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Ingrid Bergman, entre el cine y el amor

Bailó una jota vasca con Rip Torn en ‘24 horas en la vida de una mujer’ y tuvo como asesor al bilbaino jaime castillo

En pocas ocasiones se cumple con tanta certeza ese proverbio que reza “una fecha condiciona toda una vida” como en el caso de Ingrid Bergman. Para la gran actriz sueca el 29 de agosto significó el principio -1915- y el final -1982-, y entre ambos días 77 años de una vida que fue para muchos el máximo ideal de la condición femenina y para todos el clisé representativo de toda una actriz. Triunfó con un estilo diferente, sin servidumbres; se la encumbró hasta el estrellato… y se la hundió divulgándose su azarosa vida sentimental.
Komunikabidea
Noticias de Gipuzkoa
Mota
Albistea
Data
2015/08/30
Lotura
Noticias de Gipuzkoa

Ingrid Bergman nació hace ahora 100 años en Estocolmo, como hija de un humilde matrimonio propietario de una tienda de fotografía. Quedó huérfana siendo aún niña, por lo que fue criada con un tío ya anciano. Se educó en el Liceo Flickor, uno de los mejores de la ciudad, donde destacó como notable recitadora. Sus profesores le animaron a seguir la carrera de interpretación, matriculándose en la Real Escuela de Arte Dramático con una beca. Entre clase y clase de Declamación y Arte Escénico conoció al dentista Peter Lindstrom, con el que se casó en 1937. Impaciente por triunfar, al poco se presentó en la productora Svensk Filmindustri, pidiendo trabajo. Las pruebas de fotogenia que le hicieron fueron tan concluyentes que de inmediato se le encomendó un papel en la película El conde del Puente del Monje. Comenzaba así una de las más brillantes carreras cinematográficas de la historia del celuloide.

Gustav Molander, uno de los más afamados directores suecos, reparó en ella y le ofreció nuevos trabajos ya como protagonista. Uno de ellos, Intermezzo, llamó la atención del productor norteamericano David O’Selznick, que la contrató para trabajar en los estudios de California, haciendo una nueva versión de la película y lanzándola como la nueva Greta Garbo. Su tipo de belleza se impuso en contraposición con el frío y distante atractivo de su compatriota; entre ambas no había ningún punto en común. Jamás se las pudo comparar. Ingrid se abrió camino en Hollywood con títulos como Los 4 hijos de Adán y El extraño caso del doctor Jekyll.

con euskadi al fondo Cuando Warner Bros proyectó Casablanca, se pensó inicialmente en Hedy Lamarr para el papel de Ilsa Laszlo, pero finalmente fue Ingrid Bergman quien dio réplica a Humphrey Bogart. ¡Qué lejos estaban todos de pensar que la secuencia de Ilsa junto a Sam, el pianista negro dispuesto a entonar El tiempo pasará, iba a convertirse en uno de los iconos del cine universal! La evocación del pasado jamás tendrá mejor expresión que la dulzura del rostro de la sueca.

Tras los títulos de crédito, el espectador contempla en la película el mapa europeo que marcó las sendas de quienes huían del terror nazi, unos tratando de alcanzar Lisboa y otros Casablanca, camino de Estados Unidos. Curiosamente, en el plano se pueden leer claramente los nombres de dos poblaciones vascas, Baiona y Bilbao, precediendo a la caza y captura de un hombre que vende pasaportes; su apellido es Ugarte, a quien da vida el siempre efectivo Peter Lorre.

La ascensión de Ingrid Bergman en el cine fue vertiginosa. Gary Cooper la pidió como compañera para Por quién doblan las campanas, basada en una novela de Hemingway en torno a la Guerra Civil española, y con Luz de gas consiguió su primer Oscar. Hitchcock se enamoró de ella mientras la dirigía en Recuerda, Encadenados y Atormentada, y todos coincidimos al decir que jamás ha habido una monja tan guapa como la Bergman de Las campanas de Santa María. En Arco de triunfo la encontramos envuelta en otro lío de víctimas de nazis que repudian a quienes celebran el triunfo de las tropas de Franco en España, y en Juana de Arco borda uno de sus papeles favoritos.

Todo este ajetreo interpretativo no es óbice para que Ingrid se enamore de nuevo. Tras ver Roma, ciudad abierta y Paisá, queda prendada del arte de su realizador, Roberto Rossellini. Le escribe manifestándole sus deseos de trabajar con él; y él se deja querer. La sueca abandona en Hollywood a su marido y a su hija. Marcha a Roma, donde une su vida a la del italiano. La opinión pública americana arremete contra ella. A partir de ese momento surgen títulos como Stromboli, Europa 51, Nosotras, Las mujeres, Te querré siempre y El miedo, amén de una larga e histórica gira europea presentando el oratorio de Claudel Juana en la hoguera, en el que reencuentra su rol ideal, el de la doncella de Orleans.

Hollywood acaba perdonándole sus veleidades amorosas y le premia con otro Oscar por su trabajo en Anastasia, versión lujosa de una película que acababa de hacer Lilli Palmer en Alemania, en torno a una supuesta hija del último zar. Su buena racha continúa con Elena y los hombres, aportando espontaneidad y sensualidad. En Indiscreta nos ofrece momentos memorables como consumada actriz. En el recuerdo de todos está su trabajo en El albergue de la sexta felicidad, aquella misionera que lleva a una legión de niños huyendo de la guerra a través de las montañas de China al compás de una pegadiza melodía. En No me digas adiós, según la obra de Françoise Sagan, ya es una mujer de mediana edad capaz de enamorar a un joven Anthony Perkins.

la jota vasca La actriz sueca se da cuenta de que el tiempo pasa inexorable, incluso para ella. Le ofrecen papeles de señora mayor y se siente frustrada. Su nuevo amor, el empresario sueco Lars Schmidt, le aconseja que acepte las ofertas de televisión, concretamente una de CBS-TV para protagonizar 24 horas de la vida de una mujer, una nueva versión de la obra de Stefan Zweig. Durante el rodaje Ingrid Bergman topa con una cultura que desconoce por completo, la vasca.

En una secuencia que se rueda en Montecarlo, la pareja protagonista -ella con Rip Torn- curiosea la celebración de una boda vasca. Le llaman la atención aquel tipo de danzas y acepta sumarse a la fiesta. Semejante alarde folklórico fue posible gracias al curso acelerado que les impartió Jaime Castillo Isusi. Este dantzari bilbaino, salido del grupo Elai Alai de Gernika (creado por Segundo de Olaeta), formó parte del espectáculo Euzkadi que montó Jon Oñatibia en 1954, con el que recorrió Estados Unidos. En dos semanas, logró que la Bergman y el Torn bailaran la jota vasca con una cierta holgura. “La sueca era un encanto. Es el recuerdo que me ha quedado de por vida”, nos confesaría en cierta ocasión.

La aventura de Castillo por el mundo le llevó a cantar en el bautizo del hijo de José Antonio de Agirre y a establecerse en América, donde fue amigo de Jesús de Galíndez. Finalmente, sus actuaciones se ciñeron a las salas de fiesta de los grandes trasatlánticos. Ingrid Bergman, por su parte, siguió alternando cine y televisión aportando su buen hacer en títulos como La visita del rencor, El Rolls-Royce amarillo, Secretos de una esposa, Sonata de otoño y Asesinato en el Orient Express, trabajo por el que se llevó su tercer Oscar.

El cáncer hizo mella en aquel cuerpo tan deseado. En 1982 murió en Londres; estaba acompañada por sus hijos y era el día de su aniversario. Las velas de cumpleaños fueron en esta ocasión de duelo. Se perdía así a una de las actrices más versátiles y bellas que nos ha dado la gran pantalla.

las claves

Durante el rodaje de ‘24 horas de la vida de una mujer’, Bergman topa con una cultura que desconoce por completo, la vasca

En ‘Casablanca’ se inicia la caza y captura de un hombre que vende pasaportes; curiosamente, su apellido es Ugarte

La actriz nació y murió un 29 de agosto, rodeada de sus hijos. Tuvo una vida ajetreada, salpicada por grandes éxitos cinematográficos y sonadas polémicas.

La actriz nació y murió un 29 de agosto, rodeada de sus hijos. Tuvo una vida ajetreada, salpicada por grandes éxitos cinematográficos y sonadas polémicas. (Foto: N.G.)

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