación tuvimos la oportunidad de conocer la historia de esta valiente mujer, y hacerlo además en el idioma que ella defendió y promovió. Y como guinda a esta historia, diremos que la representación de la pastoral se realizó en el patio de las Escuelas de San Francisco, es decir en el lugar donde ella trabajó de joven, y donde puso en práctica sus innovadores métodos de enseñanza. Bejondeiola...!