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Insólito Quijote
Crítica, Rafael Amargo
Espectáculo arriesgado, diferente en muchos aspectos a todo lo que hasta hoy lleva firma de Rafael Amargo. El pretexto don Quijote (D. Q.) es motivo para desarrollar varias ideas reflejadas en el baile, en la escenografía y muchas en lo audiovisual. Este D. Q., 'di' 'kiu', como se dice por megafonía, parte de «un lugar de la Vía Apia y conduce hasta la muerte y glorificación del Caballero de la Triste Figura. Mezcla -su autor desdeña la palabra fusión- danza, baile flamenco y su música, pop, canción, casi rock y hasta hip-hop, break dance y tap dance. Quijote y Sancho desgranan de muy personal manera algunas de las escenas de la célebre novela, como las bodas de Camacho, los molinos de viento o, entre otras, las cuevas de Montesinos; éstas, a modo de reflexión, se suceden con amplia mediación del mundo informático y el videojuego. Hay un juego en el tiempo y, del tiempo y no faltan, en lo audiovisual, elementos de erotismo.
Padriessa y Amargo se manifiestan con fuerza, se encuentran, compendian y exaltan parte del ideario quijotesco. El director-bailaor realiza un trabajo exhaustivo, acaso el mayor de todo lo realizado hasta ahora en su vida sobre el escenario. Domina todos los elementos de su compañía, contagiándolos de su febril actuación. El público, que a veces se muestra algo esquivo ante el insólito espectáculo coreográfico, por contra se entusiasma cada vez -y son muchas las ocasiones ofrecidas- en las que el artista granadino exhibe cuánto sabe de arte flamenco.
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