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Juan Antonio Urbeltz: "El problema con la cultura tradicional es que se lee poco y se entiende menos"
Urbeltz (Iruñea, 1940) acaba de ser reconocido con el Premio Sabino Arana por su fecunda aportación, a lo largo de 50 años, a la cultura vasca a través de la investigación de la cultura popular tradicional
La curiosidad es el motor de su alimento vital. Y no la frena ni la pandemia más restrictiva. Juan Antonio Urbeltz sigue indagando, incansable, en su oficio que es su pasión. Y ya piensa en llevar a escena una nueva coreografía mistérica sobre la Grecia antigua. En ello está, leyendo, leyendo y leyendo, y trasladando lo que lee a imágenes de movimientos y expresiones corporales en su mente, a paralelismos que surgen en su cabeza, que, dice, en estos momentos es "un salón de baile".
Acaba de recibir un nuevo premio, en este caso de parte de la Fundación Sabino Arana. ¿Cómo acoge este reconocimiento? En alguna ocasión ha comentado que los premios sirven para pasar revista pero que no le distraen...
—No. Para mí es un honor, pero sobre todo en la situación en la que estoy. Me encuentro bien, pero hace tres años se fue mi mujer y me dejó aquí. Me dejó aquí, tú sabrás lo que tienes que hacer... Entonces son premios que los considero míos pero también de mi mujer, porque sin ella yo no hubiera podido hacer muchas cosas de las que he hecho. Porque Marian estaba tocada por el genio de la música. Hizo unas cuantas melodías de acuerdo a los patrones tradicionales de ciertos ritmos que, las oyes, y no te lo puedes creer. Porque en literatura por ejemplo uno enseguida se da cuenta si está influido por Nabokov, por Dostoievski, o Cervantes... y en el campo de la música clásica también. Pero la música tradicional es muy complicada, porque no hay referencias. Hay que saber acercarse a ella. Entonces este premio es un honor, estoy agradecido como lo he estado de otros reconocimientos que han venido anteriormente.
En estos tiempos complicados e inciertos, ¿en qué enfoca su trabajo, que es su pasión?
—Tengo un par de cosas que había tocado sin terminar. Es un asunto delicado sobre el mundo antiguo. Por ejemplo, los misterios eleusinos. Tengo un libro de Karl Kerényi, Dionisios, y en la primera línea habla de Nietzsche, que en su radical ateísmo quiso oponer a Cristo a una divinidad griega, Dionisios. Es muy interesante porque Dionisios nos da a los humanos el vino, es la divinidad del vino. Y con el vino se hacían brebajes que iluminaban a quienes se iniciaban en los misterios. Y esto que aparece en Dionisios, está también en el misterio cristiano, donde el vino es la sangre de Cristo. Y debajo de todo eso está el mosquito. El mosquito muere en vino. Se emborracha, no puede pasar sin vino. De manera que a Dionisios se le llama Bassareus, que significa zorro. Y en unas cuantas lenguas de Europa coger una borrachera es coger una buena zorra... por tanto la borrachera está relacionada con el zorro. Y el zorro está relacionado con el mosquito. Estoy trabajando un poco en esto y quiero, si se puede, hacer un trabajo con la ezpatadantza de la Merindad de Durango, que es una ezpatadantza conjuradora del tábano. El tábano es el señor de las moscas, es Belcebú, es el diablo, vaya, y la palabra espatie en el vasco de la Merindad de Durango tiene dos sentidos: uno es espada, y otro es mandeulia, mosca del caballo, y ese es el tábano. Entonces cuando veo a un ezpatadantzari yo no veo a un bailarín de espadas, veo a un tábano bailarín. Y eso es lo que quiero recostruir en una danza mistérica en la medida que lo pueda hacer, porque en el mundo que vivimos estas cosas son complicadas. Son complicadas para explicar y para entender. Digamos que tengo la cabeza como un salón de baile (ríe).
Son asuntos complicados de entender porque en esta sociedad no damos valor a las metáforas, ni a los símbolos, ni a los rituales, pero ¿qué sería de la vida sin todo ello? Esta pandemia está demostrando que lo necesitamos.
—El trabajo realizado en todos estos año por mi mujer y yo ha buscado siempre que los jóvenes que iban a ir a bailar por Europa tuviesen un conocimiento de ciertas cosas de nuestros carnavales, de sentidos metafóricos, con la plaga de langosta por medio, la invasión del tábano en la primavera... son cosas que si ellos las dominan, posiblemente en Europa mucha gente se quedará con la boca abierta.
¿Cómo lleva la pandemia? Nos pone cara a cara con lo efímero de la vida, y eso mismo también nos brinda la oportunidad de vivir intensamente el presente, con toda la consciencia puesta en el hecho de vivir.
—Claro. Esta crisis rompe costumbres, rompe hábitos. Porque yo, que ya tengo años, tengo diabetes de viejo, el mellitus B, y tengo que andar. Pero claro, desde marzo yo andaba por el Paseo de los Fueros, que es un paseo bastante desierto, muy arbolado, con poca gente, pero claro, te decían: Usted salga a las siete, como si fuera un colegial, y a mí no me apetece, yo no soy un niño de escuela. Oiga, permítame andar, que yo ya tengo responsabilidad suficiente para saber lo que tengo que hacer y lo que no. Lo que puedo hacer y lo que no debo hacer. Yo vivo en la parte vieja, en la casa donde nació mi mujer. Solo. Bueno, hace un par de meses mi hija Maider me trajo una gata, una gata rubia, una preciosidad a la que hemos puesto de nombre Filadelfia, porque cuando llegó estaba todo el lío de las elecciones en Estados Unidos; y por allí anda escondida, se acerca siempre a medio metro de mí, me mira detenidamente pero no me deja cogerla. Se escapa. Es un entretenimiento. Hace compañía.
Volviendo a esa oportunidad que siempre tenemos de vivir intensamente y con consciencia cada instante, eso entronca con la danza, que precisamente es expresión de disfrute, de emoción y sentimiento en el momento en que se baila.
—Sí. Hay una cosa interesante, y es que estos tiempos vienen bien también para la reflexión y para centrar un poco lo que se puede, lo que se debe y no se debe hacer en relación con el mundo tradicional. Pasa lo siguiente: tenemos danzas más que suficientes, y tenemos además estilos variados. Tenemos unas danzas rituales, bailes con espadas, protocolarios, los bailes de Corpus Christi, por ejemplo, y ahí tenemos también al insecto de la orilla del río, que puede ser tanto el mosquito como el tábano... En fin... Todos estos insectos que viven ahí, llegan con la primavera, se instalan, y esos tipos de baile rituales conviene conservarlos bien, porque aunque no comprendamos su viejo sentido, están ahí, y los símbolos, aunque no los conozcamos de momento, permanecen ahí. Hay que estar atento para descubrir. Pero luego tenemos danzas corales muy interesantes, los jauzis, las mutil-dantzas, lo que han sido los ingurutxos en Navarra, que son bailes muy bellos para bailar además en las fiestas una vez al año... Yo recuerdo a mi aita que era de Linzoain, del Valle de Erro, hablando sobre el ingurutxo de Linzoain, se acordaba de que lo había bailado dos veces nada más. Era tal la dureza del trabajo que tenían... Alguna vez me dijo: Mira, para bailes estábamos nosotros... Porque había jóvenes en Linzoain, pero no en el bailar, jóvenes de 14, 15 años, que estaban pendientes de irse a América, donde tenían a los hermanos mayores. Y así pasaba. Un tío mío, el tío Juan, se pegó veinte años en Nevada con las ovejas.
En aquella investigación y revolución que llevó a cabo desde 1965 junto a su mujer, Marian Arregi, pueblo por pueblo, rescatando expresiones culturales, musicales, palparon seguramente lo conectados que estaban nuestros antepasados a la vida en comunidad y a la Naturaleza por sus oficios, sus dantzas, sus expresiones. ¿Esas conexiones se pueden recuperar hoy? Quizá tras esta crisis venga un cambio...
—Ahora lo veo más difícil. Además, hay una cosa que está anunciada, que es la ruptura entre Oriente y Occidente. La espiritualidad, aquí en Europa occidental, con el mundo de la ciencia, ha caído en picado. En picado. Yo tengo algunas notas sobre la peste negra, la epidemia del siglo XIV, y claro, entonces todas las plazas y las iglesias se abarrotaban de gente rezando, pidiendo a Dios que levantara el castigo, porque consideraban que eran castigados por los pecados y las maldades cometidas. Y ahora, cuando en los pasados meses de marzo y abril vi cosas en televisión, la plaza del Duomo de Milán estaba absolutamente vacía, sin ninguna persona, con la catedral al fondo, y se podría preguntar al Santo Padre, santidad, ¿para qué se levantó esta catedral? ¿Para qué? ¿Es para no rezar ahora? Ciertamente es un cambio radical. Parece que estamos entrando en lo que se entiende como una Edad Oscura de Kali Yuga, ya veremos a ver dónde nos va a llevar todo.
Tras esta crisis, ¿comó se imagina el futuro próximo de la danza tradiconal? ¿Cree que gozará de buena salud, estará viva y habrá cantera?
—Sí, sí, sí. Espero que sí. Mira, yo en cuarenta años, del 78 hasta este 2018, he sacado una docena de libros. Cada libro es como hacer un niño. Pero como comenta Borges, hay escritores de un solo libro, y esta docena de libros es un único libro. Yo cuando tenía veintitantos años iba afuera, al mundo, buscando a ver dónde estaban los símbolos. Ahora no necesito ir, los símbolos vienen solos a mí. Tengo la cabeza conectada, las neuronas en su sitio, y ahí aparece todo. Lo que hay que estar es atento para poder analizar y encajar bien lo que te viene encima. Y yo creo que la juventud tiene ya suficientes aspectos teóricos para funcionar bien. Digo esto porque releo cosas que he escrito y hay muchas que considero que están bien. Son cuando menos un principio ya asentado para poder continuar adelante. Yo he trabajado siempre con dos marcos de trabajo: nuestra cultura aquí en Vasconia, y un segundo marco más amplio que es Europa. Y, en fin, todo está conectado. Simbólicamente tenemos tenemos relación con danzas de espadas del norte de Inglaterra, y con los calusari de Rumanía. Somos territorios de pequeña escala, por lo tanto la Merindad de Durango, cuyas danzas no se bailan en todo el País Vasco, son del duranguesado, la relación simbólica que tiene con el norte de Inglaterra o con Rumanía, no es una relación de contacto, nunca hemos estado en contacto estas tres comunidades, lo cual es indicativo de que el fondo simbólico es ciertamente arcaico. Tiene que ser muy arcaico para haberlo sostenido en el tiempo.
¿Cuáles son los mayores retos que superar en un futuro en la danza tradicional?
—Pues hay formas que no es necesario desarrollar más. Simplemente se trata de mantener lo que se tiene. En escena se pueden recrear cosas, pero siempre con un sentido en profundidad. Por ejemplo, como hicimos en Axeri boda, Boda de zorros. ¿Quienés son los zorros que celebran sus bodas? Aquí tenemos un viejo dicho en euskera, eguzki eta euria, axeri boda, con sol y lluvia, boda de zorros. Los zorros se casan. Es el mosquito, lo que pasa es que al mosquito o tábano no se le puede nombrar, porque es diabólico, y si lo llamamos se presenta. De manera que son bichos que los tenemos vetados, porque claro, toda nuestra vida, toda nuestra evolución, ha sido soportándolos. No es una broma. Actualmente se estudia poco esto, y el mosquito aparece como un problema de viaje. Los mosquitos nos molestaron, etcétera, sin saber lo que hay de fondo. Son bichos terribles, chupadores de sangre, torturadores de todo lo humano...
Todo pasa por el querer conocer esa cultura tradicional.
—Claro. Hay cosas que se han escrito y se han dicho mucho. Las hogueras en San Juan, se dice que se hacen para ayudar al sol. Pero vamos a ver, ¿alguien puede suponer que la humanidad de tiempo atrás era tan imbécil para no saber cuáles eran sus limitaciones? Simplemente hay que hacer hogueras porque los insectos están en plena ebullición y el humo de la hoguera y del fuego los dispersa, así nos los quitamos de encima. El problema que tenemos muchas veces es que se lee poco y se entiende menos.
Y se lee muy rápido, sin profundizar.
—Sí, y hay muchos trabajos de investigadores a los que es complicado hincarle el diente. Son como árboles de cientos de ramas por un lado y por otro. Y darle a eso la vuelta es complicado.
Pero merece la pena, la cultura tradicional nos ayuda a saber de dónde venimos y quiénes somos.
—Sí, esto es lo que nos cuentan estas danzas también. Me gustaría hacer una coreografía revelando los ritos mistéricos que tuvieron lugar hace cuatro mil años en Grecia. Los misterios de Eleusis, que son muy interesantes. Me gustaría ser capaz de ir hacia atrás y ver la forma de imaginar una proximidad de aquello con lo que tenemos ahora. A ver lo que da.
Y ojalá se pueda ver algún día en escena sin restricciones...
—Ojalá. Primero hay que preparar un texto que explique lo que la gente va a ver, explicado desde lo sagrado, desde el fondo sagrado del misterio. Porque en los misterios había una cosa singular: el mundo griego que asistía a ellos escuchaba cantos en una lengua que, aun siendo griega, no entendía. Entonces para eso sirve cualquier otra lengua. Y aquí tenemos la singularidad de nuestra lengua, el euskera. Porque, dada su vejez universalmente atribuida, una de las primeras lenguas sagradas es el euskera. Podríamos decir, sin ofender a nadie, que es la primera lengua que habló Dios. Lo dejo ahí.
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